La sintaxis del autobús 51 – La Covacha del Aj Men
16 Oct. 2022Claudio Obregón Clairin
Hace unos días y esperando al autobús 51 de la ciudad de Montreal, apreciaba la diversidad étnica que distingue a sus habitantes cuando de pronto… irrumpió en la fila del autobús un grupo de exaltados niños de entre 9 y 11 años quienes vociferaban al unísono y, entre sus discursos entrelazados, percibí que celebraban dirigirse a un parque de diversiones. Supuse que iban a La Ronde, aprecié que descendieran en el Metro Snowdon y no siguieran hasta la lejana avenida Parc, hacia donde me dirigía. Cuando abordamos el autobús 51, el destino quiso que nos encontráramos como chicos malos, en el fondo del autobús.
Entendí que celebraban el cumpleaños de uno de ellos cuando el cumpleañero se abalanzó sobre los asientos vacíos diciendo: “como es mi aniversario, tengo el derecho de escoger lugar”, se sentó en medio de los 5 asientos alineados en un costado del autobús 51, junto a él, se acomodó su mejor amigo; los cercanos a sus costados, en los 5 lugares de enfrente, el resto de la banda de chamacos y quien lo cuenta.
Una mujer se quedó de pie frente a los niños —luevo entendí que era la mamá del cumpleañero—, los empezó a sermonear, les advirtió que bajaran el volumen en el autobús y discursó sobre la conducta a seguir dentro del parque de diversiones, la escucharon en silencio y con atención, les preguntó si habían comprendido, asintieron e inmediatamente después volvieron a su escándalo.
Uno de los chamacos concentró la atención de los demás cuando espetó: yo soy el mejor en hockey… a bote pronto, otro continuó: yo soy el mejor esquiando y frente a él, el más alto, dijo: yo soy el mejor en básquet, así, uno a uno, los 8 chamacos exponían en una conversación comunitaria sus cualidades, nominando en lo que se consideraban los mejores cuando de pronto, uno de ellos, el más retraído, con fleco sobre los ojos, ligeramente regordete y probablemente alejado de cualquier deporte dijo: yo soy el mejor en la sintaxis…
Un silencio profundo — casi meditativo —cubrió la parte trasera del autobús, sus compañeros se miraron unos a los otros como si les hubieran metido un gol… mi reacción de total estupefacción atrajo la atención de la mamá del cumpleañero, entonces la miré como preguntándole ¿es verdad lo que acabo de escuchar? … Y es que la sintaxis, en pocas palabras, es lo que nos hace humanos y, con ella, podemos explicarnos que existimos.
Sintaxis deriva del griego “coordinar” y trata de la ordenación de las palabras en frases y oraciones. Los humanos elaboramos complejos procesos mentales con los que nos diferenciamos del reino animal expresando quién hizo qué a quién, por qué, cuándo y de qué manera… recreamos en quien nos escucha, un modelo mental que él utiliza para decodificarlo con una gramática mental que nos es común a los humanos y con ella, creamos mundos dentro del mundo…
En estado salvaje, los chimpancés reproducen una treintena de diferentes vocalizaciones y cada una de ellas posee un significado. Voces, gritos y gruñidos que pueden ser de curiosidad, de miedo, de alarma, de excitación o de amenaza, todas ellas cumplen una única función, son un mensaje directo. Los chimpancés carecen de un lenguaje en el que los sonidos que se reconocen con un significado, se junten para crear nuevos significados.
Los humanos contamos con un poco más de 30 unidades de vocalización y un promedio de una centena de fonemas en las lenguas contemporáneas y, al contrario de las voces de los chimpancés, precisan fusionarse con otros fonemas y glotaciones para crear palabras con nuevos significados. Es así como surgió el lenguaje y con él, la proyección de realidades, intenciones, búsquedas y acuerdos que procuraron el éxito social y biológico de nuestros ancestros… a veces no lo tenemos suficientemente consciente pero somos descendientes de puros triunfadores y mucho lo debemos a la sintaxis…
En algún momento de nuestra azarosa historia, un sonido con un significado fue suplantado por un sistema secuencial que combina fonemas sin significado individual pero que en su conjunto, hacen tangibles las abstracciones mentales. La sintaxis, es sinónimo de inteligencia y una de los logros intelectuales que propiciaron que seamos quienes somos.
La mamá del niño cumpleañero me expresó con su mirada que desde hace tiempo su capacidad de asombro había sido superada por la inteligencia del amigo de su hijo. Después del profundo silencio que provocó la afirmación que pateó al ángulo el niño genio, sus compañeros siguieron con el primer tema que les vino en mente, en tanto que el niño del fleco sobre los ojos, abstraído, gozando de su certeza, mantuvo la mirada fija, sonriente…
Y es que además de ser campeón en la sintaxis, el niño del fleco sobre los ojos, seguramente reconoce el poder transformador de la semántica, la rama de la lingüística que estudia lo que las palabras quieren decir. Si bien el orden de las palabras (sintaxis) se mantiene con pocas y lentas transformaciones en la evolución del lenguaje, sus significados (semántica) se transfiguran conforme los criterios humanos cambian de valores e intenciones.
Los infantes cuentan con una misteriosa capacidad para aprender idiomas en una edad en la que su mente aún no está capacitada para realizar tareas intelectuales complejas. A partir de los 2 años, inician el reconocimiento de los plurales y con avidez identifican y clasifican los verbos irregulares como excepciones, inician en la comprensión de las pautas del lenguaje.
Algunos investigadores como el fisiólogo William H. Calvin, en su obra ¿Cómo piensan los cerebros? sugieren que el pronto e innato aprendizaje para hablar, se relaciona con el de caminar. Son capacidades programadas en la mente humana y no tienen que ver con la inteligencia sino con una programación de una gramática mental que se activa junto al instinto natural por erigirse para caminar.
Los niños de Montreal, aprenden simultáneamente francés e inglés, si son descendientes de inmigrantes, su idioma de casa será el dominante en su mente y formación. Cada idioma es una manera de interpretar la existencia humana, narra también una historia. Así que las mentes de los niños de Montreal reconocen diversas maneras de comunicarse y relacionarse… y ello conlleva interesantes ventajas para los chamacos, por ejemplo: si de pronto realizan una travesura en el parque de diversiones, al rendir cuentas a la mamá del cumpleañero, el más osado de los muchachos pudiera decir “on a fait” (se ha hecho…) sin personalizar, así como que medio se responsabilizan pero sin decir quién lo ha hecho; en el idioma francés el pronombre personal “se” implica a “un nosotros pero no especifica de quién se trata…” en tanto que si les pidieran que escribieran en inglés lo que más les gustó de su visita al parque de diversiones, escribirán el Yo con mayúscula “I think, I was” (Yo pienso, Yo fui), ya que en el idioma inglés, cuando escribimos sobre nosotros mismos, lo hacemos siempre y sin falta de modestia, con mayúscula.
Bajaron en el metro Snowdon como había previsto, cruzaron la calle danzando como abejas y el autobús 51 siguió su silencioso camino entre los árboles encendidos con hojas color de atardeceres.
Facebook: Claudio Obregón Clairin – Literatura y Mundo Maya