Cada época imprime un sello de identidad colectiva en sus diversos órdenes y en sus respectivos marcos de expresión. La historia del arte rastrea las formas que adopta la sensibilidad de las comunidades que se reconocen portadoras de tendencias y movimientos gestados en su esfera de influencia, cuyo vigor les confiere un lugar significativo en la memoria de los tiempos.

El modernismo literario desató en Hispanoamérica una fuerza contenida que tuvo el acierto de asimilar elementos compositivos por los que habían transitado simbolistas y parnasianos en la Francia decimonónica, pero que traídos a la realidad del continente se sobrepusieron a modelos caducos, repetidos en fórmulas anodinas que ya en ese entonces mostraban su imposibilidad de mirar hacia adelante para ofrecer a su público una experiencia de genuino alcance vital.

En semejantes circunstancias, el advenimiento del modernismo en México atestiguó las contradicciones sociales y políticas del régimen de Porfirio Díaz, reaccionando en cierto modo a ellas, no como signo de una oposición directa sino inconformándose ante las restricciones morales que alentaba en la vida cotidiana, es decir, exhibiendo su mojigatería y sus poses hipócritas. Marisela Rodríguez Lobato aborda este proceso desde la perspectiva que brinda la integración de las artes gráficas con el quehacer de un grupo de escritores reunidos en torno de una de las publicaciones periódicas más importantes de ese periodo, tal como lo desarrolla en el libro Julio Ruelas… Siempre vestido de huraña melancolía. Temática y comentario en la obra ilustrativa de Julio Ruelas en la Revista Moderna. 1898-1911 (México, Universidad Iberoamericana, 1998).

Además de incluir un esbozo biográfico del pintor y dibujante zacatecano que le da título, refiriendo sus influencias, temas y vínculos amistosos; el volumen contiene un seguimiento puntual de sus creaciones publicadas en la revista, aun las que aparecieron en ella después de la muerte del artista. En consecuencia, se trata de una edición profusamente ilustrada que reúne interpretaciones de la investigadora en torno a las imágenes que dan fe del trazo maestro de Ruelas y que se fijan en el recuerdo de quien las contempla para ratificar de este modo su valor simbólico.

En su análisis de la personalidad de Julio Ruelas y de su desarrollo creativo, la autora refiere elementos como el desasosiego que lo envolvió, la obtención de motivos de la antigüedad clásica (si bien de una manera distinta a la que caracterizó a los románticos), su gusto de las atmósferas decadentes y el cuidado extremo que puso en su labor, todo lo cual hace de él una figura relevante que, para fortuna de las generaciones actuales, fue redimida del olvido en que por varios años la sumieron prejuicios intelectuales y menosprecios injustificados, al grado que el libro de Rodríguez Lobato se suma a otros que dedicaron pasajes, capítulos o monografías completas a este creador de altos vuelos y de sutileza eminente.

Es claro que Ruelas marcó una pauta insustituible en las páginas de la revista, y si bien es cierto que su variedad temática depende en gran medida del contenido de los textos que ilustró, otros dibujos suyos, como viñetas y capitulares, responden en cambio a una elección propia del sentido especial que plasmó en ellos, por eso es útil la clasificación que Rodríguez Lobato aporta en su libro. El equilibrio entre el poder sugestivo de los escritos publicados y de la obra gráfica se observa en muchos casos, aunque, en algunos de ellos, la segunda se impone sobre su complemento.

En lo que toca a los poemas, ensayos y relatos que Ruelas ilustró, algunos provienen de plumas de origen yucateco o campechano, de acuerdo con el índice de escritores con obras en las que Ruelas intervino con su destreza característica, registro que constituye uno de los apéndices del libro. Entre los primeros figuran José Inés Novelo y Álvaro Gamboa Ricalde, no obstante que, en el caso de éste, Marcela Rodríguez Lobato no logra ubicar su lugar de nacimiento. En cuanto a los segundos están Joaquín Baranda y Justo Sierra Méndez, lo que confirma las aptitudes literarias de estos personajes además de su peso político en los asuntos de su época.

Es probable que varios de los textos que Ruelas ilustró hayan perdido la frescura que tuvieron en el momento de su creación, pero la potencia expresiva del artista zacatecano se mantiene intacta y merece apreciarse en todo su esplendor.