El recuerdo de Ralph Waldo Emerson brilla con la intensidad de su papel protagónico en el desarrollo del pensamiento filosófico del pueblo estadunidense durante el siglo XIX. Este legado se multiplicó en obras que exponen valores trascendentes y fecundos, con sustento en una honda raíz inspiradora y persuasiva.

En La conducta de la vida (1860), Emerson brinda el fruto de su reflexión en torno a ciertas ideas fundamentales para orientar caminos de perfeccionamientocon pasos enriquecidos de sobriedad y paciencia. El laconismo con que puso título a cada uno de sus nueve capítulos trasluce su afán de explorar lo esencial en el terreno de lo práctico: Hado, Poder, Riqueza, Cultura, Comportamiento, Culto, Consideraciones tempestivas, Belleza, Ilusiones.

A la vista de tales categorías, incita a reconocer en los signos de la naturaleza el orden regulador de los impulsos vitales, con especial énfasis en los límites que ajustan la medida de su expansión. Cuando los moldes del discernimiento afinan el carácter, revelanlazos hasta entonces inadvertidos entre los objetos del mundo y el pensamiento que capta sus atributos hasta descorrer el velo de la belleza omnipresente.

Mediante una profusión de ejemplos, Emerson muestra la diversidad de fuentes que apoyan sus asertos, con base en el estudio sistemático de autores antiguos y contemporáneos suyos aunado al examen de hechos históricos, en cotejo con la propia vida. Junto con citas oportunas de poetas y prosistas, pone en evidencia tambiénsu cercanía condisciplinas orientales que instan a vibrar en consonancia con el universo, tal como puede observarseen las referencias constantes a las enseñanzas del hinduismo.

Las concepciones con que aborda el poder se apartan de las groseras imágenes que hoy suelen formarse de él como un medio para someter al prójimo con propósitos funcionales, rebajándolo así en su calidad humana. Lo enfoca, en cambio, en vínculo dinámico con la iniciativa personal que absorbe el valor de los logros colectivos y tiende a concentrar sus esfuerzos en significados de plenitud.Sugiere que, de este modo,el entendimiento se fortalece sin apenas advertirse, en tanto recibe lairrigación discreta de manantiales que filtran su limpidez en tránsito de animar una comunidad de sensibilidades.

Cuando este pensador decimonónico acoge la noción de cultura en su sentido de proceso formativo, con miras a la universalidad, le asigna un papel de equilibrio y de mesura frente a cualquier tentativa de hacer del talento personal una fuente indiscriminada de vanidad y jactancia.Su concepto de la belleza concuerda con la sencillez, con la ausencia de elementos superfluos y con todo aquello que cumple los propósitos para los que fue hecho. La capacidad de reconocerla por medio de la inteligencia la convierte en un don preciado cuando se logran distinguir los componentes sutiles que la nutren en ese contexto.

Las referencias de Emerson llegan con frecuencia a manera de aforismos en ediciones de divulgación,y esto se debe a que de sus escritos resulta fácilextraer enunciados que condensan sus cavilaciones; este rasgo tendría que dar motivo suficiente para ir a la busca de los textos completos. Así puede notarse en muchos pasajes de su obra, comocuando a propósito de la riqueza afirma: “Rico es el que enriquece a los demás y pobre el que los empobrece”. O bien: “Es una buena cabeza la que sirve a los fines y gobierna a los medios”. Nada se compara con la oportunidad de captar el flujo de los razonamientos con que envuelve la pertinencia de sus frases.

El último capítulo de su libro tiene reminiscencias platónicas, tal como se aprecia en otros títulos de su copiosa bibliografía; atañe al conjunto de espejismos y mascaradas que empañan la existencia, aunque a su juicio otras veces la enaltecen. En concordancia con estas ideas sugiere una jerarquía de lo ilusorio, en la cual las propias actitudes del sujeto predisponen la calidad del objeto observado. Como efecto de este hecho, la verdad puede ser expresada con tropos, y la fascinación resultante aumenta el bien anhelado.

Hoy, lassociedades recibenla influencia de formas ilusorias diseñadas para empequeñecer y avasallar, para manipular y ablandar a sus miembros. Sus burdos eslabones inmovilizan el desarrollo ético y detienen su florecimiento en las relaciones humanas, para entronizar sus oropeles en la compulsión desgastante y en el regusto mezquino de la intrascendencia. Cada partícula que estrecha la percepción de las masas obtiene el beneplácito de los artífices del desaliento. El sacudimiento de estos lastres contribuye, en alguna medida, a restaurar el fondo significativo de conductas que en la escala de valores pudieran investirse de nobleza.