LA COVACHA DEL AJ MEN

CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN

Reflejos del Yo

En Piedra de Sol, Octavio Paz, dicta la sentencia: /para que pueda ser he de ser otro, /salir de mí, buscarme entre los otros, /los otros que no son si yo no existo, /los que me dan plena existencia, /… recreación metafórica que embelese pero también aturde: salir de mí y buscarme en los otros conlleva dependencia y esclavitud emocional; considero que a pesar de mi ego, “los otros” ya existían y existirán después de mi último pensamiento. Es también  cuestionable que “los otros” me den plena existencia: el anacoreta prescinde voluntariamente de los demás para realizarse.

Cueva Pak Ch’en, relieve y pintura, el yo y su nagual.

Shakespeare preguntó: ¿ser o no ser, esa es la cuestión? Pero si ya soy, no puedo –al mismo tiempo– dejar de ser, entonces la pregunta sería ¿cómo soy? En un marco histórico y en Meditaciones del Quijote, Ortega y Gasset responde: “Yo soy yo y mi circunstancias” sin embargo, las circunstancias no son una situación vital, son circunstanciales y nuestra voluntad nos permite evolucionar ignorándolas o trascendiéndolas.

 

 

Pienso, luego descarto

Los pensamientos de los europeos del siglo XVII se renovaron buscando a los clásicos. La reforma protestante fulminó de un solo golpe la unidad europea; los seres humanos se supieron insignificantes delante al cosmos; a la Tierra se le concedió un lugar de comparsa en el concierto planetario y se descubrieron nuevos territorios. Demasiados cambios para tan pocas respuestas. En el centro de las confusiones, apareció René Descartes quien infructuosamente buscó respuestas en los libros y decidió explorarse a sí mismo para encontrar un método que pudiera dar sentido a la existencia.

Descartes buscaba absolutos y tuvo la “brillante” idea de otorgarle a la filosofía el grado de exactitud que tienen las matemáticas, fundamentando así, La Fe de la Razón. Para el filósofo francés, toda actividad de la conciencia (reflexiones, ideas, engaños etc.) supone la existencia de un “Yo” que piensa, que duda, que engaña… se puede dudar de todo menos de que pensamos; por tanto, existimos. Ahora bien, para pensar, se necesitan ideas y se preguntó: ¿de dónde salen las ideas? Según él, las ideas son innatas.

René recopiló los conceptos de San Anselmo y con silogismos determinó que la idea más perfecta, es la existencia de Dios, por tanto, Dios existe porque sería un absurdo que la idea más perfecta que se puede pensar, no existiera. Dios garantiza que nuestra razón no se equivoca y a través de ella podemos volver tangible la verdad. René aseguró que “todos” los seres humanos tenemos la misma razón.

¿Quiso decir que en su siglo XVII: un maya rebelde, un aborigen australiano, un guerrero gay de la tribu Kinakau del antiguo Congo, el confidente de su protectora –la reina Cristina de Suecia– y un adolescente Inuit: tenían la misma codificación y por lo tanto, compartían la misma razón?

Descartes pensó que existe un solo camino hacia la verdad…

 

 

Testigo del pensamiento

La filosofía mesoamericana llamada Toltecayotl o Toltequidad que Miguel León Portilla condensó y que Carlos Castaneda remasterizó, llamándola Tensegridad, establece que los seres humanos somos energía, redondos y sin límites. Nuestra existencia es un desafío y la muerte es un cazador que nos acosa en cada respiración por lo que no hay tiempo para lamentos ni dudas, solamente se toman decisiones, sin importar cuales sean ya que nada es más importante que lo demás.

Pintura Rupestre, Wandjina, Australia.

Los cartesianos ven al mundo rígido y retórico, por ello su existencia les resulta aburrida o incompleta, consecuentemente desean, desean y desean sin fin; para un guerrero del pensamiento, el mundo es extraño, pavoroso, misterioso e insondable, evita las rutinas y procura realizar las acciones que le causan desequilibrio como si de ellas dependiera su existencia; se sabe ya muerto, no tiene nada que perder.

Un testigo del pensamiento está consciente de que no puede cambiar y sin embargo concentra su energía en cambiar, por eso nunca se decepciona cuando fracasa.

La acción es la sustancia de la vida, sin adjetivos o lucro, los actos tienen la fuerza de reencontrarnos con la impermanencia.

En el mundo de razón uno quiere y desea ser querido por los demás. Los testigos del pensamiento quieren lo que se les antoja o a quienes se les antoja, sin más, porque sí, como Los Amorosos de Jaime Sabines.

Los actos de la gente no son más importantes que el mundo, consecuentemente, no vale la pena ofenderse por lo que piensa o hacen “los otros”.

Delante “al otro” o frente a la unidad energética, cada instante es una nota de una partitura y ella sola no significa nada ni lo es todo, simplemente es una nota, un instante que transcurre o regresa, da igual, lo que trasciende es la acción de su resonancia en el conjunto de la sinfonía de la vida.

Contradiciendo al psicoanálisis, algunas vertientes del pensamiento como la Tensegridad, proponen que no importa como fuimos criados, lo que determina nuestras acciones es el control de nuestros pensamientos que generan las emociones.

Un ser humano es la suma de sus acciones y no la síntesis de la historia de su Yo. Los adjetivos llevan  dos gusanos en sus entrañas: la importancia personal y la necesidad de reconocerse vivo, como propone Paz, a través de “los otros”

 

 

Espejos

En El Corazón Aventurero Ernst Jünger nos confía: “debemos distinguir entre aquello que simplemente sabemos y aquello de lo estamos convencidos”.

Hace algunas lunas, mi amigo Emilio Ballesteros, me envió desde la entrañable Granada, España, un mirífico ensayo sobre el Tarot; su búsqueda es también la mía y por un sendero luminoso, escribe: “La realidad se hace un dios fingido. Pero establece ritos que atrapan: trabajo, nombre, sexo, dinero…, y los llama vida, que marca rumbos, que ata, que dice…, conciencia suma que le disculpa su desvarío. Sombra que estalla, luz que se pierde, agua que arde en el contraluz… El Mago va buscando el poder que en el Lago guarda La Dama: puro, libre, inmaculado, inmenso… El poder que se crece cuando se da y regala su Amor por el Camino y con ello alimenta su sosiego y su fuerza y por eso no acaba, no decae, no se atrapa en marañas de envidias y de trampas que el ego tiende por los rincones. El poder de ser libres. El poder de entregarse. El poder de perderse y por ello encontrarse. Y ser Todo en la Nada y ser Nada en el Todo. Y abrazar en la noche la Unidad de las cosas”.

Las palabras tienen el poder de crear en ti, la certeza de que tus acciones son directrices en tu camino con corazón.

 

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Claudio Obregón Clairin / Investigador Independiente