En memoria de Óscar Pinto González

El año 1988 fue de grandes expectativas en el país, acogió movimientos y resistencias que la historia registra en el lugar que les corresponde. En ese entonces cuajó, en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, un proyecto editorial que dio complemento al aprendizaje de las disciplinas sociales en las aulas y abrió canales de comunicación que afianzaron vínculos y captaron el interés de una fracción de la comunidad universitaria.

Toda revista estudiantil nace con dificultades, por muy rudimentaria que resulte y por más relajado que parezca elaborarla. Implica un principio de organización, hacer acopio de material y editarlo, tareas técnicas y acciones interpersonales que ponen a prueba la paciencia y el ánimo. Distribuirla suele ser menos complicado por circular preferentemente en su plantel de origen.

La Secuoya Dialéctica fue concebida en la antesala del cubículo de un profesor que solicitó la redacción de ensayos grupales para aprobar su curso, cuando los integrantes de uno de los equipos contemplaban los inmensos árboles del vecindario en que se enclava el antiguo edificio de la calle 76 con 41 y 43 del centro de Mérida -cuyo muro conserva aún la placa que destacaba su identidad profesional- comparando las especies nativas con las exóticas. Si los antropólogos estudian las sociedades de diversos lugares y épocas, tal vez los botánicos hagan lo mismo con sus objetos de estudio -reflexionaba alguien-, y eso podría facilitar la adopción de un nombre poco trillado para un impreso en el que se dijeran algunas cosas que no tuvieron cabida en el trabajo final a evaluar. Éstos fueron los primeros pasos.

El consejo estudiantil proporcionó varios paquetes de hojas de tamaño doble carta, medida que marcó el formato definitivo de la revista. Aunque la iniciativa surgió de unos cuantos alumnos de la licenciatura de Antropología Social, su convivencia continua con los de otras especialidades motivó una mayor concurrencia de colaboradores y la consecuente diversificación temática. De ese modo se abordaron temas como las prácticas de campo, la presencia académica de las mujeres, el desplazamiento de campesinos a comunidades pesqueras, el significado histórico de la Malinche, las adicciones, los procesos de creación artística y otros más.

De los cinco números que circularon en ese año, tres tuvieron portadas que Óscar Pinto González ilustró con figuras humanas ambiguas y desafiantes; se acompañaban de un recuadro con breves citas literarias de autores como Nietzsche, Antonio Machado, Eliphas Levi, Cioran y André Breton (“Querida imaginación: lo que me gusta sobre todo de ti es que no perdonas”, en palabras del poeta surrealista).

Los ensayos heterodoxos de Jorge Franco Cáceres alternaron con los eruditos de Julio Robertos Jiménez, con parodias de la vida académica y con algún cuento de Irving Berlín Villafaña (“El pecado de Adán”), junto con chistes vueltos a freír y servidos con salsa estructural-funcionalista. Excepcionalmente, el trabajador manual Eliodoro Canché Chávez suscribió un llamamiento a los ejidatarios de Chuburná para que se abstuvieran de vender sus tierras. 

La Secuoya Dialéctica tuvo como antecedente inmediato una serie de hojas volantes que se distribuyeron en la entrada del auditorio durante la semana conmemorativa de la fundación de la facultad, y también se exhibieron como periódico mural; el primer documento está fechado el 2 de octubre de 1987.

En enero de 1989 apareció un número especial que compiló textos versificados de calidad desigual, pero entre los cuales figura un notable poema bilingüe de Fidencio Briceño Chel (“Ma’ k’ucheche’/Cuando tú llegaste”), de frescura perdurable. La cubierta de la revista la ilustró en esa ocasión Lilia Fernández Souza.

En marzo de 2000, el número 7 de Hojas de Hierba, revista parcialmente heredera de la que aquí se comenta, incluyó una evocación de las que se habían editado en ese plantel educativo durante los años previos, entre ellas la ya referida.

El campo temático de los medios de prensa escolar es vasto aunque difícil de abordar debido a la escasa disponibilidad de materiales de referencia para documentarlo, pero es preciso interesarse en él si se considera el valor formativo que entraña esta modalidad de la expresión juvenil.