Claudio Obregón Clairin

De niño, mis mayores me decían con tono grave: “No profanes lo sagrado” y no entendía el significado de esa expresión; tampoco me la explicaron, crecí pensando que lo sagrado no debía ser profano, pero ¿qué es lo profano? ¿Y cómo explicar lo sagrado? Occidente determina que profano es todo lo relacionado a lo común, obvio y ordinario, en tanto que lo sagrado es todo lo incomprensible, que además está gobernado por entidades casi siempre invisibles que infunden respeto y miedo porque habitan en una realidad paralela en la que el pensamiento racional se descubre indefenso e inservible.

Mircea Eliade refiere sobre estos conceptos: “en última instancia, los modos de ser sagrado y profano dependen de las diferentes posiciones que el hombre ha conquistado en el cosmos” esta definición me permitió entender la relatividad y fragilidad de los juicios morales o éticos de mis contemporáneos adultos.

En mi adolescencia y sentado en el suelo de la Iglesia de San Juan Chamula, descubrí que en México existen diferentes y equidistantes interpretaciones de lo profano y lo sagrado. Los rezos chamulas en forma de mantra acompañados de alcohol, velas y sacrificios de gallinas, estaban ubicados años luz de los rituales cristianos que se sustentan en la culpa y el pecado. Lo que para unos era sagrado, para otros era profano ya que los chamulas ubican su religiosidad en la comunión con el cosmos, en su comunidad y en la naturaleza. Cuando salen de su Iglesia, sus rituales prosiguen en las montañas, en sus sembradíos, continúan comulgando con sus entidades divinas. En tanto que los occidentales asisten a las iglesias para escuchar un sermón moralizador, rezar e inmediatamente después, al salir a la calle, olvidan que estamos emparentados con las estrellas y construyen una vida individual pisando a sus congéneres… cuando la culpa los avasalla, regresan a la Iglesia.

Los chamulas no diferencian entre lo sagrado y lo profano, para ellos, el cotidiano es religioso, se sienten orgullosos herederos de tradiciones ancestrales, como la maya, y hoy, al leer y comprender los jeroglíficos mayas, descubrimos que los mayas históricos también procuraron la «unidad» entre lo que pertenecía a los hombres y lo que era propio de sus entidades divinas.

Al igual que los santos de la Iglesia Chamula, los mayas históricos veneraron infinidad de presencias divinas que invocaban a través de danzas, cantos, rituales y sangrías, consideraban que el vínculo con lo sagrado condicionaba lo profano y viceversa. Contaron con “portales” como montañas, pirámides, grutas, cenotes y lugares de Poder para comunicarse con el más acá y con sus habitantes, quienes constantemente visitan nuestra realidad y más aún, participan de nuestros eventos. La Castanedista Brujería del México Antiguo los nombra seres inorgánicos, exploradores y aliados, Occidente los llama ángeles, demonios y santos.

De Serpientes y Wayob

Los gobernantes mayas de las ciudades del río Usumacinta invocaban a una Serpiente de Visión que la escritura jeroglífica nombra Waxaklahun Ubah Chan (las 18 caras o representaciones de la serpiente), conjurándola, se comunicaban con sus ancestros y realizaban alianzas. Igualmente invocaban a wayob’ o coesencias que los acompañaban en las guerras de conquista y luchaban contra los wayob’ de los gobernantes enemigos. Los mayas históricos no diferenciaron entre lo profano y lo sagrado; sus entidades sagradas participaban en una de las actividades más profanas, la guerra.

En el libro “Títulos de la Casa Ixquin-Nehaib” un escritor maya narró cómo se libró una guerra entre los invasores peninsulares comandados por el inefable Pedro de Alvarado y los Mayas K’iche´(de Guatemala) dirigidos por Tekum Uman quien estaba al frente de 8 400 guerreros, incluyendo 39 portabanderas y tamborileros, Los guerreros se prepararon para la batalla realizando un ritual de sangradura (la sangre era el vínculo entre las entidades divinas y los mayas), reunidos todos, Tekum Umán se transformó delante de ellos, se puso alas con las cuales podía volar, sus dos brazos y piernas se cubrieron con plumas, se colocó una corona que brillaba como un espejo y voló como un águila. Tekum Umán fue un noble y un hechicero, combatió a los “wayob” ibéricos “Santiago Apóstol y la Virgen María”, este es el relato original.

