Claudio Obregón Clairin

En 1943, Philip Drucker y Waldo R. Wedel descubrieron el monumento 13 de La Venta, Tabasco. Analizando las características de su factura, Beatriz De la Fuente y Tillie Smith dudaron que se tratase de una expresión artística olmeca; sin embargo, no parece haber sido introducida de otra latitud ya que el monumento fue esculpido en una columna de basalto reutilizada. En todo caso, quizás pertenezca a un periodo tardío, el consenso de las dataciones establece que fue esculpido entre el 600 y 200 a. C.

Conocido popularmente como El Embajador o El Caminante, el individuo del Monumento 13 sostiene un banderín en su mano izquierda, debajo de ella observamos una columna con tres signos, de arriba abajo el primero parece una pelota o un círculo, el segundo podría representar una flor y el tercero a la cabeza de una ave; Detrás de él se ubica la huella de un pie humano. Éstos 4 símbolos podrían formar parte de un mensaje cifrado o constituir una frase inscrita en un sistema de escritura primigenio olmeca.

El epigrafista Alfonso Lacadena García-Gallo ha propuesto una lectura al texto del monumento 13, sugiere que los cuatro símbolos forman parte de un único texto y durante su participación en la Mesa Redonda Olmeca, Balance y Perspectivas mantenidas en 2005 en el Museo Nacional de Antropología e Historia, presentó una lectura de los 4 símbolos del monumento 13.

Lacadena:“ La orientación hacia la derecha del signo de cabeza de ave del monumento 13 de la Venta sugiere que el orden de lectura del monumento es de derecha a izquierda… Del primer signo que abre la inscripción destaca el tamaño distinto que presenta en comparación a los otros signos del texto… es visiblemente más pequeño que los demás signos que componen la inscripción. El menor tamaño del signo, su forma circular y su posición al inicio del texto me llevan a sugerir que el signo en realidad es un numeral, el logograma UNO… (el segundo signo) sería, entonces, posiblemente, el logograma de uno de los 20 días del calendario olmeca. La ausencia de trazos internos conservados, la falta de ejemplos con los cuales establecer comparaciones y el casi absoluto desconocimiento que tenemos sobre la posible lista de nombres de días en el calendario olmeca impiden identificar el día concreto. No obstante, el contorno lobulado del signo y la comparación con listas de logogramas de nombres de días de otras escrituras mesoamericanas permiten… considerar los del “viento”, “agua”, “temblor”, “nube” o “flor” (como probables referencias del segundo símbolo lobulado del monumento 13)… el glifo que representa una cabeza de ave, como ha sido reconocido hace tiempo por David Kelley y Joyce Marcus. No es posible asegurar si es un término genérico de “ave, pájaro” o nombra una especie concreta (grulla, garza, gavilán, águila, paloma, zopilote, por ejemplo). La aparente presencia de trazos en el interior del signo podría apuntar a que el logograma nombra una especie diferenciada. Sobre la interpretación del papel que cumple este signo-ave en el texto, sigo a Kelley y Marcus al considerar que puede tratarse el nombre o título del personaje representado”.

Alfonso Lacadena, a propósito de la huella del pie: “Este signo suele materializarse en distintas escrituras mesoamericanas como verbos con sentido de desplazamiento, “llegar” o “ir”… Los significados relacionados de “ir”, “llegar”, “venir”, “caminar” son plausibles para este signo… tenemos un breve texto compuesto por cuatro signos distribuidos en dos columnas que se leen de derecha a izquierda, y que consistiría en una referencia calendárica compuesta por un número y un nombre de día, un nombre o título y una expresión verbal (quizá un verbo intransitivo)”

Lacadena puntualiza que en la ordenación sintáctica del monumento 13, el número precede al sustantivo (el punto al símbolo lobulado) y el sujeto al verbo (el ave a la huella), éste orden excluye a las lenguas mayas, oto-mangues y uto aztecas, quedando únicamente la lengua totonaca y la mixe-zoque como probables lenguas habladas por los olmecas de La Venta. En un análisis sustentado en el criterio de distribución geográfica que determina desde tiempos etnohistóricos la presencia de la familia mixe-zoque en el área nuclear olmeca y considerando los rasgos sintácticos identificados, Lacadena considera que el mixe-zoque muy probablemente fuese el idioma hablado al menos por uno de los pueblos olmecas que habitaron La Venta y, en ese idioma puede estar inscrito el texto del monumento 13 para el que Alfonso Lacadena propone la siguiente paráfrasis: 1 DÍA, el señor-ave llegó/llega.

