Claudio Obregón Clairin

Refiriéndonos a las tallas de mujeres desnudas conocidas como “Venus Paleolíticas” y desde el punto de vista arqueológico, carecemos de datos que nos permitan confirmar que se trata de imágenes relacionadas a una sociedad de matriarcado con veneración a la fertilidad representada en el cuerpo femenino.

La mayoría de las Venus Paleolíticas Europeas se han ubicado en contextos domésticos, entierros o basureros.

La Venus de Lespugue, Francia, en su forma devela también un sexo masculino, cuenta con  una base puntiaguda para enterrarse en el suelo y estuvo asociada con la cercanía a una fogata, lo que sugiere que su sombra se proyectaba, danzante, sobre un muro en tanto el abrigo del fuego alimentaba y daba calor a quienes estuvieron a su alrededor.

Para los historiadores masculinos desde el s.XIX, el papel de la mujer se remite a la reproducción y a la permanencia de la especie: expresiones de una limitada y reduccionista  visión de la sensualidad femenina.

No todas las Venus Paleolíticas fueron exuberantes en sus cuerpos, las hay delgadas en Rusia y Georgia, existen también representaciones de falos y hasta juguetes sexuales en forma de enormes penes y, en algunos casos, tallaron dos penes juntos, como los encontrados en las Cimas de Atapuerca, España, que sugieren una masturbación consensuada entre dos individuos. La arqueología cuestiona con evidencias a la sexualidad paleolítica, y con ella, a las estructuras sociales de los tiempos sin memoria pétrea,

Las Venus pudieran expresar además de —o en lugar de—  la reproducción y la voluptuosidad: a los valores estéticos de las mujeres de aquellos tiempos, pudieron ser las expresiones plásticas de la sensualidad, el erotismo o la proyección lívida y, en el caso de las Venus Delgadas de las tumbas de Rusia, una proyección de las mujeres más allá de sus vidas, entre otras interpretaciones igualmente válidas a las del machismo interpretativo vigente, ya que  ninguna de entre ellas y en honor a la verdad, posee los elementos y/o los contextos arqueológicos que confirmen sin dudas, su funcionalidad.  

El estudio de la historia paleolítica inicia formalmente en 1860 y, desde entonces, la mayoría de los estudiosos han sido hombres, la interpretación de ese milenario pasado histórico se realiza a rajatabla, igual para todas las culturas, se presume estático durante 25 mil años, devela los prejuicios y seducciones mentales de quienes la tornan tangible.

La película “El Cavernícola” con la actuación estelar de Ringo Starr, nos refiere precisamente a esa errónea y machista interpretación del pasado histórico paleolítico.

En su reciente obra publicada, «L’homme préhistorique est aussi une femme”, Marylène Patou-Mathis, directora de Centro Nacional de Búsqueda Científica del departamento de prehistoria del Museo Nacional de Historia Natural, Francia, descobija científicamente a los 180 años de estudios paleolíticos machistas al comprobar que no existe ninguna prueba científica para sostener que la invención del fuego, la cacería, la elaboración de herramientas y armas o la realización de pinturas rupestres fueron actividades exclusivamente masculinas.

Marylène comentó en una entrevista para la revistas Sciences et Avenir: “Los especialistas paleolíticos, en su mayoría hombres, toman como modelo interpretativo del tiempo paleolítico a las sociedades de cazadores-recolectores actuales, entre las que en su mayoría, existe una división de trabajo en función del sexo. Ellos pretenden que las tradiciones, las estructuras sociales en esas sociedades no evolucionaron durante 10 000 años, que son humanos prehistóricos fosilizados y que las mujeres no están genéticamente programadas para ocuparse de actividades económicas”.

Patou-Mathis explica que los vestigios arqueológicos demuestran que las mujeres neandertales utilizaban lanzas, los análisis del ADN indican que algunas mujeres fueron robustas y participaban en la cacería. Recientemente, en Perú, se encontró un entierro paleolítico femenino en el que se descubrió a una mujer cazadora. La especialista en neandertales afirma: “la jerarquización entre los géneros solo se fundamenta en prejuicios que es urgente deconstruir”.

Existen innumerables dudas sobre los mensajes del metalenguaje plástico rupestre ya que en muchos casos, los animales que se representan no son los que cazaban y comían, algunos de ellos están asociados a intenciones totémicas, algunas pinturas están representando movimiento y diferentes planos visuales como existenciales, pero lo más importante de todo, es que su longevidad pasa desapercibida por la interpretación y se presupone una única temporalidad e intención en todo el arte rupestre. Sin embargo, la noble verdad del movimiento establece que un mismo símbolo puede contener diferentes significantes a través de los siglos e igualmente un significante se expresa a lo largo del tiempo con diversos símbolos. Basta mensurar y reconocer que el tiempo que transcurrió desde las pinturas de Chauvet y las de Lascaux es el mismo tiempo que media entre las pinturas de Lascaux y nosotros. En este escenario, de igual manera las relaciones sociales de las comunidades humanas paleolíticas de todo el mundo evolucionaron en función de dos aspectos fundamentales: el territorio y los animales de caza.

Algunas interpretaciones de corte marxista-leninista infortunadamente establecieron por axioma que en aquellos lejanos soles paleolíticos existió un comunismo primitivo; sin embargo, tampoco tenemos prueba arqueológica de ello… tengo para mi que “en aquellos longevos periodos de cazadores-recolectores, nuestros mayores tuvieron las mismas oportunidades… pero para diferenciarse”.

En ese marco de referencia, las mujeres participaron socialmente en equidad ya que delante a los predadores o las necesidades básicas de subsistencia, resistencia y continuación de la especie, la diferenciación machista de género, es una limitante interpretativa de nuestra realidad histórica que por fortuna se está desmontando para abrir una ventana en el lado del horizonte que estuvo tapado por los prejuicios y por el talante de la interpretación machista de la Historia.

Marylène Patou-Mathis comentó en una conferencia en el Museo del Hombre de París que los valores que dividen a los géneros está tan arraigados en el inconsciente colectivo humano que quien dibujó a la cazadora paleolítica peruana con un Atl-Atl que vemos en la fotografía, pintó de «rosa» el atuendo de la mujer cuando en aquellos soles paleolíticos no habían aún descubierto los tintes rosas y más aún, su vestido, apunto yo, es muy recatado ya que los cazadores-recolectores aún no utilizaban el tejido en un bastidor de cintura o colgante, de tal suerte que la imagen que refiere al extraordinario y reciente descubrimiento paleolítico en Perú, está tan arraigada la errónea diferenciación de género que quienes expresan plásticamente las novedades arqueológicas, son traicionados por aquello que denuestan…

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