“… Y entonces el capitán Tecum se desvaneció en el aire, y volvió transformado en águila cubierta de plumas verdaderas, llevaba también alas que le habían brotado del cuerpo. Este capitán Tecum vino con la intención de matar a Tonadiú (Pedro de Alvarado) quien montaba un caballo y en vez de golpear al Adelantado golpeó al caballo con su lanza arrancándole la cabeza. No era una lanza de hierro sino de piedras lustrosas y este capitán le había puesto un hechizo. Ya cuando vio que fue el caballo y no el Adelantado quien había muerto, se volvió a elevar a gran altura sobre su cabeza, con el propósito de lanzarse desde allí para matar al Adelantado. Entonces el adelantado lo esperó empuñando su lanza y empaló a este capitán Tecum con ella…”

Tecum Umán no murió en el campo de batalla sino en una “palapa de guerra”, fue su “way” quien sucumbió delante a las armas de metal, sin embargo, Tecum Umán tenía en su cuerpo las mismas heridas que propinó Alvarado al águila. Tecum y su “way”, formaron una “unidad” que contuvo lo sagrado y lo profano.

La guerra entre los mesoamericanos y los ibéricos fue también una guerra entre “wayob” en la que finalmente no hubo una victoria total ya que al transcurrir de los siglos, los “wayob” de ambas partes fusionaron sus características comunes, surgió una religiosidad mestiza y así podemos explicarnos el por qué del espíritu religioso-festivo que gobierna los usos y costumbres de los pueblos descendientes de los mesoamericanos y, entre los mestizos, la preponderancia que tienen los santos patronos de los pueblos y el desbordado culto mexicano a la Virgen de Guadalupe, entre otras expresiones sagradas que en ocasiones bordean el ámbito de lo profano.

Quienes unifican lo profano y lo sagrado, transgreden el conocimiento formal y abren portales para que la energía fluya por todos los mundos que la sensorialidad puede percibir, estos individuos son Hombres y Mujeres de Conocimiento, la tradición de los pueblos Tungus de Siberia los nombró chamanes y sus orígenes se ubican en la Época Paleolítica. Desde aquellos lejanos soles, su función como intermediarios con los “wayob” y con otras conciencias inorgánicas, garantizaba la salud y la prosperidad de sus pueblos.

Los mitos evolucionan y se amoldan al medio ambiente que los abriga, así, la tradición chamánica siberiana pasó al Continente Americano con los pueblos dorset e inuit (mal nombrados esquimales). Más tarde se tropicalizó al ingresar a Mesoamérica y al llegar a los Olmecas —y siglos después a los Mayas—, los ahauob hicieron propios los atributos del chamán y por ello, la religión en Mesoamérica, está íntimamente relacionada con el chamanismo y con las prácticas y ceremonias que unifican lo sagrado y lo profano.

Del Norte los vieron llegar…

Don Juan explicó a Carlos Castaneda que hace 10 mil años existieron Hombres y Mujeres de Conocimiento que lograron percibir un universo sensorial paralelo al nuestro del cual apenas hoy, la Física Cuántica reconoce algunas de sus luces y de sus sombras. Carlos Castaneda da cuenta de este evento en “El Arte de Ensoñar” y comenta que le comentó a Don Juan que eso era imposible ya que hace 10 mil años no existía ninguna sociedad precolombina en Mesoamérica, Don Juan le respondió que le tenía sin cuidado su interpretación arqueológica, que así fue y ya está…

El Conocimiento Silencioso que comentó Castaneda en su obra, tuvo sus raíces en los lejanos tiempos de cazadores y recolectores. Don Juan se refería precisamente a los chamanes paleolíticos de Siberia y Norteamérica mas no a las sociedades precolombinas, quienes miles de años después, heredaron y tropicalizaron ese conocimiento.

Hace 14 mil años, el Hemisferio Norte estuvo congelado y alrededor de los glaciares, las Culturas Boreales compartieron la misma visión del universo y es por ello que en todas las culturas primigenias encontramos los mismos mitos y referentes: el Diluvio Universal, el árbol eje del mundo con un ave o estrella encima de él; seres que nos precedieron y fueron destruidos, la Trinidad (Cielo, Tierra y Submundo) o las Montañas Mágicas, entre otras “coincidencias” que vistas desde el Polo Norte, en realidad, forman parte de un corpus ideológico.

La manera que los seres humanos interpretamos lo sagrado y lo profano, es el resultado de seleccionar y cualificar a los objetos y a los sujetos para otorgarles significados y símbolos que permite la convivencia social, el reconocimiento de nuestro entorno y garantiza la continuidad de nuestra existencia más allá del destino natural.

Retrovisor

“No profanes lo sagrado” decían mis mayores cuando era niño, hoy, lo sagrado se ha colocado en un segundo término, nos tropezamos con los estrechos límites que nos otorga lo profano y estamos consagrados a vivir en una sociedad que determina la felicidad a través de la posesión de objetos que rápidamente desechamos.

En tiempos antiguos, los objetos podían transformarse en sujetos, los seres humanos se transfiguraban en wayob’ y viceversa. Parece cosa del demonio dirán los moralistas; sin embargo, algunos de ellos, invocan con el rezo a “santos-wayob” para que los auxilien cuando la razón y la plusvalía no son suficientes para entender la magia de nuestro insondable universo.

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