Roberto Guzmán

Cada uno de nosotros estamos hechos para ser felices ya que todos tenemos derecho a serlo en esta vida, pues la sed de felicidad es legítima en toda nuestra existencia, aun por insignificante que pueda parecernos.

Ciertamente, vivimos tiempos de dificultades que merecen una reflexión honda y profunda en parte, por conductas indeseables que ocupan la cúspide del poder, y aunque la felicidad va más allá del progreso económico o de la desestabilización financiera  habrá de reconocer que cada día es más difícil ponerse en el camino de un orden justo por las mismas sociedades que se han vuelto excluyentes.

Evidentemente si nuestro semejante vive en condiciones indignas y sin esperanza de un futuro mejor, será imposible que México avance bajo este clima de injusticias por lo que cada uno de nosotros habrá con urgencia “globalizar la justicia y humanizar la globalización”, ya que conforme avanza este proceso de integración de cada país, entidad y/o localidad como de sus economías, habrá que centrarse en darles satisfacción a las necesidades básicas sin dejar, de permanecer indiferentes ante el derrumbe de nuestra economía y de nuestros bolsillos que de acuerdo a la alta tasa de inflación que tenemos, este año vislumbra se augura que seremos castigados como no se veía  desde el año 2021 de una manera inequitativa.

Considero que mientras la humanización y su proceso de globalización no se produzca, la superación de la pobreza va a ser un amor imposible y donde hoy se vuelve urgente en que darle una dimensión humanista a las relaciones entre todos, se reconocerá el derecho a ser felices sin importar lo sencillo o difícil que pueda ser definirla, ya que mientras unos creen que la “felicidad” es el estado de ánimo donde solo se pretende encontrarla en la euforia de una borrachera o de la droga o posiblemente en los libros de autoayuda, para otros la palabra feliz se convierte en la satisfacción de todos los deseos que resultan de las insatisfacciones a pesar que muchos no coincidan con esto, pues la identifican solamente con el sentirse querido o con el estar enamorado de alguien.

Que no nos importe entonces, mis estimados lectores, lo que podamos entender por felicidad, seámoslo este nuevo trimestre  que comenzó hace un mes, y que pese a las adversidades programadas o de lo que pudiese acontecer en nuestro país en un momento de cisma político y social, realicémonos como personas para los demás pero también con nuestro Cancún, debiendo de ser más condescendientes desde lo más profundo de nuestra esencia, amando siempre y respetando a todo aquel y todo aquello con el que compartiremos o estemos ya compartiendo nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras tristezas.

El pasado sábado 30 de abril en la añoranza, pero con realidades, se conmemoró el estado de la inocencia y de los sueños con los que veíamos sin profundizar ese futuro colmado de ilusiones y sin ninguna preocupación.

Seguir siendo ese niño que hoy lo incierto aterra, les deseo que hayan tenido un maravilloso día de sonrisas de azúcar y diamantinas.

Felicidades a todas y a todos…