Ernest Hemingway ‘regresa’, a los encierros de toros bravos de Pamplona, en España. ¿Por quién doblan las campanas?

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

The Rolling Stones nos desviaron de los ‘Sanfermines’ a Madrid, fue lo mejor que nos pudo pasar en nuestras vidas. Como todos los jóvenes del País Vasco, las fiestas de Pamplona eran una cita obligada. Nos servía de catarsis tras los exámenes de bachillerato y universidad de los meses de junio. Eran las 21:03 del 7 de julio de 1982. Una espectacular tormenta cae sobre Madrid al tiempo que los Rolling Stones saltan al escenario del estadio Vicente Calderón para ofrecer un concierto legendario, que ha quedado en el imaginario colectivo como uno de los más importantes de cuantos se han celebrado en España y del que ahora se cumplen 39 años. Los Rolling Stones eran entonces la banda más importante del planeta, unos supervivientes de los 60 y de los 70 que abanderaban en esos incipientes 80 el llamado ‘arena rock’, el rock de estadio, en el que el espectáculo es tan importante como la música. Habían entrado en la nueva década con un disco irregular, ‘Tattoo you’, que en realidad era un conjunto de descartes pero en el que brillaba un tema, ‘Start me up’, que les había hecho volver a las listas de éxitos.

Llegaban por segunda vez a un país inmerso en el Mundial 82, de infausto recuerdo para una selección que aspiraba impotente a los éxitos que hoy son algo habitual. Un país aún atemorizado por la pesadilla del reciente intento de golpe de Estado pero que a la vez estaba a punto de culminar el proceso de transición con la victoria del PSOE en octubre de ese mismo año. Un país que encontraba en el rock una forma de mostrar sus ansias de modernidad. Y los Rolling Stones eran modernos, pese a contar ya en aquel momento con 20 años de trayectoria. No era este, como decimos, el primer concierto de los Stones en España. En 1976 habían actuado en la Monumental de Barcelona, una actuación que abrió la puerta a la llegada de las grandes estrellas internacionales a España. Pero el de Madrid sería el primer gran show que lograba congregar en España a decenas de miles de personas.

Desde la ciudad de Eibar, Gipuzcoa, País Vasco, y con 26 ‘tacos’ encima, salimos de excursión hasta Madrid para ver a Mick Jagger y los suyos. Íbamos en un ‘Dos caballos’, un Citröen viejo. Conducía José A. Fernández, integrante del grupo de rock vasco Itoiz. Los otros integrantes de la ‘expedición’ eran Roberto Ruiz Sarasketa, empresario, y entonces disc jokey en la sala de fiestas Mickey Mouse de Eibar y director de comunicación social del Centro de Investigación Tekniker del Gobierno Vasco, Roberto Morales, periodista de Onda Cero y el que escribe esta pincelada, reportero ya en aquellos años… Digo ‘expedición’ pues soportamos una temperatura que superaba los 40 grados. Recuerdo que en Burgos, los gorriones no podían casi volar. La carretera general, la N1, no era muy diferente a un camino rural de la etapa imperial romana. Tardamos en cubrir los casi 500 kilómetros, no menos de diez horas.

Llegamos justo para el concierto. Dejamos aparcado el destartalado coche en el barrio enrollado entonces de Malasaña, muy cerca de la cafetería ‘La vía láctea’. A la vuelta nos encontramos con el carro abierto. Recuerdo que me robaron un chaqueta vaquera Levi’s 505, recién comprado en un viaje que hicimos a Biarritz, a la Francia liberal que nos atraía en aquellos años negros días de la España ‘imperial’. En ‘el otro lado’ nos hacíamos con libros de Hugh Thomas, Ian Gibson, Stanley G. Payne, Gerald Brenan…, quienes nos contaban nuestra historia de España más cercana a la realidad que la del ‘historiador oficial’ de entonces, Ricardo de la Cierva. Las crónicas de la época relatan el asfixiante calor que vivimos los más de 60 mil  espectadores que nos congregamos en el estadio del Atlético de Madrid en aquella tarde de julio. Mientras esperábamos a la salida de los teloneros, la J. Geils Band -que saltó al escenario con una hora de retraso, debido a los problemas de acceso al campo- los asistentes se duchaban con agua mineral, coca-colas y cualquier líquido que pudiera rebajar el bochorno. Los técnicos regaban con mangueras a los espectadores de las primeras filas.

