Claudio Obregón Clairin

La científica mexicana Silvia González, de la universidad John Moores, en Liverpool, develó con sus estudios que desde tiempos sin memoria pétrea y hasta hace 200 años, en Baja California Sur habitaron los Pericués, individuos que contradiciendo las teorías oficiales de las migraciones al Continente Americano, no provinieron de Asia sino de Australia y las Islas del Pacífico.

El rostro reconstituido de «La Mujer de las Palmas» —con 10 mil años de antigüedad y ubicada en un río subterráneo cercano a Tulum— evidencia que existió una lejana migración proveniente del sureste de Asia (Indonesia) en tiempos paleolíticos.

La fisonomía de los habitantes de San Agustín, Colombia, al igual que la de los olmecas, demuestra un origen africano mezclado con migraciones asiáticas. Los vikingos llegaron antes que Colón al Continente Americano y aportaron su material genético a los pueblos amerindios.

Cuando nacemos, algunos mexicanos —tanto mestizos como descendientes mesoamericanos— portamos en la espalda baja la llamada «mancha mongólica» una especie de hematoma que revela nuestra ascendencia mongólica.

A la luz de las evidencias que demuestran migraciones milenarias provenientes de todos los continentes, concluimos que la Globalización inició miles de años antes que la promocionara Margaret Tatcher.

El sentido de pureza racial, étnica, cultural y lingüística, es absurdo. Genera racismo, marginación, indiferencia, nubla la percepción sobre nuestros orígenes y nos impide comprender a la impermanencia como una verdad universal. Delante a lo inaceptable, la sensación de desamparo es atenuada con la percepción profética del final de los tiempos que se anuncian siempre próximos por lo que percibimos que nuestra existencia está constantemente en peligro, esta situación límite nos conduce a la resignación religiosa.

Los Hechos

Nuestro planeta ha pasado más tiempo congelado que como ahora se encuentra. Durante miles de años —quizá 100 mil— el Hemisferio Norte se mantuvo congelado y la altura de los glaciares se medía en kilómetros. En aquellos soles, los océanos se encontraban al menos 100 metros por debajo de su nivel actual y, entre África y América, estaban esparcidas una serie de islas que pertenecen a la Dorsal Mesoatlántica, una cordillera hoy sumergida y que pudieran ser un puente que pudiera permitir las navegaciones humanas desde África a América; sin embargo, recientes estudios genéticos a osamentas olmecas, indican que no cuentan con el material genético africano. Ahora bien, lo enigmático es que las culturas más antiguas de nuestro continente se encuentran en Suramérica y son de origen negroide y asiático como lo desvela la estatutaria de San Agustín y Chavín, en Colombia y Perú respectivamente.

Si como apunta la versión absolutista que presupone que Beringia fue el único paso de los ancestros paleolíticos que poblaron el Continente  Americano, la pregunta es: ¿por qué develan los primeros habitantes americanos trazos somáticos negroides? ¿Tendría sentido que pueblos de origen negroide ascendieran a los glaciares en busca de presas que bordeaban la nieve? Es inexistente la presencia de individuos negroides junto a los Inuit o Dorset… Quizá el desarrollo pudiera ser otro y los individuos de origen negroide llegaron primero a Sudamérica y después a Mesoamérica, navegando desde Australia y/o las islas del Pacífico, en donde los aborígenes cuentan con rasgos negroides.

Es revelador que los estudios de ADN de huesos de pollo hallados en la península de Arauco, en el sur de Chile, el equipo de científicos de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, dirigido por la doctora Alice Storey, ubicaron huesos de gallinas (originarias de la India) que fueron datados 1500 años antes de la llegada de los peninsulares a América y, en el sitio arqueológico Monte Verde I, Chile, el arqueólogo Tom Dillehay, descubrió presencia de fauna extinta cazada por humanos hace 33 mil años. Tal descubrimiento científico realizado por Dillehay en 2013, contradice la versión de un poblamiento de nuestro continente por Beringia.

Aunque una parte de los científicos se resiste a estos datos, por lo que sigue en pie la discusión del poblamiento unidireccional del Continente Americano. La evidencia arqueológica indica que ya había individuos paleolíticos en Sudamérica antes de que los glaciares se descongelaran y pudieran atravesar Beringia. Uno de los pueblos que aún subsiste de las primeras migraciones asiáticas se denominan Mapuches y viven en Chile y Argentina. Sus tradiciones milenarias paulatinamente se han perdido por la culturización de Occidente; sin embargo, aún persisten trazos de usos y costumbres emparentadas con las tradiciones chamánicas siberianas que interpretan a la naturaleza con respeto y simbiosis. Lo que también es otro enigma porque los mapuches están chamánicamente emparentados con las poblaciones de Altai y el Tíbet pero sus ancestros paleolíticos (así lo comprueban los estudios) estuvieron ya presentes antes de que los glaciares del Norte les permitieran descender de Beringia a Sudamérica.

