La memoria, esa entidad huidiza que la experiencia humana reconstruye, disfraza o deforma según las circunstancias y las conveniencias que obren sobre ella, se posa de manera desigual en el rastro que hombres y mujeres imprimen durante su paso por la vida, dando de sí o arrebatando a otros la sustancia de sus actos y el alcance de sus expresiones.

Hay quienes son recordados más por ciertos hechos que se adhieren con solidez a los registros documentales y a los dichos que a partir de ellos siguen resonando entre las generaciones actuales. Como ejemplo de esto puede referirse la trayectoria política y humanística de Ireneo Paz Flores (1836-1924), hombre de armas identificado con el liberalismo de su tiempo, periodista satírico y escritor de tintes románticos del que suele destacarse el haber dado muerte en un duelo de honor a Santiago Sierra, poeta y espiritista que además fue hermano menor de Justo Sierra Méndez. Del mismo modo, es frecuente subrayar sus lazos consanguíneos con Octavio Paz, nieto suyo.

Ireneo Paz se distinguió en las campañas militares contra la intervención francesa; fue partidario de Porfirio Díaz, si bien miró con reserva muchas de las acciones que emprendió durante su dictadura, motivo por el cual Octavio Paz llegó a afirmar que “entre don Porfirio y mi abuelo existía una relación amor-odio”. Como impresor alcanzó renombre, y su desempeño en esta actividad lo llevó a participar en la Exposición Universal de París en 1900.

Asumió también la faceta de escritor, que lo llevó a incursionar en géneros como la novela, la poesía y la dramaturgia, aunque en este punto ha predominado la idea de que fue un autor de segundo orden, tal como lo asienta Emmanuel Carballo al aseverar que “las novelas de Paz están más próximas a las buenas intenciones que a la literatura”.

El investigador coahuilense Napoleón Rodríguez realizó un estudio biográfico al que denominó Ireneo Paz. Letra y espada liberal, que dio a la luz con el sello de Distribuciones Fontamara en 2002. En él atiende los aspectos más significativos de su figura pública y de su círculo familiar, a la vez que brinda una noticia pormenorizada de su producción bibliográfica y de las publicaciones periódicas que editó y dirigió.

Una fuente de información que resulta primordial para discernir la estatura histórica de este personaje la constituyen sus memorias a las que denominó Algunas campañas, a las cuales, por supuesto, recurrió su biógrafo para esclarecer muchos sucesos de interés en torno a quien, habiendo nacido en Jalisco, tuvo importante presencia también en Colima, en Sinaloa y en la capital del país, haciéndose al final de su vida un distinguido residente del pueblo de Mixcoac.

Acorde con las tendencias narrativas del siglo en el que desarrolló la mayor parte de su obra, la novela histórica fue el campo que reunió sus más copiosos frutos literarios, como lo demuestra el crítico Carballo cuando refiere dieciocho títulos de esta índole debidos a la pluma de su paisano. Rodríguez señala que, para su composición, Paz tomó como modelo los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.

Su poesía, reunida en tres volúmenes que llevan el título de Violetas y cardos, es de contenido variado, si bien incluyó muchos versos de ocasión y de humor político. Escribió comedias con una orientación similar, algunas de las cuales llegaron a representarse en San Luis Potosí y en la metrópoli.

También fue autor de Vida y aventuras de Joaquín Murrieta (1897); varios títulos suyos quedaron inéditos. El juicio que Napoleón Rodríguez emite respecto al conjunto de su creación escrita es el siguiente: “Su influencia en la literatura de la época es importante ya que su obra literaria le valió aplauso y reconocimiento, distinguiéndosele con la presidencia de la mesa directiva del Liceo Hidalgo que inició los trabajos de su tercera etapa” en 1884, sesión que promovió el maestro Altamirano y a la que concurrieron escritores como Guillermo Prieto, Juan de Dios Peza, José Tomás de Cuéllar, Francisco Pimentel y Joaquín Casasús, entre otros.

Frente a la necesidad de aquilatar la significación de una obra literaria conviene llegar a ella de manera directa, especialmente cuando las opiniones emitidas para caracterizarla envuelven opiniones contradictorias. A ello habría que sumar la apreciación de su contexto histórico y la red de vínculos que los literatos tejen para recrear su ideario estético y para conectar con el mundo interior de sus lectores.

Napoleón Rodríguez, Ireneo Paz. Letra y espada liberal. México, Distribuciones Fontamara, 2002, 153 pp.