Roberto Guzmán

En los últimos años, ante la podredumbre de los partidos políticos que han perdido toda credibilidad ciudadana, los movimientos civiles continúan surgiendo como espacios alternativos y mejores opciones, volviéndose cada día útiles canales de acceso para alcanzar la representación institucional y el fomento no solo de todos nosotros los ciudadanos, sino de las mujeres feministas y de las organizaciones locales para dar paso a la política institucional que tanto necesitan México y Quintana Roo.

Durante las últimas décadas los movimientos sociales en México y en Quintana Roo se han convertido, lejos de la partidocracia tradicional, en importantes actores políticos que han logrado cambios radicales tratando siempre de mantener su autonomía y donde muchos activistas hemos priorizado estrategias a la acción colectiva, como la movilización masiva, para lograr resultados. No así otros que por intereses particulares prefieren acercarse con un doble discurso a actores políticos o los prostituidos partidos, buscando ser votados en una elección o simplemente por buscar la “chuleta”.

En las democracias modernas, los ciudadanos estamos ya cansados de votar en cada proceso electoral y que luego de tres años y medio la mayoría de políticos no nos escuchen, teniendo cheques en blanco para actuar y corromper. Hoy la mayoría de los ciudadanos asqueados queremos sentirnos partícipes de lo que se hace políticamente y de lo que deciden nuestros representantes, queriendo obviar la brecha que existe entre lo que hacen ellos y lo que nosotros haríamos si pudiésemos ser escuchados o decidir.

Votar hoy se ha vuelto obsoleto y sufragar nuestro sentir tampoco está resolviendo nada, ya que ante la corrupción de la clase política y la debacle y prostitución de sus partidos, el “votarlos” solo sigue reforzando los intereses de sus grupos, donde los sufragios son intercambiados para seguir perteneciendo a sus redes o grupos corporativos o vecinales, cuyos integrantes al entregar sus votos por despensas o prebendas trastocan vilmente nuestra democracia participativa y dañan la construcción de nuestra  ciudadanía.

Nuestra indignación y fastidio deben hacernos conscientes de participar como una forma de ocupar espacios ciudadanos para la toma de decisiones públicas, con los que podríamos no solo hacer frente a los poderes establecidos, económicos o políticos, sino también planear e implementar estrategias ciudadanas comunes con las que llevaríamos a cabo nuestras acciones. 

Considero que el activismo social lo podemos hacer todos y todas y no solo aquella o aquel individuo que, consciente de las problemáticas sociales, llega a convertirse en promotor y gestor de beneficios que mejoren la vida de la población o grupos con los que trabaja o representa; hoy todos debemos luchar ante el fracaso político y una gobernanza fallida, movilizándonos para no caer más ni permitir ser atrapados por las elites del Estado o de algún partido político, donde nuestras demandas o iniciativas que tendrían que pasar de forma inexorable por ellos estarían en riesgo, al poder volverse intercambios de intereses a cualquier capital para lograr sus objetivos.

Amigo lector, el proceso electoral ha comenzado en Quintana Roo y en otras cuatro entidades y la búsqueda de reflectores por supuestos logros y resultados efímeros de quienes hoy nos gobiernan, como de otros que dicen ser nuestros representantes en el Congreso, se volverá tarea estratégica para los que buscan de nuevo gobernar y para que otros obtengan espacios de decisión, por lo que tratarán de evidenciar lo mejor de su trabajo por el bien de sus gobernados.