CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN

Homo ergaster domesticó al fuego y con él, delimitó su territorio y gallardamente se defendió de sus depredadores. Con el fuego coció la carne y digirió de mejor manera la proteína animal, sus descendientes redujeron su tracto digestivo y sus cerebros evolucionaron de manera exponencial; la laringe se les alargó, comenzó a formarse el paladar y experimentaron una experiencia onírica profunda.

Dos millones de años después y a través del sueño, los descendientes de aquellos individuos lograron diferenciar el mundo tangible y rapaz de los mundos que descubrían entre las sombras danzantes y en los sueños. En sus búsquedas y guiados por la curiosidad, descubrieron las plantas y los hongos; algunos les hicieron sentir muy vitales, con la ingesta de otros, infortunadamente murieron pero también hubo aquellos que les provocaron experiencias psicotrópicas.

Hace 100 mil años, Homo sapiens sapiens tenía un cerebro semejante al nuestro. Aquellos seres sentían, gozaban, se emocionaban, soñaban, anhelaban, sufrían, planificaban, deducían y soñaban como nosotros. Claramente su entorno y condicionamiento social era diametralmente diferente al nuestro y las sociedades de cazadores y recolectores ofrecían condiciones de desarrollo alejadas de nuestro cotidiano consumista, pero desde el punto de vista neuronal y emocional, no había gran diferencia con respecto a nuestra condición.

Los Señores de los Hongos

En el territorio que actualmente ocupa Argelia, hace 10 mil o 7 mil años, existió una región tropical, ahí, nuestros mayores plasmaron el testimonio de las experiencias psicotrópicas que experimentaron con la ingesta de los hongos de la familia Psilocybe. En los abrigos rocosos de Tassili N’ajjer, plasmaron a Los Señores de los Hongos, individuos que develan una unidad con el reino fungi y su forma refiere a los hongos de la familia Aminataceae.

Observamos en las dos imágenes de los Señores de los Hongos que los individuos experimentan una transformación corporal a través de la danza, cuentan con una cabeza alargada como si tuvieran una probóscide y el de la derecha, presenta en su espalda una mano, como una sombra. Sus cuerpos son reticulados y son hombres, quizá por la transfiguración y la danza podemos inferir que representaciones  plásticas del chamanismo

En los soles paleolíticos el imaginario humano aún no formulaba el concepto de religión pero poseía una detallada percepción de la «alteridad» a la que se ingresaba a través de la experiencia onírica y en rituales, danzas y ceremonias. Las plantas psicotrópicas, los animales y los hongos enteógenos sirvieron de vehículo para arribar a estados alterados de conciencia en los que se comulgaba con lo irracional para tornarlo sagrado.

Hongos y Toros

En el abrigo rocoso del pueblo Villar del Humo, en Cuenca, municipio de Castilla-La Mancha, España, se encuentra una representación de hongos Psilocybe hispanica. Cuando los observamos de manera aislada pareciera un desfile o una representación numérica de los hongos, pero cuando los vemos en el conjunto de imágenes del abrigo rocoso, encontramos a un Bos primigenius taurus, antecedente directo de los toros contemporáneos ¿qué tendría que ver un Bos taurus con los hongos enteógenos?

El Bos taurus aparece ya en Göbleki Tepe, Turquía, hace 12 mil años, probablemente pudiera representar a un animal totémico o a un referente gráfico de un clan.

Cinco mil años después, en Çatal Hüyük, una de las primeras ciudades de la humanidad, ubicada también en Turquía, observamos en la decoración de las habitaciones rectangulares de las casas, diversas cornamentas tanto naturales como de barro que aluden al Bos primigenius taurus.

Siglos después, la cultura Minoica y luego los micénicos, vieron en el culto a los toros la relación con lo sagrado, de ahí pasó a Creta y más tarde a los griegos, donde inició el culto a Baco y el Teatro.

Los romanos incorporaron a los descendientes del Bos taurus en los célebres Venatio. Despiadadas cacerías de animales celebradas en los coliseos en las que además de flechar a decenas de animales, encadenaban a un oso arriba de un toro al que con un fierro candente le quemaban los testículos.

En el contexto Paleolítico y en el caso de las pinturas de Villar de Humo, podemos considerar la presencia de un Bos primigenius taurus como referencia emblemática de Poder y probablemente a través de la ingesta de los Psilocybe hispanica, se acercaban a la entidad, espíritu o fuerza del Bos primigenius taurus.

Por otra parte, en ciencia, lo sencillo casi siempre es lo correcto y en lugar de buscar un desarrollo psico-mágico en el que está involucrado todo un contexto chamánico que implica un orden social y una percepción no racional del mundo… pudiéramos igualmente concluir con sencillez que los Psilocybe hispanica, crecían en las heces fecales de los Bos primigenios taurus como hoy crecen en las heces de los bovinos de la región.

Hongos Mayas

En las sociedades agrícolas como la maya, encontramos un sofisticado imaginario religioso y fue muy sutil el filtro entre lo cotidiano y lo sagrado; las imágenes en cerámica como los textos epigráficos así lo revelan.

Durante el llamado periodo Clásico, cientos de vasos ceremoniales presentan la comunión entre los gobernantes y el mundo supranatural, en ellas, las entidades divinas que nombramos dioses, comulgan con los humanos en rituales relacionados al Poder.

Una de las entidades divinas relacionadas con el Poder es el llamado Dios K o Dios K’awiil y se relaciona con el sustento o la encarnación. Esta entidad divina aparece tanto en un cetro de poder como en forma antropomorfa.

En el vaso ceremonial clasificado con el número K2797 en la colección Justin Kerr, observamos una imagen en la que del lado izquierdo aparece la entidad K’awiil con un atavío de jaguar y en su mano izquierda «extendida» presenta un hongo, probablemente enteógeno.

En la imagen derecha, aparece la misma entidad con la mano plegada hacia su cuerpo y en lugar del hongo, encontramos siete bolas sobre un plato que pudieran ser Ua o tamales, quizá también piedras sagradas, el hecho es que el hongo desaparece y hay otros elementos en su lugar.

En las dos composiciones un elemento surge de su boca, como una lanceta que contiene un significado verbalizado. En la primera imagen la lanceta está dirigida a su interlocutor y en la segunda hacia los tamales o piedras, curiosamente, en esa segunda imagen, constatamos que en la parte final de la lanceta hay un hongo pequeño.

Como sugerencia interpretativa, estaríamos presenciando un acto de transfiguración de la materia a partir del hongo. El contenido de los glifos no ayuda mucho porque un elemento sintáctico se repite en toda la composición como si fuera un mantra e igualmente se repite en la banda epigráfica superior que conocemos como la Secuencia Primaria Estándar y que regularmente indica el uso del vaso y a su propietario, pero en este caso, se presenta un único glifo.

La ingesta de los hongos enteógenos, desde los tiempos paleolíticos, contribuyó al reconocimiento de la alteridad y junto con la experiencia onírica propiciaron la configuración de la percepción de lo sagrado y de lo simbólico.

Facebook: Claudio Obregón Clairin / Escritor e investigador independiente.