Nos remonta al LSDde los años sesenta, de los Beatles, Pink Floyd, o los Rolling Stones o al éxtasis o ‘Molly’y la música electrónica en los ochenta y noventa

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

El consumo de esta sustancia, todavía minoritario, ha alcanzado su punto más alto desde 2017 y está dejando rastro en la cultura popular. Algunos defienden su poder terapéutico, pero otros advierten de su potencial destructivo. Dentro de la comunidad médica hay voces que defienden el uso controlado de ketamina para pacientes con depresión, pero su uso como droga recreativa tiene efectos muy peligrosos.Dentro de la comunidad médica hay voces que defienden el uso controlado de ketamina para pacientes con depresión, pero su uso como droga recreativa tiene efectos muy peligrosos.

Un artículo reciente publicado en la revista TheFace identificaba la ketamina como la droga icónica de esta década. “A lo largo de la historia, ciertas sustancias han simbolizado períodos específicos, y han reflejado las tendencias y los contextos sociales y culturales de esas épocas”, explica José Carlos Bousó, director científico del Iceers, una institución con sede en Barcelona dedicada al estudio de las plantas psicoactivas. “Durante los años sesenta, el LSD dejó una marca indeleble en la música, e influenció a grandes bandas de rock como los Beatles, Pink Floyd o los Rolling Stones. Lo mismo te podría decir de la MDMA y la música electrónica en los ochenta y noventa”. La metilendioxi-metanfetamina, MDMA, es una droga sintética que altera el estado de ánimo y la percepción. Su composición química es similar a la de los estimulantes y los alucinógenos. La MDMA se conoce comúnmente como éxtasis o ‘Molly’.

Aunque ya se mencionaba en canciones como Lost in the K-hole de The Chemical Brothers y Special-K de Placebo, este polvo blanco de apariencia ligeramente más cristalina que la cocaína cada vez tiene más presencia en la cultura contemporánea. Elon Musk, dueño de X y cofundador de Tesla, ha admitido en varias ocasiones consumir esta sustancia en pequeñas dosis. Un artículo de Rolling Stone de principios de año se preguntaba si la comunidad ‘queer’ tenía un problema con la Ketamina. El término “queer” es utilizado por muchas personas que consideran que no se ajustan a las normas económicas, sociales y políticas de una sociedad determinada basadas en su orientación sexual, su identidad de género y su expresión de género. El álbum debut de Brutalismus 3000, Ultrakunst, también hace referencia a esta droga. El ‘k’ ya forma parte del entretejido de las leyendas urbanas más populares, repetidas e incluso cómicas de los ambientes nocturnos. Al salir de la discoteca, un grupo de jóvenes delibera sobre el sitio al que van a ir de after: una casa o un antro oscuro. Al final se decantan por lo segundo. De camino al antro en cuestión, con una lata de cerveza Mahou Clásica en la mano, alguien cuenta una de esas anécdotas que solo les suceden “a una amiga” o “a la amiga de una amiga”: “Les paró la policía en el coche, les pilló un pollo de ‘keta’, y les dejaron esperando dentro. Al rato volvieron muy nerviosos y les preguntaron qué coño era lo que les habían quitado. Se la habían puesto pensando que era coca y ahora les tocaba conducir”.

Es sábado noche y pincha Partiboi69 en una discoteca del centro de Madrid. Los franceses, que proliferan, y los demás visitantes extranjeros bailan en una zona iluminada cerca del DJ; los más curtidos se quedan atrás, en la parte oscura y negra. Tienen entre 25 y 30 años. Llevan gafas de sol. Para ponerse, mezclan un menú protocolario que incluye algún estimulante como cocaína o speed, pastillas o MDMA. Para la última parte de la noche, un singular aporte psicodélico: Ketamina.A esta sustancia, también llamada k, keta o special K, le ha dedicado una canción Partiboi69, K OnMy D+C (Ketamina en mi polla). Aunque el consumo no es masivo, podríamos encontrarnos en su punto histórico más alto: hace unos meses, el JournalofPsychopharmacology revelaba que un 11% de la población mundial la ha probado. En Estados Unidos las incautaciones han aumentado un 349% desde 2017. En España, el 0,9% de la población la consume, de acuerdo con la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas de 2022. A esta cifra, estable en los últimos años, se debe añadir el consumo de ‘tusi’, mal etiquetado como cocaína rosa, que es esencialmente Ketamina y se ha extendido en muy poco tiempo.