Todo ello bajo la atenta vigilancia de un amplísimo dispositivo de seguridad: en torno a 600 policías nacionales y 500 municipales, según la crónica de ABC, que apenas tuvieron trabajo ya que los ‘rockeros’ -con comillas, como recogían los periódicos de la época- dieron una lección de civismo que pocos esperaban. Entre los asistentes, rostros muy conocidos como el entonces secretario general del PSOE y próximo presidente del Gobierno, Felipe González, o los músicos Ana Belén, Víctor Manuel o Ramoncín. Cuando Jagger, Richards, Wood, Wyman y Watts -sí, entonces todavía eran cinco- salieron al escenario, por un momento pareció que el mundo se iba a acabar. Como si estuviera preparado por un manager particularmente influyente, los cielos se abren en un tormentado apocalíptico: la cortina de agua es tan espesa que difumina el escenario. Una valla de uralita se derriba con estruendo, los rayos cruzan muy decorativamente por encima de las cabezas de la gente. Los racimos de globos que decoran el escenario caen sobre las primeras filas y los paneles laterales son sujetados a duras penas por los técnicos. Pero la banda arremete con fuerza ‘Under My Thumb’ como si nada estuviera pasando mientras el agua inunda el piso sobre el que Mick Jagger intenta mantenerse en pie.

“Era de día cuando comenzó el concierto. Se cubrió el cielo rápidamente y empezó a llover. El decorado quedó a merced del viento y en medio de esa furia desatada saltaron al escenario y comenzaron a tocar. Irrepetible. A estas alturas ya estaba claro que la lluvia no iba a detener a los Stones, que van desgranando un repertorio formado temas nuevos y clásicos como ‘You Can’t Always Get What You Want’, ‘Brown Sugar’ o ‘Angie’. Mick Jagger se cambia de ropa y corretea por el escenario como un chaval. “Da gusto pensar que tiene 38 años y todavía tiene humor para estas cosas”, decían los periodistas de entonces en sus programas radiofónicos. Y es que a la prensa española no dejaba de extrañar que unos tipos que rondaban los 40 fueran capaces de mantenerse en activo. Qué pensarían hoy si supieran que esos mismos músicos, superada de largo la edad de jubilación, son capaces de seguir llenando estadios.

Cuando dos horas después del inicio del concierto, durante la interpretación de la inevitable ‘Satisfaction’, Mick Jagger salió envuelto en una bandera española, las 60 mil almas que llenábamos el Calderón teníamos ya el convencimiento de que habíamos asistido al concierto de nuestras vidas. Desde Madrid nos dirigimos a Pamplona. Allí logramos ‘sobrevivir’ un par de días. Recuperados, tras descansar unos días en el País Vasco, tomamos el tren en Hendaya… El Trastevere de Roma y Federico Fellini nos esperaban. Eran nuestros veranos locos de los ochenta. Se acercaba la victoria de los socialistas de Felipe González. Suponía el fin de una era y de unos rancios y caducos personales de la historia política que se inició en la Guerra Civil de 1936. Europa era nuestra referencia y también su estado del bienestar y libertad liderado por Olof Palm, Georges Miterrand, Willy Brand, Mario Soares… El concierto de Mick Jagger en Madrid supuso para nosotros el inicio de una nueva etapa en las Españas… Los Rolling Stones han vuelto en numerosas ocasiones a España. Prácticamente en cada una de sus giras mundiales, España, ha sido una escala habitual, pero han confesado sus integrantes que lo que ocurrió aquel 7 de julio de 1982, fue lo mejor que nos pudo pasar en nuestras vidas.

Ernest Hemingway ‘regresa’ a los Sanfermines de Pamplona. El Nobel de Literatura, por su obra ‘El Viejo y el Mar’, que transcurre en Cojímar, Cuba, muy cerca del Caribe Mexicano, internacionalizó los encierros de toros bravos. ¿Por quién doblan las campanas? Hemingway escribió ‘Fiesta’ donde narra los encierros de toros bravos por las calles del casco histórico de Pamplona… El Nobel dicen que no ‘llegó’ a Iruña, Pamplona en vasco, el pasado año, tras dos años de pandemia en 2000 y 2021. Estaba ‘acatarrado’. Este 2023 la batalla contra el COVID-19 comienza a ser historia y ya no quedan reservas en los hoteles de Pamplona, cuando apenas resta menos de un mes para los Sanfermines y la ciudad está instalando las barreras en las calles del casco histórico, para canalizar las carreras de los morlacos y los mozos. No faltarán visitantes de Cancún y Quintana Roo y de otros lugares de nuestro Yucatán y México, entre el 7 y el 14 de julio. ¡”Gora San Fermín”!

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