Homenaje a la filantropía – José Juan Cervera
19 Jul. 2024Los nombres que han dejado de pronunciarse muestran signos de vitalidad perdurable, porque ella no se extingue del todo aunque parezca fuera de sitio en la época actual. La apreciación de sus valores sugiere ejercicios de discernimiento que recuperan fragmentos de memoria escrita para interpretar su experiencia en nuevos órdenes de criterio, claves que exploran y combinan la frescura de la palabra con los giros de la conciencia.
Los testimonios que refieren la vida de Américo Menéndez Mena (1889-1936) destacan sus cualidades cívicas y profesionales, su integridad ética y sus vastos conocimientos. Estos rasgos personales se fundan en la impronta familiar que encauzó sus aptitudes partiendo del ejemplo de su padre, el reconocido pedagogo Rodolfo Menéndez de la Peña. Con el ímpetu de un reformador social formado como maestro y abogado, incursionó en el periodismo para dar eco a sus opiniones que se fraguaron en perspectivas de corte liberal.
La suya fue una generación de brillantes figuras intelectuales cuyos frutos resultan hoy insuficientemente conocidos. Su trayectoria política registra el haber formado parte del cuerpo edilicio que José Dolores Sobrino Trejo encabezó en Mérida durante el periodo 1916-1917 representando al Partido Socialista Obrero. Poco después simpatizó con el constitucionalismo y en 1933 alentó la fundación del Sindicato Ferrocarrilero Peninsular.
Al poco tiempo de su muerte, para realzar sus acciones y sus dichos, varios amigos suyos contribuyeron a la publicación de un impreso cuyo contenido es una selección de escritos que firmó con el seudónimo de Balbino Osorio. En él pueden apreciarse los diversos asuntos que fueron de su interés, los cuales observó valiéndose de puntos de vista jurídicos y sociológicos, haciendo uso de abundantes referencias históricas y de argumentos concatenados en un orden expositivo que deja traslucir una disciplina de pensamiento en ejercicio constante.
En sus textos, Menéndez Mena tocó temas de la vida cotidiana haciendo explícito su trasfondo legal para propiciar de este modo el mejoramiento de los servicios públicos. Así señaló las carencias de los mercados populares y el papel que en ellos desempeñan las vendedoras de frutas y verduras, “las damas del mercado” cuya función en la sociedad es poco estimada pese a suministrar elementos básicos para la subsistencia de la ciudadanía; pidió suprimir las pesadas cargas impositivas que las autoridades municipales hacían recaer sobre aquellas mujeres.
También planteó la conveniencia de fomentar la crianza de asnos en Yucatán por el beneficio práctico que implicaría esta especie al hacer más llevaderas las labores diarias de los trabajadores del campo, reduciendo con eso su desgaste físico. Por otra parte, pidió reformar el Código Penal vigente en el estado para disminuir las sanciones aplicadas a los responsables del delito de abigeato, entre quienes a su juicio predominaban individuos reducidos prácticamente a la miseria.
Reflexionó sobre tópicos de salud pública y se ocupó del flagelo de la usura, dirigió sus análisis a las estructuras burocráticas y a las formas de organización social. Los artículos compilados ponen de manifiesto el eclecticismo de sus lecturas, ya que abrevó incluso de fuentes poco confiables como la propaganda antisemita de índole conspirativa. Su buena fe, a la que alguno de sus compañeros de letras atribuyó ribetes utópicos, sucumbió algunas veces a enfoques que pretenden explicar el desarrollo de la sociedad en términos deliberadamente sesgados.
El impreso que aquí se comenta incluye datos biográficos y recuerdos de contemporáneos suyos como Juan Aragón Osorio (editor de la obra), Serapio Baqueiro Barrera y Ricardo Mimenza Castillo, quienes al proceder así honraron el significado de la amistad en el homenaje póstumo dado en ofrenda para un filántropo.