Inosente Alcudia Sánchez

Cuatro décadas atrás, un inexplicable incendio había destruido al incipiente poblado. Construidas a base de madera y guano, la conflagración había arrasado con las viviendas de sus 12 mil habitantes y dejó en la miseria a sus acaudalados y emergentes empresarios. Empero, reconstruida desde sus cenizas, ahora Laguna del Carmen muestra una imagen que nos puede parecer bucólica: las calles de arena y las casas de mampostería y tejas rojas, los atardeceres apacibles y los amaneceres bulliciosos, la frenética actividad de obreros, pescadores, comerciantes. Decenas de barcos se divisan a lo lejos, en espera de un lugar dónde atracar en el muelle saturado por 25 navíos de nacionalidades diversas. El auge del palo de tinte y de la madera han convertido a la pequeña localidad en un pujante centro cosmopolita, a donde arriban viajeros de todo el mundo. La mayoría de los buques vacían sus bodegas de mercaderías y lastres para cargar las duelas y tinturas que adornarán la vida al otro lado del océano; mientras que, los de cabotaje, enlazan los puertos del Golfo de México y el Caribe.

Entre la laboriosa agitación que despertaba a los pobladores de Laguna del Carmen, Campeche, durante los festejos del año nuevo nació, en 1888, José Manuel Puig Casauranc. Quizás sus padres iban en tránsito –hacia Veracruz, hacia La Habana–, o quizás habían asentado su residencia en aquella Isla tan pródiga como calurosa. El caso es que el destino de José Manuel no permanecería atado a la ínsula de su tierra natal; sino que lo llevaría a ser un protagonista en el complejo México de su tiempo.

Hay registros que indican que Puig Casauranc cursó la educación básica en Veracruz y que se graduó de médico en la Escuela Nacional de Medicina de la capital del país. Allí comenzó a moldearse un hombre que, aunque formado como cirujano, se sintió atraído por la política. El joven José Manuel se sumergió en los círculos intelectuales de la gran ciudad, donde las discusiones sobre el futuro del país eran tan vibrantes como las aulas donde estudiaba anatomía. Obtuvo su título como médico cirujano, pero la política lo sedujo: había que forjar una nación que demandaba de sus talentos. Su carrera pública comenzó a tomar forma durante el gobierno de Álvaro Obregón, pero fue bajo la tutela de Plutarco Elías Calles –a quien coordinó su campaña presidencial– cuando su nombre se consolidó en la política nacional. Fue diputado federal en dos ocasiones, senador por Campeche, Jefe del Distrito Federal, Secretario de Educación Pública, de Gobernación y de Relaciones Exteriores.

Bajo la dirección de Puig Casauranc, la SEP buscó integrar a un país fragmentado. Las aulas rurales se multiplicaron, llevando la educación a rincones remotos, donde la modernidad apenas asomaba. Además, fue un defensor entusiasta del muralismo mexicano, apoyando a artistas como Diego Rivera, cuyos murales contarían la historia de un México en transformación. Para Puig Casauranc, la educación no solo se impartía en los libros, sino también en las paredes, donde las imágenes poderosas de la lucha y la esperanza inspiraban a todos.

Como Secretario de Gobernación, le correspondió contribuir a sanar las heridas de la Guerra Cristera. Puig Casauranc, con su habilidad para negociar y su visión política, jugó un papel crucial en los esfuerzos por estabilizar la nación, navegando con cuidado entre las demandas del gobierno y las tensiones con la Iglesia.

La influencia de Puig Casauranc no se limitó a las fronteras nacionales. Después de negarse a coordinar la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas, fue embajador de México en Francia y en Cuba, donde proyectó la imagen de un país que estaba decidido a dejar atrás su turbulenta historia y abrazar la modernidad para ocupar su lugar en el escenario internacional. 

Acaso el momento más trascendental de su carrera llegó en 1929 con la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Como uno de los arquitectos de esta formación política, contribuyó a diseñar un partido que institucionalizaría la Revolución Mexicana y marcaría el rumbo de la política nacional durante las siguientes décadas. El PNR, precursor del PRI, se convirtió en el eje de la estabilidad política en México, una obra a la que Puig Casauranc dedicó imaginación y conocimiento, talento y entusiasmo.

Retirado de la política, dedicó los últimos años de su vida a ejercer la medicina y a escribir para periódicos de la capital. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. José Manuel Puig Casauranc falleció en 1939, dejando una historia que debería resonar en la memoria de Campeche. Desde su origen en Laguna del Carmen, hasta su papel en la escena política y cultural del país, su vida refleja el viaje de México hacia la modernidad, un país que él ayudó a construir con su visión y compromiso.

*Este texto se lo debo a don Ramón Félix Santini Pech.