Los seres humanos, al igual que las abejas, las avispas, las hormigas, entre otras especies, desarrollamos un sistema de comunidad en el que las labores sociales están jerarquizadas, varias generaciones conviven contemporáneamente, los adultos cuidan de los pequeños y hay individuos que son reproductivos y otros no.

Este sistema se nombra Eusocialidad (del griego “eu” real y/o bueno y social).

Recientes descubrimientos, realizados por científicos de la Universidad de Zurich en el sitio prehistórico Dmanisi, Georgia, develaron que un individuo adulto que vivió hace 1.800 millones de años carecía de dientes, lo que evidencia que recibió cuidados y auxilio por parte de sus congéneres para alimentarse y sobrevivir.

En la Cima de los Huesos, el sitio de Atapuerca, España,  una niña paleolítica de 9 años apodada “Benjamina” (la bien querida) sufrió plageocefalia, es decir que su cabeza no creció de manera normal porque prematuramente se cerraron sus estructuras craneales y por lo tanto, es probable que tuvo también un retraso mental. No fue económicamente activa, pero logró sobrevivir gracias a la solidaridad de sus familiares.

La protección de los viejos, de niños y de los diferentes permitió que nuestra especie poblara extensos territorios y subsiste victoriosa desde los glaciares a los desiertos.

Durante el Paleolítico, la diferenciación social se estableció por las capacidades, especialidades y virtudes, más tarde, en las sociedades agrícolas, se fundamentó en designios divinos.

La Primera Gran Divisoria sucedió cuando las sociedades agrícolas-ganaderas se desarrollaron y cambiaron su dieta. Los lácteos provocaron —además de mutaciones genéticas para poder digerir la lactosa—, que las mujeres procrearan más hijos y consecuentemente, llegó un crecimiento exponencial de las familias, los abuelos acentuaron su rol en la formación comunitaria de los nietos. Su conocimiento fue receptado y considerado de gran valía.

Algunas sociedades agrícolas, como la maya histórica, refieren a ancestros fundadores;  con el paso de los siglos los invocaban y evocaban para que se hicieran presentes en entronizaciones y en partidos de Juego de Pelota. Importantes gobernantes mayas tomaron para sí el nombre de su abuelo… Aún conservan esta tradición algunos pueblos mayas de Yucatán y Quintana Roo.

Los valores de sobrevivencia humana se sustentaron en el colectivo y en la suma de la experiencia comunitaria depositada en los abuelos.

Ese fue el talante evolutivo de nuestros mayores; hoy en día, la eusocialidad humana pareciera que experimenta una transfiguración desde sus raíces, en realidad, se trata de un terremoto.

Un mundo social está desapareciendo y las variables para definir la próxima eusocialidad cibernética ofrecen un escenario individualista que va a contracorriente de los fundamentos de la eusocialidad humana.

Las nuevas generaciones desatienden a los abuelos, poseen como referencia educativa —y existencial— a los tutoriales de Youtube, la información de Wikipedia y la intrascendente fugacidad de Tik Tok. Prescinden de los otros, de los antiguos, devoran desechando y se expresan con emoticonos.

Nosotros todos, constituimos las generaciones de transición hacia la Segunda Gran Divisoria, estadio en el que la familia como núcleo social ha sido suplantada por el individualismo.

Editor: Claudio Obregón Clairin

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