La lucha armada dejó una impronta clara en la vida de México durante los primeros gobiernos emanados de la Revolución, tanto por el hecho de que muchas prominentes figuras de autoridad ostentaran grados militares como porque en ese proceso de reacomodo hubo líderes y caudillos que echaron mano de métodos violentos para rubricar acciones comprometidas en las disputas de poder, dándose a notar inconformidades y discrepancias que tuvieron desenlaces cruentos.

En la década de los veinte hubo movimientos rebeldes como los que se asocian con los nombres de Adolfo de la Huerta, Francisco Serrano, Arnulfo R. Gómez y Gonzalo Escobar, con una continua rotación de posiciones políticas en la que antiguos aliados se convirtieron en enemigos circunstanciales por representar facciones contrarias. El entramado institucional aún mostraba eslabones débiles para contener venganzas y supresiones arbitrarias al calor de los intereses en pugna.

La candidatura de Plutarco Elías Calles como sucesor de Álvaro Obregón en la presidencia suscitó el rechazo de un sector de la ciudadanía y en particular de varios generales, fraguándose así la llamada rebelión delahuertista. De manera paralela, Obregón tuvo la urgencia de que el Senado aprobase los acuerdos suscritos con Estados Unidos para ganar legitimidad ante el país vecino e influir en el ánimo de los mexicanos. En este contexto se desató una intensa presión sobre los integrantes de la Cámara Alta para validar dichos convenios. La negativa de quienes vieron en ellos un atentado contra la soberanía nacional dio como uno de sus resultados el asesinato del senador campechano Francisco Field Jurado el 23 de enero de 1924.

Una biografía del legislador mencionado y un relato de los hechos que llevaron a su muerte violenta están contenidos en el volumen Francisco Field Jurado. La valentía patriótica de un hijo del Instituto Campechano, de Ambrosio Gutiérrez Pérez (Campeche, Instituto Campechano, 2023), que recurrió a la consulta de varias obras para darle sustento bibliográfico, entre ellas los documentos personales del senador Field que su hija Adda María dio a publicar en 1986, y el libro de Vito Alessio Robles acerca de los tratados de Bucareli. Nacido en Palizada, Field Jurado fue primo del poeta Manuel García Jurado, de aliento modernista, e igual que él se desempeñó como abogado y ocupó diversos cargos públicos.

Aunque el crimen no fue castigado las evidencias sugieren que su autor intelectual fue el entonces diputado Luis Napoleón Morones, dirigente de la Confederación Obrera Regional Mexicana, organismo de tendencia oficialista. Desde su curul profirió amenazas de muerte contra Field, tal como lo registra el diario de los debates. Y como el senador campechano se había identificado con la causa de Adolfo de la Huerta, la ejecución de Carrillo Puerto fue uno de los pretextos esgrimidos en el discurso incendiario de Morones. El asesinato del abogado acaeció veinte días después del que fue víctima el gobernador yucateco, aunque uno y otro se adhirieron a corrientes políticas antagónicas. El del senador hizo recordar los que en 1913 se perpetraron en las personas de Serapio Rendón y Belisario Domínguez, legisladores que impugnaron categóricamente la usurpación de Victoriano Huerta.

José Vasconcelos, actor político de aquellos días y secretario de Educación Pública en el gabinete de Obregón afirma que los primeros años de su presidencia denotaron un mejoramiento significativo en el país. En su Breve historia de México asienta igualmente que, por tal motivo, su administración recibió el beneplácito popular y tuvo como nota de orgullo haber ejercido su mandato sin el reconocimiento del gobierno estadunidense, pero que el haber designado a Calles le hizo perder el favor del pueblo y por ello buscó la aprobación de Washington, que a cambio impuso condiciones abusivas.

El escritor oaxaqueño describe los sucesos ominosos que rodearon la desaparición física del senador Field en los términos siguientes: “Tan inicua resultaba la disposición del convenio Warren y Pani, que al llegar al Senado el documento, halló oposición. El obregonismo se hallaba a la sazón empeñado en la campaña militar contra los sublevados delahuertistas, y Obregón, desde Ocotlán, conminó al Senado. Un día resultaron plagiados varios senadores en plena capital de la República. El senador Field Jurado, que había opinado contra los tratados, fue asaltado frente a su casa y asesinado a mansalva por agentes del gobierno que siguieron paseando su impunidad, a ciencia y paciencia de los tribunales”. Añade que los convenios fueron aprobados “en la sombra y bajo el terror de la ley marcial”.

A propósito de Adolfo de la Huerta, Vasconcelos deja ver que su gestión en el ministerio de Hacienda durante la presidencia de Obregón fue honorable, y que por tanto hubiera sido un mejor sucesor que Calles. Pero la secuencia de los acontecimientos fue otra, y la memoria histórica precisa nutrirse de fuentes diversas para favorecer el discernimiento del pasado y su divulgación entre las generaciones postreras.