COMPARTIENDO CON EL ASTROFÍSICO ROBERT LAMONTAGNE
10 Ene. 2021LA COVACHA DEL AJ MEN
CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN
Durante una comida previa a la conferencia que en 2012 dicté en compañía del astrofísico Robert Lamontagne, en la Universidad de Montreal, platicábamos sobre los misterios del cosmos y de los avances tecnológicos que nos permiten identificar posibles vidas más allá de nuestro Sistema Planetario Solar.
Una ensalada griega me fue servida cuando el maestro Lamontagne me dijo: la Energía Oscura constituye el 73% de nuestro universo, el 23 % es materia oscura y, únicamente el 4%, son átomos, es decir: las estrellas, los planetas, ésta mesa, tú, yo, la ensalada y todo lo que alcanzan a ver tus ojos. Entonces somos minoría en el cosmos —comenté y reflexioné— ¡la materia es una marginal percepción de la existencia! De acuerdo —me contestó y abundó— además, uno de los grandes misterios del cosmos, es que hasta el momento, desconocemos qué es la Energía Oscura, así la nombramos, también la medimos, pero no la vemos.
Llegó una deliciosa sopa de verduras y comenté a Robert que había leído hace tiempo que el astrofísico Andrei Linde propuso que nuestro universo en realidad habita en un “multiverso” y que a su vez está constituido de otros miles de probables universos, pegados unos junto a los otros como pompas de jabón; que el nuestro, por particulares circunstancias de su creación, se compone de materia pero es factible que existan otros universos compuestos de antimateria, a lo que Robert apunto: esa propuesta plantea que todos ellos se encuentran en expansión, como si los inflaran y, en nuestro universo, la materia se expande y tiende a descomponerse para crear vacíos, las estrellas y las galaxias se alejan entre sí, pero esa expansión tuvo un origen hace trece mil setecientos cincuenta millones de años en un vacío casi total en el que circulaban unas partículas subatómicas y dos de ellas chocaron entre si, provocando la concentración energética que dio lugar a nuestro universo, ese fenómeno es lo que llamamos Big Bang.
Robert Lamontagne es el director de uno de los telescopios más importantes de Norteamérica, el del Observatorio Mont Mégantic. Dirige un equipo de científicos que revisan todos los días decenas de gráficas capturadas por el poderoso telescopio y, con las sutiles variables de sus registros, identifican agujeros negros o planetas que orbitan estrellas similares al Sol.
Robert me comentó que Venus experimenta un invierno nuclear, por lo tanto, emite más luz de su interior que la que refleja del Sol y como en relación a la Tierra, su órbita está más cercana al Sol, acompaña a nuestra estrella saltando del alba, al crepúsculo. Le comenté que los mayas históricos ritualizaron el paso de Venus por los horizontes, que su presencia estuvo relacionada con las Guerras Mayas, que fue invocado como una entidad divina para obtener fortuna en los combates y en las ambiciones humanas.
Abundé que los mayas históricos midieron la dinámica del movimiento celeste, y así dieron sentido a sus creencias. Ya que los movimientos astrales son cíclicos, pudieron predecir calendáricamente el movimiento de los planetas y el de las 13 constelaciones que circulan por la Eclíptica. “Su religión fue matemática y el credo se constataba”.
Tomamos un delicioso café y después de bordear otros secretos y enigmas de la ciencia y del cosmos. Le informé que durante la conferencia que dictaríamos al día siguiente en la Universidad de Montreal, mostraría una fotografía de la Estela 1 de Coba que tenía una fecha de Cuenta Larga que era realmente impresionante. Estimado Robert –le dije– me comentaste que el origen del universo aconteció hace 13 750 000 000 de años y, para graficar esa cifra, utilizamos 11 dígitos. Pues bien, la fecha de Cuenta Larga de Coba que te comento, equivale a casi 4 veces la historia del universo ya que se precisan de 42 dígitos de nuestro sistema arábigo para visualizarla.
Robert y yo guardamos silencio, nos miramos, sonreímos al comprender la magnitud de la fecha y la capacidad intelectual de los mayas históricos para concebirla.
Pidió la cuenta, yo te invito —me dijo— y concluyó: me da gusto compartir contigo la conferencia de mañana, vamos a transmitir conocimiento y, justamente, es la sustancia de la vida.