Durante una de las sesiones privadas de los participantes en la Mesa Redonda Olmeca del 2005, el epigrafista Lacadena profundizó en el análisis de la escritura olmeca con el ejemplo de una pieza de Tlapacoya, Guerrero, situada en la Fase Manantial hacia el año 1000 u 800 a. C. La obra posiblemente cuente con dos símbolos que podrían ser logogramas y están dibujados en sintaxis oto-mangue y representan una fecha del calendario. La propuesta de lectura de Lacadena fue cuestionada por Caterina Magni de la Universidad París-Sorbona, Lacadena le respondió que poco sabemos realmente del calendario olmeca pero existe numerales en Teopanticuanitlán, en La Venta o en el dibujo de la pieza en cerámica que mostró alzándolo con la mano derecha. Señaló que los argumentos deben sustentarse en pruebas científicas, y que regularmente en ciencia lo sencillo es lo correcto,

Sentada en la enorme mesa que reunió a los investigadores olmecas y en el otro extremo de Alfonso Lacadena, la arqueóloga Caterina Magni disentía de las argumentaciones de Lacadena y se lo expresaba en corto al lingüista Søren Wichmann. La Dra. Louise Paradis de la Universidad de Montreal puso calma en el ambiente al dirigir la atención hacia la diversidad olmeca así como en diferenciar el asunto político y social de la difusión de “una identidad religiosa olmeca”; tal y como sucedió con el cristianismo en Europa, que se difundió el credo sin conquistar territorios o imponer un idioma y una cultura.

Al concluir Louise Paradis, tomaron la palabra otros investigadores y cuando tocó el turno a Caterina Magni, en un breve comentario formuló dos demoledoras preguntas a Alfonso Lacadena:

“Usted habla de ciencia y de científico y de algo de tesis muy bien dicho, entonces yo tengo dos preguntas para usted: ¿cómo se puede emitir una tesis y afirmar que un pueblo olmecas, unos olmecas, hablan un idioma con un solo ejemplo, el monumento 13 de La Venta, me parece muy poco, personalmente yo creo que hay que trabajar con muchos datos y… como se dice… recortar los datos, eso es ciencia. Segundo, usted sabe que hay la costumbre de pintar las esculturas en Mesoamérica, usted lo sabe, se pone estuco y después se pintan, esto circulo que usted dice es un numeral, con mucha seguridad puede ser un cartucho vacío que va ser pintado después y la flor también, entonces eso es verdad, de mi parte su tesis ya se fue”

Cuando volvió a tomar la palabra Alfonso Lacadena, respondió que en el caso del dibujo de la cerámica de Tlapacoya, tuvo que considerar un solo texto no porque hubiera desechado mil sino que “es que no había más que uno y hay que trabajar con lo que tenemos»; apuntó que se trata de cerámica incisa por lo que dudaba que contuviera algo encima. En cuanto al monumento 13 en el que tendrían un UNO al primer símbolo de los tres que están alineados, recordó que había otros dos ejemplos con el numeral primero: el seis con un signo debajo-posiblemente “viento”- en Tres Zapotes así como el de San Andrés donde el numeral 3 está a la izquierda:

¿Entonces?

Estamos delante de un escenario en el que la propuesta y la crítica son igualmente contundentes. El primer símbolo que Magni ve como un cartucho, efectivamente, como ella apunta, pudiera haber sido pintado y cabe la posibilidad de que fuese de color negro…  in extremis se reforzaría la propuesta de Lacadena de que es un numeral.

Al igual que en otras esculturas monumentales, hay rastros de un atentado al monumento 13, los orificios y fracturas que ubicamos por toda la obra no fueron provocados por la erosión.

Son producto de la acción premeditada de los seres humanos y la disposición de los orificios es selectiva, los huecos fueron realizados a una profundidad uniforme y dos líneas son interesantes de observar: la incisión horizontal que fractura la pierna izquierda del personaje y la que alarga el lóbulo de su ojo. Por otra parte, el banderín que sostiene el personaje, también tiene un preciso orificio que lo separa de la mano.

Esta práctica pareciera responder a la tradición olmeca —que luego hicieron propia los mayas—  de “matar” ritualmente a la escultura.

En nuestra mentalidad, destruir significa aniquilar, hacer polvo a la piedra, borrar por completo sus significantes o con furia animal partir en mil pedazos al monumento; sin embargo, en el universo autóctono, matar ritualmente, significaba que el monumento o la estela perdía su espíritu, su alma, su esencia: el ch’ulel o energía vital que los antiguos de estas tierras imbuían a sus objetos cuando con ofrendas de sangre los convertían en sujetos.

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