Si proyectásemos nuestra sombra sobre una báscula, esta no marcaría nada. Lógico, una sombra no pesa nada. Pero, ¿y la luz? Técnicamente, tampoco. Pero sí que influye en el peso de los objetos.

Hay que tener en cuenta que, en realidad, el peso de una persona y un objeto es la fuerza de atracción que nuestro planeta ejerce sobre nosotros hacia su centro. Y resulta que la luz está formada por fotones que, aunque no tienen masa, sí generan energía, presionando y empujando los cuerpos a los que golpean con una fuerza de aproximadamente 0.000000001 libras, la mitad de la mil millonésima parte de un kilogramo, lo que contribuye a aumentar el efecto de la gravedad, aunque sea de forma imperceptible.

Lo que se deduce de lo anterior es que, si nos da la luz, tendremos un peso infinitesimalmente superior al que tendríamos estando completamente a oscuras. Por supuesto, ese peso resulta insignificante en el caso de las personas o los objetos individuales. Pero la cosa cambia si se trata de superficies muy extensas.

Así, se calcula, por ejemplo, que una ciudad de las dimensiones de Chicago, pesa unos 140 kilos más durante una jornada soleada que durante la noche. Y se estima que la Península Ibérica es unas 131 toneladas más pesada durante el día que tras la caída del Sol. (AdictaMente)