A 177 años de distancia… – Así nos vemos
3 Ago. 2024Edgar Prz
Al caminar por el casco histórico de Felipe Carrillo Puerto es irresistible no evocar a la nostalgia, dejas volar tu imaginación y te transporta a esos días aciagos, cruentos, amargos, duros, cuando la sublevación estaba en sus mejores momentos. La historia oral es la que predomina y se ha conservado al paso de los años. Las edificaciones que la conforman le proporcionan ese aire de misticismo, ese espíritu combativo, esas ansias de libertad, de soltarse de las sogas del sojuzgamiento, el maltrato, de las injusticias, de todo aquello que olía a maldad…
Inerte, impávida, la Iglesia Central, con 30 metros de largo, 18 de ancho, 12 metros de altura, tiene cinco contrafuertes en cada lado y una bóveda de concreto. De aspecto sobrio, austero que ha servido de chiquero, de cuartel y ahora como centro impartidor de la fe católica. Al lado está una capilla que en ocasiones fungió como salón de clases. Cerca está la no bien recordada Pila de los Azotes, como mudo testigo de los crueles castigos que en ese lugar se daban. Las arrobas eran una medida de castigo que consistía en siete latigazos y el Tatich decidía cuántos se les darían.
Eran una muestra de orden, de respeto, con la cual se castigaba a los infractores, a los desobedientes, se les daba una escarmiento público para que antes de volver a delinquir, lo piensen, además que les de vergüenza ante la población. Atrás como vigilante, como simple cuidador está el edificio del antiguo Internado para Jóvenes Indígenas “Lázaro Cárdenas del Río”, que fue un excelente referente de cómo debería ser la educación, la correcta educación, la sana educación y la educación integral que aún no se pensaba pero en ese internado ya se practicaba. Alternaba la educación con labores del campo, les enseñaban la manera adecuada de vivir, a trabajar la madera en el taller de carpintería.
De ese lugar salieron demasiados, muchos profesionistas que son el reflejo de la superación son el mejor ejemplo; como dice Savater, la educación es liberadora, transforma a las personas y el internado fue la cuna de varios personajes que no solo transformaron sus vidas, sino también las de sus familias.
Esa era una verdadera educación, no como ahora con tantas universidades patito, con tantos programas de estudio que son muy superficiales, en tres años y solo estudiando los fines de semana te extienden tu constancia o título sin saber, sin conocer a profundidad tu profesión, por ello hay muchos vivales producto de ese mercantilismo…
El Parque Central fue sitio de reuniones, centro del poblado, lugar obligado en donde se tomaban las decisiones, se armaban los planes de ataque, de defensa, los derroteros y acciones a seguir. Antes el parque tenía árboles de aguacate, laurel, de naranja dulce, almendra y un kiosco cuya parte de abajo en una época sirvió como cárcel pública…
En 1847 da inicio la Guerra de Castas, conocida ahora como la Guerra Social Maya. En 1850 los mayas abandonan el cerco que tenían establecido cerca de Mérida, Yucatán y se regresan a la parte sudoriental de la Península, a lo más inhóspito de la selva y José María Barrera, Manuel e Hilaria Náhuat fundan Noh Cah Chan Santa Cruz Balam Nah.
En 1901 el general Ignacio Bravo toma la ciudad para pacificar a los indígenas y le cambia el nombre a Chan Santa Cruz de Bravo. En 1934 el Congreso de Yucatán decide ponerle Felipe Carrillo Puerto, en homenaje al prócer yucateco. Durante poco más de 50 años fue la capital y santuario de los mayas rebeldes, una resistencia que espantaba. Tuvieron un gobierno autónomo, el culto a la Cruz Parlante fue el soporte de una rebeldía que esculpió una identidad, que ha sobrevivido a los naufragios del tiempo. Guiados por la mística basada en la convicción de ser un pueblo elegido por las antiguas profecías, así lo menciona el historiador Jorge González Durán.
Han pasado 177 años y la romería de los festejos se siguen presentando, aunque ya no con la misma vistosidad de años atrás, cuando la euforia del pueblo se dejaba sentir. Actualmente las condiciones no han cambiado mucho, las demandas se han alejado, las condiciones de vida de los indígenas siguen siendo difíciles, duras, el atraso se percibe, se siente, se olfatea y las autoridades dan paliativos, dan medicinas, pero no se emplean a fondo, por ello surgen varias interrogantes de estos festejos que hace 50 años se iniciaron, ¿en que han modificado y ayudado para mejorar las condiciones de vida, para elevar su calidad y los estándares? ¿Será que fueron muchos los pecados que a 177 años de distancia muy poco se ha avanzado? ¿Será que si se abaten los grandes problemas ya no habría motivos para celebrar? El alcalde de Tihosuco insiste en pedir calles, ampliación de energía eléctrica, construcción de su avenida principal, acciones que hace años debieran estar resueltas, parece que la modernidad está peleada con nuestras comunidades mayas y aún se atiende a cuentagotas. En este sexenio federal y con la gestoría de Mara Lezama y la dedicación de Mary Hernández las cosas tienden a cambiar, llegaron las obras federales, hay más apertura y están permitiendo que jóvenes mayas participen en la construcción del desarrollo de sus comunidades. La luz recupera su brillo perdido con Carlos Joaquín, quien los ignoró, por eso se avanza muy poco, pero se vive de la marca Maya. Ojalá de manera integral ya llegue el desarrollo esperado y la brecha de la desigualdad no se siga ampliando.
Los mayas merecen tener otro destino, la profecía del Chilam Balam sigue vigente: “Esta guerra no se ha perdido en esta tierra, porque esta tierra volverá a nacer…”
Mejor seguiré caminando y cantando “si me dieran a elegir una vez más elegiría a esta tierra sin pensarlo, porque no hay nada que pensar…”