Una crisis personal lo alejó del deporte durante tres años, tiempo en el que cayó en el alcohol y las drogas. Decidido a recuperar su vida, retomó los entrenamientos, perdiendo 20 kilogramos en seis meses. Bajo la guía de Alejandro Pérez, conocido como Pacquiao, volvió a pelear y ganó por nocaut en el tercer episodio, lo que revitalizó su espíritu competitivo. Actualmente es emprendedor, dueño de la tortería “Las Campeonas”, y sueña con competir por un campeonato sureste en el boxeo

Sergio Masté

En el cuadrilátero de la vida, Sawyer Mijael “Demonio” Flores Torres ha librado muchas batallas. A sus 31 años, este boxeador de Cancún ha encontrado en el deporte y en su familia—su pareja y sus cuatro hijos—el motor que lo impulsa a seguir adelante. Sawyer no solo ha superado adversidades, sino que también ha aprendido a no arrepentirse de su pasado, pues cada experiencia, buena o mala, lo ha llevado a ser quien es hoy.

UN INICIO TURBULENTO

Con un cuerpo tatuado sin saber cuántos diseños tiene impregnados en la piel, “Demonio” Flores recuerda su infancia con cierta melancolía. Su padre, Francisco Flores, fue futbolista profesional en la tercera división y siempre intentó inculcarle el amor por el fútbol. Sin embargo, la vida tenía otros planes para Sawyer, quien nació en Cancún, hijo de un veracruzano y una chiapaneca.

La vida no siempre fue fácil para Sawyer. “Difícil porque no tuve a mi madre siempre, mi padre a mi corta edad consiguió otra familia,” relata. A pesar de ello, nunca le faltó lo esencial. Sin embargo, las calles lo sedujeron, y se involucró en actividades delictivas y pandillas, como los Aztecas Locos, de la 218. “El día que cumplí 18 años me tocó pisar la cárcel,” confiesa Sawyer, recordando cómo un robo de medidores de cobre lo llevó tras las rejas.

UN CAMINO DE REDENCIÓN

Salir de la cárcel fue un punto de inflexión en su vida. “Mi papá me sacó y me dijo que debía ponerme las pilas. Ya era papá de una niña de 4 años,” recuerda Sawyer. Fue entonces cuando comenzó a trabajar en hoteles y restaurantes, ascendiendo de lavaplatos a gerente de restaurantes en Tulum. Pero, el verdadero cambio llegó gracias al boxeo.

La pasión por el boxeo nació gracias a Ricardo “Castor” Morgado, un hermano de barrio. A los 18 años, Sawyer comenzó a asistir a las peleas de Ricardo y se enamoró del deporte. Con el tiempo, entrenó bajo la guía de Osvaldo Carrasco, un entrenador cubano. Aunque su récord profesional es modesto—ocho peleas, siete perdidas y una ganada por nocaut—Sawyer nunca recibió una golpiza devastadora. Sus derrotas fueron más el resultado de su indisciplina que de la falta de habilidad.

EL RENACIMIENTO DE UN GUERRERO

Tras su última derrota, Sawyer se retiró del boxeo por tres años. Durante ese tiempo, enfrentó problemas familiares y cayó en el alcohol y las drogas. “Engordé bastante, llegué a pesar 92 kg,” admite con tristeza. Fue un periodo oscuro, pero decidió cambiar su vida. “Me vi al espejo y me dije: ‘No mames, este no puedo ser yo’.”

Con una determinación renovada, Sawyer regresó al entrenamiento, inicialmente para bajar de peso. Logró bajar de 92 a 72 kg en seis meses. Entrenando bajo la disciplina de Alejandro Pérez, conocido como “Pacquiao”, recuperó su condición física y mental. Decidió volver a competir y, recientemente, noqueó a su oponente en el tercer episodio de su pelea de regreso.

LA FAMILIA, SU PILAR FUNDAMENTAL

“La familia siempre es la familia,” afirma Sawyer con convicción. Sus hijos y su pareja son su principal fuente de motivación. Con un sueño realista de pelear por un campeonato sureste, Sawyer no deja de soñar en grande. “Los sueños se cumplen hay fortaleza y yo me siento bien, tengo 31 años y siento que me puedo agarrar con un chavo chamaco sin problema alguno.”

SIN ARREPENTIMIENTOS

Cuando se le pregunta si cambiaría algo de su vida, Sawyer responde sin dudar: “No me arrepiento de nada. Todo lo que pasamos nos lleva al punto en el que estamos parados actualmente.” Su historia es un testimonio de resiliencia y de cómo, incluso en las circunstancias más difíciles, uno puede encontrar la redención y la paz.

Hoy, además de ser boxeador, Sawyer es un emprendedor exitoso con su negocio “Las Campeonas,” una tortería que ha sido su sustento durante los últimos cuatro años. Su vida es un recordatorio de que, con determinación y apoyo familiar, cualquier adversidad puede superarse. Y en el cuadrilátero de la vida, Sawyer “Demonio” Flores Torres sigue luchando, mirando siempre hacia adelante.