LA COVACHA DEL AJ MEN

CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN

 

A la memoria de mi padre.

 

Los personajes germinan en la mente de los dramaturgos, reposan en palabras dormidas sobre páginas blancas y son los actores quienes las despiertan para corporeizar y dar vida a los personajes en un ancestral rito que ubica a la otredad en el plano consciente.

El origen etimológico de la palabra teatro deriva del griego theatron que a su vez proviene del verbo theasthai que significa “mirar o contemplar”, pero ¿qué se mira y quién mira? Los actores miran un conjunto de palabras que configuran a seres suspendidos en el tiempo y hacen suyos los significantes que el dramaturgo percibió, se contemplan en “el otro” que los habita y que únicamente existe cuando ellos dejan de ser quienes eran antes de mirar.

Durante la representación teatral, actores y público, miran para luego ver. La realidad escénica se sitúa en la intención de las palabras y no en lo que ellas señalan.

Por otra parte, como si se tornara tangible su reflejo sobre un tenue espejo coloidal, en el otro lado de proscenio, los espectadores miran el trabajo actoral para reconocerse en quienes transitan por otro tiempo y en circunstancias ya escritas aunque representadas cada vez de manera diferente.

En escena, los objetos se tornan sujetos, pueden estar sin ser vistos o verse como lo que no son, este principio mágico es imaginado por el dramaturgo pero precisa de los actores para que se materialice su intención, es por ello que los actores deben ser considerados como creadores.

Los actores dan vida a seres que habitan sus cuerpos, trascienden su realidad y género, en ocasiones pueden confrontar a sus esencias, tornan propias riesgosas emociones que cuestionan sus identidades y con el pasar de los actos, el conjunto de personajes que han representado configuran su existencia, quizá por ello, los actores comprenden de manera profunda la condición humana y conocen el éxtasis de la locura.

Cuando la iluminación y las grabaciones sonoras se incorporaron al teatro, hubo necesidad de que “alguien con criterio” contemplara esos nuevos mundos que se creaban con sombras fijas y ecos en el silencio, fue entonces cuando el director apareció en escena como un elemento catalizador entre la intención del dramaturgo y las capacidades de los actores.

Los directores contemplan el desarrollo escénico en su conjunto en tanto que los actores recrean los instantes y, aunque conocen el desenlace, no pueden reaccionar anticipadamente al impulso o a la acción que prosigue, responden como si fuera la primera ocasión que se gesta una emoción en su interior; es precisamente esa capacidad de sustraerse al instante, lo que los torna en seres mágicos.

Durante la representación escénica, los actores logran seducir al absurdo, convocan rememorando o evocan sentenciando. Las tramas se bordan con presencias invisibles y como en una red evolutiva, la selección natural se hace presente en la voluntad de quien crea imaginando los eventos, me refiero al dramaturgo, pero finalmente, son los espectadores quienes con sus reacciones confirman o descartan la otra realidad que nos develan los actores, así entonces, el público y los creadores escénicos comulgan suspendiendo la realidad cartesiana y juntos tornan visible a la otredad.

Al caer el telón, los actores precisan de los aplausos y no necesariamente para alimentar a su ego, sino que los silencios existentes en el batir de las palmas de los espectadores, provocan que los actores regresen a sus identidades; el aplauso dignifica el trabajo actoral pero sustancialmente propicia que los personajes se desprendan de los cuerpos de los actores para alojarse en el vacío escénico en espera de volver a ser conjurados, más tarde, tras bambalinas y camino a los camerinos, paulatinamente los actores recuerdan quienes eran antes de que los personajes tomaran posesión de sus cuerpos.

Los actores viven otras vidas en vida, son seres poderosos porque se transfiguran y logran que percibamos otras realidades, más aún, es probable que una actuación logre distanciarnos de nuestra propia respiración, acontece cuando una actriz o un actor ha llegado al umbral que separa lo necesario de lo sustancial, sucede, hay quienes lo han contemplado y son dichosos, porque sus conciencias han percibido “el secreto mayor”, aquel que ubica nuestra existencia en el plano energético y coloca las verdades de la vida justo detrás de nuestros pensamientos.

Facebook: Claudio Obregón Clairin / Investigador, Guía y Promotor Cultural