«Chavita» Trinidad, el guerrero que venció a la muerte
1 Nov. 2024* En la cúspide de su carrera, un giro inesperado cambió su vida. Un violento ataque casi le costó la vida, dejándolo con heridas críticas y reduciendo su peso a apenas 20 kilos. “Los médicos decían que nunca volvería a caminar”, cuenta Alejandro. “Sin embargo, en uno de mis peores momentos, tuve una visión; un ángel me dijo que sí lograría levantarme”.
Por Sergio Masté
Con apenas 24 años, Alejandro «Chavita» Trinidad es una historia de lucha y superación que parece extraída de una película. Un día, la tragedia tocó a su puerta cuando recibió varios impactos de bala que lo llevaron al hospital y lo mantuvieron debatiéndose entre la vida y la muerte durante nueve largos meses. Tras 29 cirugías, y algunas más por venir, Trinidad ha demostrado que, si bien el boxeo le enseñó a golpear y a esquivar, la vida le enseñó a levantarse con fe y valentía. Hoy, “Chavita” no sólo está vivo, sino que continúa su pasión por el boxeo como entrenador y motivador para jóvenes en el gimnasio de Wilbert “Huracán” Huicab en Quintana Roo.
– Alejandro, tu historia comienza desde muy joven en el mundo del boxeo. ¿Cómo surgió tu inclinación por este deporte?
– La afición nació gracias a mi padre, quien también fue boxeador. Desde pequeño, lo veía entrenar, aunque al principio no me gustaba recibir golpes. Con el tiempo, eso cambió, y el boxeo se convirtió en algo fundamental en mi vida, en un espacio para demostrar mi perseverancia y disciplina.
– A lo largo de tu carrera amateur lograste importantes reconocimientos. ¿Qué significan para ti esos logros?
– Son el fruto del esfuerzo y de muchas horas de sacrificio. Ganar los Guantes Dorados y el cinturón maya fue una experiencia inolvidable, como también representar a mi país y ser reconocido como mejor deportista en 2017. Todo eso me enseñó a valorar cada paso en este camino, sin importar las dificultades.
– ¿Cómo fue tu transición al boxeo profesional?
– Fue un reto enorme. A diferencia del amateurismo, en el profesionalismo empiezas de cero y hay poco apoyo. Las peleas no siempre salen, y muchas veces tienes que prepararte para enfrentarte a la incertidumbre. A pesar de esto, logré mantenerme invicto en mis siete peleas. La verdad, ser profesional te enseña que debes confiar en ti mismo y adaptarte rápidamente.
– Luego viviste un giro inesperado en tu vida tras un incidente que casi te cuesta la vida. ¿Cómo enfrentaste esa situación tan difícil?
– Fue una batalla que jamás imaginé pelear. Las secuelas fueron muy graves: estuve al borde de la muerte, llegué a pesar sólo 20 kilos y los médicos decían que nunca volvería a caminar. Pero tuve una motivación muy fuerte. En uno de mis peores momentos, tuve una visión, un ángel me dijo que sí lograría levantarme, y eso fue todo. Me agarré de esa esperanza, paso a paso. Convertí cada esfuerzo en mi mejor pelea.
– Hoy en día, aunque no puedes competir, sigues ligado al boxeo. ¿Cómo es esta etapa para ti?
– Ahora soy entrenador y estoy enfocado en ayudar a otros. Lo vivo con la misma pasión; a los jóvenes les enseño que el boxeo no es solo golpear, sino poner el corazón en todo lo que hacen, dentro y fuera del ring. Me da una enorme satisfacción ver cómo ellos progresan y entender que mi experiencia puede ayudarlos a ser mejores.
– ¿Qué les dirías a quienes enfrentan obstáculos en sus vidas?
– Que no se rindan, que cualquier desafío puede convertirse en una oportunidad para salir adelante. Yo tuve momentos difíciles, perdí amistades, pero eso me mostró lo valiosas que son las personas que realmente te apoyan. Todo lo que enfrenté me hizo más fuerte, y no cambiaría nada de lo que viví.
– Has dicho que el boxeo es un “arte” y “tu vida”. ¿A qué te refieres con esto?
– Para mí, el boxeo es mucho más que un deporte, es un reflejo de quién eres. Te enseña a resistir, a ser disciplinado, y a valorar cada victoria. Aunque yo ya no pueda subirme al ring, el boxeo sigue siendo mi vida; es un deporte celoso, egoísta, pero, al final, te da todo si sabes respetarlo.
– ¿Qué esperas de tu futuro y el de tu hermano, a quien entrenas actualmente?
– Mi sueño es que él me supere, que alcance logros mayores a los que yo conseguí y que demuestre su talento y esfuerzo en cada combate. Me visualizo como un gran entrenador, alguien que inspire a las nuevas generaciones a no rendirse, a dar lo mejor de sí.
– ¿Cómo definirías tu historia, Alejandro?
– Mi historia es de lucha, de nunca rendirme. Me enseñó que las victorias no solo se ganan en el ring, sino en la vida. Soy afortunado por estar aquí, compartiendo mi experiencia y ayudando a otros. La vida me dio una segunda oportunidad, y no pienso desaprovecharla.
El apodo “Chavita” lo acompañó desde sus inicios en el gimnasio, donde asistía con otro boxeador con gran parecido al que le llamaban “Chava”, (q.e.p.d.) y le decía era su hermano. Aunque le ofrecieron cambiarlo por algo más intimidante, “Chavita” siempre prefirió mantener el nombre en honor a su compañero y como símbolo de su humildad. Para él, “el apodo no importa, lo que importa es el boxeador”.
En el hospital, Alejandro combatió su peor pelea: “Me decían que no tenía probabilidades, pero mi único pensamiento era volver a boxear. Mi papá me dijo que lo pensara como si fuera una pelea, y así lo hice. Esa fue la motivación que me permitió salir adelante”, comparte Alejandro con emoción.
Aunque extraña el boxeo con toda su alma, Alejandro se considera afortunado de estar vivo y de poder compartir sus conocimientos con la próxima generación.
La historia de Alejandro “Chavita” Trinidad es una de esas que trasciende el deporte, mostrando que el verdadero combate está en la voluntad de seguir adelante y en la gratitud por cada victoria, en el ring y en la vida.