Claudio Obregón Clairin

Durante al menos 300 mil años, en Europa y parte de Asia, los Neandertales lejanos lograron subsistir en condiciones de gélida adversidad hasta que de pronto, hace 30 mil años, desaparecieron.

Su tragedia coincidió con el encuentro que sostuvieron con nuestros ancestros directos. Recientes estudios indican que hubo intercambio genético entre los neandertales y nuestros predecesores, pero ¿por qué desaparecieron los neandertales del desarrollo evolutivo planetario? ¿Tuvieron nuestros antepasados algo que ver en ello? ¿Infecciones infantiles? ¿Hubo guerras? ¿Fueron fulminados por un cambio climático?

Los Neandertales eran robustos y más fuertes que los humanos de aquellos soles, su dieta consistía en abundante carne y minimizaban la cacería de pequeñas presas, en consecuencia, sus armas fueron lanzas puntiagudas y debían aproximarse a los animales para herirlos.

Toda la comunidad estaba implicada en la cacería, persiguiendo, azuzando o acechando a sus presas. Constantemente salían lesionados y los restos arqueológicos europeos nos indican que asistieron a los inválidos y que contaron con un imaginario ritual, que experimentaron la conciencia de la alteridad y que enterraron a sus muertos con ofrendas y flores.

Los Neandertales poseyeron un cerebro tan evolucionado como el nuestro pero contaron con fosas nasales muy anchas, lo cual, no encaja en los procesos evolutivos. Ciertamente sus ancestros Homo erectus, en África, necesitaron de narices anchas para refrescar su temperatura corporal pero en los glaciares, pareciera que no tuviese sentido contar con fosas nasales tan anchas; sin embargo, por su intensa actividad física y al estar cubiertos de pieles, precisaban ventilarse de manera rápida para descender su temperatura corporal.

Otra diferencia sustancial entre nuestros primos Neandertales y nosotros, fue el habla. Los estudios de DNA nos indican que contaron con el gen FOXP2 que se relaciona con el habla pero no hablaron como nosotros ya que su paladar era plano y les costaba trabajo pronunciar las “i” y las “u”. 

Compartieron con nuestros ancestros la comunicación verbalizada, pero sus costumbres culturales estuvieron condicionadas a la calidad de su alimentación, a su morfología y a las relaciones sociales que de ellas derivaron.

Los descubrimientos arqueológicos en Atapuerca, España y en diversos sitios en Siria y Turquía, nos permiten interpretar que hace un millón o millón y medio de años, algunos grupos de Homo erectus emigraron de África a Europa en una época en la que el desierto de Sahara aún no terminaba de dividir el centro de África con el Mediterráneo.

De aquella lejana migración, derivaron los Neandertales, quienes después de un poco más de un millón de años pasaron de andar desnudos por la selva a cubrirse de pieles a la orilla de los glaciares.

Hace 150 mil o 100 mil años, otra migración africana, pero de otros seres: los seres humanos, navegaron al menos 10 kilómetros por el extremo sur del Mar Rojo durante un periodo en el que los océanos estaban decenas de metros más abajo del nivel actual. Al salir de África nuestros ancestros se dispersaron y hace 40 mil años ya habían colonizado Australia y Asia.

Nuestros abuelos migrantes al llegar a Europa, encontraron a los Neandertales y no sabemos aún si existió un choque de culturas, una absorción cultural o de plano una aniquilación; testimoniamos que algunos seres humanos cuentan con el 2% de material genético neandertal.

El genetista David Reich de la Escuela de Medicina de Harvard publicó junto a otros investigadores en la revista Nature de enero de 2018, un artículo en el que se evidencia que los neandertales y nuestros ancestros mantuvieron relaciones sexuales, por lo tanto, compartimos material genético y algunos genes de origen neandertal están asociados a la diabetes tipo 2, a la cirrosis biliar, a nuestra capacidad para adaptarnos al frío y al hábito de fumar.

Estudios genéticos publicados en enero 2016 en la American Journal of Human Genetic develaron que heredamos de los neandertales una importante proteína que está en las membranas de las células del sistema inmunitario, las cuales son las primeras en reaccionar cuando aparecen las bacterias, hongos o parásitos.

Es aún un enigma reconocer los motivos de la desaparición de nuestros primos, quizá su dieta especializada en presas mayores los condujo al exterminio durante un cambio climático en el que nuestros ancestros cazaron y comieron todo lo que se movía y por ello subsistieron.

Quizá un lenguaje sofisticado permitió a los seres humanos desarrollar mejores armas y organizarse exitosamente en condiciones de gélida adversidad.

Probablemente los valores culturales neandertales cedieron a los de los humanos, surgieron mestizajes y otros grupos sucumbieron al aislamiento en zonas inhóspitas y gélidos climas.

¿Diversos factores al mismo tiempo? Es un misterio esa desaparición…

Espejos

Nuestros ancestros de aquellos soles portaban collares de conchas y piedras que además del sentido estético que pudieran contener o evidenciar el naciente valor de la decoración y, por lo tanto, “el surgimiento del individuo identificado con un clan”, podemos igualmente deconstruir que los collares fueron códigos culturales, informaciones y valores codificados y compartidos por humanos separados por enormes distancias pero unidos por objetos que representaban entendimientos sustanciales que les dieron identidad delante a la adversidad climática.

Esos collares testimonian los códigos culturales que dotaron de “humanidad” a nuestros ancestros; les dio pertenencia e identidad, así como la vitalidad para subsistir al rigor de las glaciaciones y configurar un pensamiento místico comunitario, en el que construyeron su destino por encima del destino natural, valiéndose del auxilio de los espíritus.

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