Aunque la botella de vidrio mantiene su estatus como el preferido envase para el vino, el vino en lata ha ganado terreno gracias a su conveniencia y portabilidad. Un artículo reciente en el American Journal of Enology and Viticulture explora los desafíos vinculados al envasado de vino en latas y las innovaciones tecnológicas destinadas a superar estos obstáculos.

El concepto de vino en lata no es novedoso, se remonta hasta 1917 durante la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército francés proporcionaba raciones de vino en latas de metal a sus soldados. 

La producción a gran escala de vinos enlatados comenzó en la década de 1930, con la introducción del moscatel en lata por Acampo, una bodega de California, en 1936. A lo largo de los años, varios productores han experimentado con este formato, enfrentándose a desafíos tales como turbidez y alteración del sabor debido a la interacción del vino con los materiales de la lata.

Los vinos enlatados han tenido históricamente problemas relacionados con la turbidez y olores anómalos, especialmente el olor a azufre. Estos inconvenientes se deben a reacciones químicas entre el vino y los componentes de la lata, como el aluminio y el revestimiento plástico. 

La presencia de sulfuro de hidrógeno (H2S) y otros compuestos azufrados puede modificar significativamente el aroma y sabor del vino.

A pesar de los desafíos técnicos, el mercado de vino enlatado ha experimentado un crecimiento notable, con un valor estimado de 211.4 millones de dólares en 2020 y se espera que siga expandiéndose. Sin embargo, la percepción de los consumidores sobre la calidad del vino en lata sigue siendo un obstáculo importante, ya que muchos lo consideran un producto de menor calidad con una vida útil limitada.

Para abordar los desafíos asociados con el vino en lata, la industria ha implementado diversas estrategias. Esto incluye el control del contenido de oxígeno disuelto, que afecta el equilibrio de los compuestos de azufre en el vino. Tecnologías como los tapones de rosca con membranas de permeabilidad controlada han mejorado la gestión del oxígeno, reduciendo la formación de H2S.

Otro enfoque ha sido ajustar el pH del vino y reducir los niveles de SO2, permitiendo modificar la estabilidad del producto según las necesidades de envasado. Además, es crucial reducir el contenido de metales en el vino, como el cobre y el aluminio. La utilización de agentes clarificantes y sistemas de filtración efectivos ha demostrado ser eficaz para disminuir la concentración de estos metales.

A pesar de los avances, aún queda mucho por hacer en la investigación y desarrollo de tecnologías para mejorar la calidad del vino enlatado. Se requiere un enfoque transdisciplinario que abarque las interacciones entre el producto y el envase, así como las particularidades del proceso de enlatado y las características fisicoquímicas y sensoriales del vino durante el almacenamiento.

El vino en lata representa un segmento de mercado en crecimiento con desafíos únicos y oportunidades significativas. A través de la innovación tecnológica y la investigación continua, la industria del vino puede superar los desafíos actuales y satisfacer la creciente demanda de vinos de alta calidad en formatos convenientes y portátiles.