LA COVACHA DEL AJ MEN

CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN

¿Por qué a los mexicanos nos molesta el triunfo de nuestros compatriotas y en lugar de ubicarlos como un ejemplo a seguir, los criticamos, los envidiamos, los denostamos, los boicoteamos y los marginamos? ¿Por qué en México, los gobernantes ubican al Poder como un patrimonio personal? ¿Por qué nos asustamos cuando alguien se atreve a evidenciar que el caudillo camina desnudo? Considero que nuestra incongruencia y polarización social, es debida, en parte, al “El Síndrome Alvarado”.

 

I

Pedro de Alvarado fue un conquistador español que acompañó a Hernán Cortés en la conquista de los mexicah (aztecas).

Al partir de Cuba, Cortés otorgó a Alvarado el mando del navío San Sebastián y, junto a Camacho –piloto del barco—, desobedecieron las instrucciones de Cortés y en lugar de aguardarlos en la punta de San Antonio, como habían acordado, se adelantaron y arribaron a la Isla de Cozumel dos días antes que el resto de la flota naviera.

Al desembarcar en la Isla de las Golondrinas, Alvarado tomó prisioneros a tres individuos, robó 40 gallinas (guajolotes) y ultrajo las reliquias de un altar maya.

Cuando Cortés llegó a Cozumel, reprimió a Alvarado, aprisionó al piloto Camacho e hizo corajes por la actitud violenta y gandalla de Alvarado. Le espetó que “no se había de apaciguar las tierras de aquella manera, tomando a los naturales su hacienda…” esa misma noche, Cortés mando dar de latigazos a dos soldados castellanos que habían robado unos chorizos.

En la matanza de Cholula, Alvarado mostró ser un despiadado guerrero. Cortés encargó a Pedro de Alvarado la responsabilidad del sitio de Tenochtitlán, en tanto se dirigía a Veracruz para luchar contra Pánfilo de Narváez —quien había sido enviado por Diego Velazquez, gobernador de Cuba, para capturarlo—. Fue entonces cuando Alvarado fraguó la Matanza de Toxcatl, en la que decenas de nobles y guerreros mexicah fueron masacrados durante una ceremonia al dios Huitzilopohtli.

Alvarado justificó su masacre porque según él, tramaban asesinar a los peninsulares en ausencia de Cortés, quien al regresar de Veracruz, castigó a Alvarado colocándolo en la retaguardia durante la huída nocturna y lluviosa de Tenochtitlan.

Abatidos y desalentados, el 14 de Julio de 1520, los peninsulares se encontraron con el ejército mexica en Otumba y en esa batalla, inició la caída de Tenochtitlan. Acorralados los peninsulares, Cortés se abalanzó contra el jefe militar Matlazincátzin y le arrebató su estandarte, con esa acción, destruyó la moral de los guerreros mexicah, ya que el ejército del Anahuac acostumbraba luchar dirigido por un jefe militar.

Después de la derrota de Tenochtitlan, Alvarado siguió dando guerra y participó en las batallas de la actual Guatemala, lo condecoró Carlos V pero al regresar a la Nueva España, fue hecho prisionero, Cortés abogó por él y tiempo después, Alvarado se dirigió a Sudamérica.

Su carácter explosivo provocó enojo entre los conquistadores y, después de un periplo de varios meses entre pantanos, selvas y nieves, causó tal encono entre los militares, que tuvo que negociar su retirada de Ecuador con Diego de Almagro y Gonzalo Pizzaro, les dejó los barcos y a los soldados que quisieron quedarse, a cambio, recibió una indemnización de 100 mil pesos en oro.

Regresó a Guatemala, donde gobernó, pero después de un tiempo, se desesperó, deseaba seguir vejando y guerreando, solicitó entonces a la Corona otro permiso de masacres y ya se dirigía hacia el Norte de la Nueva España, cuando durante la travesía fue requerido por el virrey Antonio de Mendoza para apaciguar a los pueblos caxcanes y chichimecas.

Desembarcó en la costa del Pacífico y cabalgó hacia Nochistlán, iba con la firme intención de seguir liquidando infieles en nombre de las buenas costumbres católicas de aquella época y de su avaricia.

Durante una batalla, fue arrollado por un caballo mal jineteado y murió después de una agonía de varios días, otra versión indica que su caballo se atascó entre unas piedras y fue ejecutado en el acto por los naturales que defendían su territorio.

 

II

En la vida y obra de Alvarado, encuentro los trazos del síndrome que barniza a nuestras mexicanas circunstancias.

Alvarado representa el lado oscuro de los mexicanos, en él, encontramos a la transa, la traición al grupo, el carácter bravucón e irreverente, el valemadrismo, la ruptura del orden establecido para el beneficio personal, la usura, el agandalle, la simulación, la revancha, la negociación desigual, el compadrazgo y el chantaje, entre otras actitudes que tenemos los mexicanos para con los mexicanos.

Frutos de múltiples semillas, a la mayoría de los mexicanos nos cuesta trabajo vernos en un espejo de obsidiana donde se reflejan por igual las sombras y las luces, contamos en nuestro inconsciente colectivo con pésimas informaciones de nosotros mismos,  tendemos a devaluarnos como seres humanos y no aceptamos el triunfo o la inteligencia de un compatriota, es más, nos molestan como flatulencia ajena; el triunfo se observa como un agandalle, mas no como un logro.

Quien llega al Poder agandalla el presupuesto; quien dirige un sindicato, vive holgadamente de las cuotas sindicales; quien desea ser profesor, no precisa estar capacitado, es suficiente que se moche con el sindicato que toma por asalto ciudades o vías de comunicación…la educación es un desastre nacional; quien se torna diputado o senador, promete, luego olvida y cambia de partido e ideología para volver a elegirse.

 

 

III

Sugiero reconsiderar la versión de nosotros mismos, es preciso puntualizar que no somos los Hijos de le Chingada que Octavio Paz, desde su Laberinto y postrado en un ladrillo, nos indilgó como mentada de madre en prosa poética.

Nuestro potencial histórico es grandioso pero actuamos con parcialidad hacia nuestro orígenes y, desde la interpretación histórica oficial, se nos ha inculcado que fuimos conquistados, cuando en realidad, nuestra diversidad es nuestra mayor riqueza.

Nuestros ancestros peninsulares y mesoamericanos fueron tan violentos como nosotros mismos, pudiéramos hacer las paces con nuestro pasado español, verlo de frente y aceptar que nos comunicamos con la sintaxis de los invasores peninsulares; que hay más de dos semillas en nuestros orígenes y, al mismo tiempo, conservamos un universo mágico mesoamericano que palpita en nuestro lenguaje, en la comida y en los usos, tradiciones y costumbres.

Nuestros referentes de identidad son “Héroes Gandallas y Perdedores” dejemos de hacerlo, metamos en la silla de los cuestionamientos al borrachín de Hidalgo, al enojón de Allende, al burgués Carranza, al inefable Santa Ana, al Villa asesino, al venerado Juárez quien fue presidente sin ser elegido.

La transformación de México pasa también por recapitular y reescribir la historia de nosotros mismos, de otra manera, seguiremos reproduciendo el Síndrome Alvarado, quien por cierto, fue el primero en navegar el río Papaloapan y, curiosamente, en su ribera, se ubica el pueblo de Alvarado, uno de los más albureros, mal hablados e irreverentes de México.

 

Facebook: Claudio Obregón Clairin / Investigador, Guía y Promotor Cultural