José Juan Cervera

Las conmemoraciones cívicas encauzan la atención del público hacia los tópicos que proponen evocar, pero el contexto que ayuda a explicarlos suele ser materia de estudio de los investigadores de la historia, quienes dedican años completos a esta labor, la cual les confiere familiaridad con los hechos que abordan. Este rasgo distingue sus logros de la simple referencia memorialista, porque el trabajo académico se apoya en fuentes diversas y somete su tratamiento interpretativo al control de un método específico.

El centenario luctuoso de Felipe Carrillo Puerto reaviva el espíritu polémico que envuelve su desempeño político y las circunstancias de su deceso, que por sí mismas atraen interés y desatan opiniones antagónicas, como lo demuestra la copiosa bibliografía dedicada a estos acontecimientos, cuya calidad varía acorde con sus procesos compositivos y con sus propósitos que, si bien sus autores no siempre hacen explícitos, terminan delatándolos en las páginas respectivas si se leen con cuidado. El fusilamiento de Felipe Carrillo Puerto, gobernador de Yucatán, de José Luis Sierra Villarreal (Mérida, Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, 2024), es un título de puntual aparición que hace aportaciones significativas en un formato ágil y didáctico.

Pudiera pensarse que el paso de un siglo ha sido suficiente para atemperar enconos y desmontar el pesado artificio sobre el que descansa el culto a un liderazgo real, pero distorsionado en acomodo a la conveniencia de los círculos de poder; sin embargo, la figura del hombre de Motul sigue dictando una provisión de lugares comunes que, en esencia, instituyeron los usos retóricos de la memoria oficializada, que contagia incluso a algunos sectores progresistas, los cuales, pese a su simpatía hacia las reivindicaciones populares, sucumben al fácil recurso de insistir en versiones simplificadas sin arraigo en la evidencia histórica, actitud que convalida inercias en el conocimiento de los sucesos del pasado. La cautela para evitar este defecto distingue al libro comentado de otros que abordan el mismo tema.

La obra de Sierra Villarreal da continuidad a otra de su autoría: La revolución en Yucatán 1897-1925. La historia negada (2018), pero a diferencia de ella, acota su perspectiva temporal en torno a la trayectoria de Carrillo Puerto y a los factores que confluyeron en su asesinato, contribuyendo a esclarecerlos mediante una rigurosa crítica de fuentes y un ejercicio analítico novedoso y equilibrado. Privilegia ciertos ángulos que otros soslayan o, peor aún, oscurecen intencionalmente. Su enfoque desborda el ámbito regional para marcar los efectos que el atentado contra el mandatario yucateco tuvo en el orden sucesorio de la presidencia de la república.

Así liga con detalle el conflicto por la investidura presidencial de ese entonces –que fue la causa directa del levantamiento delahuertista– con las consecuencias de la ejecución arbitraria del gobernador y de sus acompañantes en aquella madrugada de enero de 1924, y señala a sus beneficiarios directos e indirectos, a quienes sitúa entre los dos bandos en disputa del mando supremo del país. Su examen de la responsabilidad de cada uno, los pronunciamientos emitidos al respecto y sus acciones efectivas (o las que se resistieron a emprender) brinda elementos de juicio que adquieren sentido a la luz de las pruebas documentales citadas en el texto.

Un elemento clave del estudio reside en el contraste de dos proyectos políticos: uno de ellos concebido a partir de la experiencia directa con las comunidades mayas, aun si su inclusión en las filas del Partido Socialista del Sureste estuvo mediada en determinados espacios locales por fuerzas de índole caciquil que sumaron sus intereses a los de una entidad de mayor alcance táctico, frente a una instancia proclive a subordinar partidos regionales cuya dinámica respondía a condiciones específicas que no cabría extrapolar en un plano centralizado, pero que sugerían nociones de vida ciudadana dignas de apreciarse en un debate en torno a los perfiles del Estado mexicano, si las tendencias autoritarias en busca de la hegemonía lo hubiesen permitido.

Sierra examina el papel y las funciones de las ligas de resistencia como formas organizativas que favorecieron canales de interlocución con carácter de instrumento de toma de decisiones en el ámbito municipal, más allá de las coyunturas electorales. Destaca los propósitos de fondo que orientaron los afanes de Carrillo Puerto y descarta ideas infundadas que se han propagado ampliamente, como aquellas que acentúan contradicciones individuales, desplazan objetivos programáticos y rubrican afirmaciones sesgadas. El volumen incluye varios documentos que corroboran y refuerzan los argumentos expuestos.

El peso simbólico de un personaje aún controvertido un siglo después de su muerte es patente. Por ello sigue concitando pasiones encontradas que lo erigen en fetiche o lo rebajan a pieza de vituperio. Este libro abre una vía alterna para ofrecer madurez reflexiva, rigor metodológico y fluidez de lectura como componentes de una perspectiva que pueda superar semejantes lastres de apreciación y juicio, todo ello en bien de un mejor entendimiento colectivo.