La Condición Humana

A mi entender, existe un mito sobre el sentimiento amoroso de aquellas sociedades ancestrales hacia su medio ambiente. La naturaleza es violenta, no amorosa, los animales se aniquilan entre sí, hay transformaciones permanentes del medio ambiente y cuando ambas situaciones se interpretan con la moral, nos conducen erróneamente a la culpa y a la demagogia cultural.

Somos lo que somos por haber matado al otro y por compartir los alimentos, lo seguimos haciendo aún en las sociedades industrializadas.

La conducta violenta del ser humano es una respuesta simbiótica a la esencia de nuestro medio ambiente. Es por ello que afirmo que el Desarrollo Sustentable es un absurdo, todo desarrollo implica degradación, podemos atenuarlo, pero no está en nuestra condición hacerlo. Para salvar a la Tierra, primero tendría que desaparecer el género humano. Hemos llegado al punto de la sobrepoblación y explotamos irracionalmente nuestros recursos, ambas situaciones son producto de la dinámica del Cosmos, podría ser diferente ya que contamos con criterio y conciencia, pero no es así,  nuestra animalia es más fuerte que la razón.

Tanto las sociedades de cazadores como las agrícolas y las urbanas de consumo reproducen los mismos esquemas jerárquicos, la diferencia entre ambas estriba en la percepción energética, religiosa o racional de nuestra existencia.

Los chamanes de la antigüedad paleolítica fueron intermediarios con las entidades divinas, los espíritus y las conciencias inorgánicas; las Señoras Religiones tuvieron en los ministros de culto a los intermediarios con Dios y, hoy, alejados de los rituales, la contemplación y el silencio, la tecnología nos comunica en la soledad y normaliza la degradación familiar como núcleo social y económico.

En el universo de los cazadores, los chamanes procuraban la salud mental y física de sus comunidades, durante el oscurantismo occidental fueron perseguidos y negados. En Occidente, como resultado del individualismo plastificado, se ha tergiversado su función, confundiendo al chamán con el showman.

La Primera Gran Divisoria aconteció hace 12 mil años en Karahan Tepe y Göbleki Tepe, en Turquía. Los seres humanos se congregaron para construir los primeros templos y perfeccionar la domesticación de las plantas y animales que había iniciado siglos antes. A partir de esas congregaciones de cazadores recolectores y primeros agricultores, comenzó el sedentarismo, la inclusión de cereales en la dieta así como el consumo regular de lácteos. La vida sedentaria, el cambio de alimentación y la dieta de lácteos, propiciaron que las mujeres pudieran embarazarse con mayor frecuencia, consecuentemente, en unas cuantas generaciones  se incrementó la población de manera exponencial y siglos después, surgió tanto la propiedad privada como los excedentes agrícolas que provocaron la desigualdad social hereditaria, la sumisión ideológica y física de las mujeres… pocos siglos después, surgieron las primeras sociedades urbanas.

Estado del Tiempo

Hoy, tú y yo, nosotros todos, edificamos La Segunda Gran Divisoria, se trata de un momento de transfiguración radical en la Historia de la Humanidad en el que el se fomenta el individualismo por encima del colectivo. Somos la generación de transición a la realidad virtual, ingresamos a la era digital, aquélla que en lugar de ver al otro a los ojos, procura una comunicación cibernética condicionada y atrapada entre redes.

Heredamos de las sociedades agrícolas el deseo de progreso a ultranza y de la subsistencia, pasamos al excedente, a las guerras territoriales. Deseábamos provocar abundancia, pero con el tiempo, hemos generado escasez y desperdicio. Con la Internet comprobamos que nunca antes estuvimos tan interconectados pero con tanta soledad y simulación a nuestro alrededor.

El término alemán Zeitgeist designa al espíritu de cada tiempo, Carlos Castaneda escribió que el chamán Don Juan le refirió que los antiguos habitantes de estas tierras nombraron “Tonal de los tiempos” a ese espíritu particular que refiere a un periodo histórico. El tiempo cuenta con diferentes espíritus e interpretaciones, de hecho el tiempo, por su esencia, es continuo y por lo tanto, siempre cambiante.

Todos los cambios en los espíritus de los tiempos se refieren a la mejor manera de sobrevivir y esos cambios en realidad son actos de selección ya que la transfiguración se da a partir de lo que se conserva y se deconstruye.

En el espíritu de nuestro tiempo transformamos la verdad porque no somos capaces de verla de frente. Observo  también que nuestros pensamientos se encuentran enfocados principalmente en la productividad, el mercantilismo, los servicios, la violencia y la simulación; pensamos que generamos riquezas pero en realidad producimos escasez porque la plusvalía y la imposición de las inversiones por encima de nuestra sobrevivencia, nos han conducido a un vacío escenográfico donde el sentido de nuestras vidas se reduce a las necesidades de la mercadotecnia. 

Seguimos…

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