Claudio Obregón Clairin

La risa surge del dolor propio y del ajeno, del absurdo, de darle la vuelta a lo establecido… de reconocer nuestra impermanencia y testarudez. Reír produce endorfinas y ellas nos ayudan a encontrar el bienestar mental.

Contadas son las Culturas Primigenias que representaron a la risa en lo que llamamos «expresiones artísticas». Los huastecos del Golfo de México, se diferencian del resto de las otras culturas de Mesoamérica por mostrar en su cerámica ritual la alegría por vivir.

Es un misterio el motivo de tal diferenciación visto que los huastecos compartieron la misma cosmovisión que sus contemporáneos quienes, en contraparte, nos legaron el rigor y la carencia de sensualidad en su lapidaria y en su cerámica.

Algunos cronistas de la Colonia remarcaron la ligereza del carácter de los totonacas pero su libertad sexual les horrorizó ya que las normas mentales y morales del S.XVI veían con recelo a tan noble virtud.

Un chamán me comentó en una ocasión que quien posee una vida sexual plena, prescinde del espejo y ríe sinceramente, la risa —me dijo— es el reflejo de la seguridad y el preámbulo a la libertad…

Los niños ríen de manera espontánea y en su sonrisa encontramos los secretos de una verdad ancestral que recordamos en los sueños y en la intimidad del pensamiento.

Sonriendo, ubicamos la sensación de pureza y, conforme acumulamos acuerdos con el desacuerdo, aparecen las enfermedades del alma que rápidamente saltan al cuerpo. Reír sana, nos refiere la sensación de plenitud y ligereza, una sonrisa puede descongelar a un corazón, propiciar el perdón y es el preámbulo al beso o al abrazo.

Nuestra sociedad individualista y de consumo, propicia el miedo, la incertidumbre y el desencanto. Quien ríe es considerado subversivo y genera desconfianza. Una carcajada puede ser insultante y propicia la envidia, entonces la burla y los adjetivos descalificativos decantan en quien ríe y aquellos que lo juzgan, denotan con su sobriedad las penosas limitaciones de su existencia.

La gente obesa ríe, primero de sí misma y luego de los demás, prescinde de la moda y su corazón se agiganta física y espiritualmente; los gordos son felices porque sonriendo se hartan de vida, se la comen toda y aún les sobra espacio, son insaciables porque su apetito voraz tiene un origen lúdico.

Cuando Hernán Cortés pasó por el Golfo de México camino a Tenochtitlán, recibió el apoyo del un rey gordo quien decidió enviar a su ejército a la guerra contra los mexicah (aztecas) porque no lo dejaban reír a gusto y su pueblo era sometido por la seria disciplina de los sanguinarios guerreros del Sol quienes escasamente mostraban su alegría y castigaban a sus hijos colocando su rostro directamente en la humareda de chiles asados en las brasas.

Los descendientes de las culturas precoloniales que hoy habitan en el Golfo de México, son los mexicanos más jacarandosos y ligeros, también los más mal hablados y su desnudez corporal es un distintivo de su libertad mental.

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Panimil, Centro de Estudios Antropológicos e Históricos.