Cruzar el límite ante millones de espectadores: ¿ha normalizado las drogas la cultura popular?Es la droga favorita de Gabi, una chica de 27 años, que ha ido a la sesión. Es química y tiene un trabajo estable. Antes de dormir suele fumar un porro, y un par de veces al mes sale de fiesta y se toma alguna pastilla. Probó la Ketamina hace más o menos un año, en la habitación de un hotel con su exnovio. “Fue espectacular, como elevarse a un estado de paz absoluto, no había nada en mi cabeza, todo era súper sensitivo, súper guay”. La tomó varios fines de semana consecutivos, siempre en espacios íntimos y cerrados. “En una de esas sobró un poco y me lo llevé a casa. Y un día que estaba sola abrí el balcón de mi cuarto, puse un poco de música y me pinté un tiro de keta”.Por su estructura química, la ketamina pertenece a la familia de las arilciclohexilaminas. En este grupo también se encuentran la tiletamina y la fenciclidina (PCP), que fue comercializada en 1957 con el nombre de Sernyl como anestésico hospitalario, y se retiró debido a sus fuertes efectos secundarios y a su potencial adictivo. En busca de un sustituto más seguro y con mayor utilidad médica, el químico Calvin Stevens sintetizó la ketamina en 1962. Dos años más tarde se administró en humanos por primera vez, y en 1970 la Food and DrugAdministration (FDA) aprobó su uso tanto médico como veterinario.

Hoy se usa en todo el mundo como un anestésico seguro y eficaz. A diferencia de otros sedantes, afecta mínimamente las funciones respiratorias. Su versatilidad es particularmente valiosa en entornos con recursos limitados como zonas de guerra, porque no demanda equipos avanzados para monitorizar funciones vitales y se puede administrar de distintas maneras. Induce una sedación muy distinta al resto de anestésicos. “Técnicamente se la define como anestesia disociativa, porque la persona no queda dormida, sino desconectada de su cuerpo y de su entorno. Los pacientes pueden parecer conscientes y tener los ojos abiertos, pero están desconectados de su entorno y no responden al dolor”, describe Eduardo Hidalgo, autor de un libro sobre la materia, “Ketamina” (Amargord, 2005).

Los consumidores recreativos como Gabi no buscan alcanzar estados anestésicos ni psicodélicos, sino simplemente evadirse: “Yo vengo de un cuadro de ansiedad y depresión bastante fuerte. Por lo general lo que busco en las drogas es que me disocien [la distancien de la realidad]. Cuando tomé ketamina por primera vez no sabía dónde estaba, pero sabía que estaba muy a gusto”, asegura. En dosis bajas esnifadas, actúa como un estimulante que provoca distorsiones perceptivas moderadas y una descoordinación que aún permite caminar, bailar y conversar con cierta facilidad. Produce efectos muy similares a los del alcohol. La persona puede percibirlo con una cierta estimulación, y la sensación de ir colocado. Las sustancias que tienen el potencial de ganar popularidad suelen ser compatibles con otras actividades. En este caso, una dosis baja de ketamina, permite a la persona mantener un contacto con la realidad y seguir con los pies en el suelo, en lugar de quedarse tirado en la esquina de una discoteca.

En España no hay evidencias que indiquen un aumento en el consumo de Ketamina, sin contar el fenómeno del ‘tusi’, extendido a gran velocidad. “Sin querer se ha hecho toda una campaña de marketing alrededor de esta droga, vendiéndose como una sustancia que consumen las élites [a veces también con el sobrenombre de “cocaína de lujo”]. Por eso, yo creo que estamos en el periodo histórico con el mayor número de consumidores de ketamina”, sostiene el director estatal de Energy Control. Su equipo, que se dedica a la reducción de riesgos vinculados al consumo de drogas, ha observado que aunque muchas personas ingieren ‘tusi’ pensando que es una “cocaína premium”, la dosificación varía. “A diferencia de la cocaína, el ‘tusi’ se consume más en puntitas que en rayas. Lo que significa que se están tomando dosis más bajas”, dice Vidal.

Aunque la Ketamina tiene un potencial adictivo más bajo que sustancias como la cocaína, la morfina o la heroína, está demostrado que produce una rápida tolerancia y puede dar lugar a una severa adicción. Con el uso continuado, el consumidor debe aumentar la dosis para lograr el mismo efecto. “Conviene no llevarse a engaños por el hecho de que la Ketamina tenga propiedades psicodélicas y, en general, este tipo de sustancias no produzcan dependencia. Está más que constatado que un porcentaje (tal vez en torno al 10-15%) de los usuarios habituales termina por cumplir los criterios diagnósticos de la adicción”, explica Eduardo Hidalgo en su libro sobre la sustancia.La Ketamina ha demostrado ser un prometedor fármaco en casos de depresión resistente al tratamiento, particularmente aquellos que no responden a los antidepresivos convencionales.

@SantiGurtubay

@BestiarioCancun

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