Roberto Guzmán

No cabe duda que para entender la sexualidad humana hay que referirla desde la base del sexo y del género como desde la identidad de las personas, al no poderla referir llanamente, comenzando desde la idea de no solo saber quiénes somos sino del cómo nos sentimos y del cómo nos vemos, partiendo del entendimiento claro de la desigualdad como base a las diferencias sexuales, mismas que pudieran afectar las relaciones sociales y los derechos humanos de todos nosotros. 

Mientras el género lo concebimos como los comportamientos aprendidos que definen lo que se espera socialmente de los hombres y de las mujeres, el sexo implica otra cosa, enfocándose desde la base de la biología y de las diferencias sexuales.

Por lo que “género” debe ser también esa construcción cultural que diferencia y configura los roles, las percepciones y los estatus de todos nosotros en una sociedad donde lo volvemos en posibles causas de discriminación y de violencia, pudiendo no solo resultar para las mujeres cisgénero sino también para las mujeres transgénero, cuya vivencia interna e individual no corresponde con el sexo asignado al momento de su nacimiento.

Con la reforma constitucional del 2011 en materia de derechos humanos la agenda de las personas LGBT ha traído avances sustantivos en materia de igualdad como de equidad de género, por ello el año pasado en Quintana Roo  se alcanzó un gran logro con el Decreto de la Ley de Identidad, donde hoy se reconoce a una “persona” partiendo de su identidad de género y no de su sexo sin ser necesario solicitarla por vía judicial. 

Partiendo de que el ejercicio del voto es un derecho político y una obligación ciudadana, la diversidad sexual, de manera especial las relacionadas con la identidad de género, la orientación sexual y las expresiones de género, como de la apariencia de las personas, no deben ser un impedimento para el acceso y ejercicio efectivo de este derecho, por lo que una persona LGBT no solo tiene derecho a votar, sino también a ser votado.

Derivado de este precepto que desde el pasado proceso electoral no se quiso acatar, el pasado viernes la Sala Regional de Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declaró fundado el agravio interpuesto por no incluir a los grupos LGBT en las candidaturas a una diputación local, omisión por la cual mandata que esta semana se instrumenten medidas con transversalidad en los derechos humanos, a fin de conceder candidaturas a personas LGBT para el próximo Congreso local de Quintana Roo, con el fin único de continuar conquistando igualdad, derechos y libertades.

Será interesante, mi estimado lector, cómo las autoridades electorales y los partidos políticos ajustarán sus candidaturas, sobre todo a sabiendas que aún hay tiempo para hacerlo, para proponer nuevos cuadros, pero no así las voluntades de los hoy ya aspirantes registrados, quienes tendrán que bajarse y ceder su lugar a una mujer lesbiana a una persona trans, un bisexual o a los hombres gays, que sabemos habemos muchos, que continuamos impulsando la agenda LGBT en este estado y en este país.

Esperemos que los partidos no quieran pasarse de listos y aparentar una simulación, como sucedió en Oaxaca con 17 candidatos que se hicieron pasar como mujeres trans pretendiendo registrarse; seguro estoy de que el oropel, las plumas y la chaquira, pero sobre todo el coraje y la justicia que siempre hemos enarbolado los gays con nuestras luchas por la igualdad y la no discriminación no podrán adjudicarse como logros de todos ellos, a los que nunca les han correspondido.

Amigo lector, no nos sorprendamos de que en un par de semanas el closet se abrirá para dar paso a aquellos a quienes sus prejuicios y miedos los mantuvieron escondidos en él, y traten de la noche a la mañana de salir del mismo con tacones y tapeados con lentejuelas, tratando de registrarse con una corona, como reinas de la próxima marcha gay.