Cuando se acerca la temporada de vendimia a menudo oímos un término que es poco habitual: el kilogrado. Pero ¿por qué se usa esta unidad de medida y no el kilogramo tradicional? La respuesta es tan sencilla como que el kilogramo es una unidad de medida que solo mide la cantidad, mientras que el kilogrado además mide la calidad. Pero veamos todo con más detalle.

En la viticultura, el término “kilogrado” se refiere a una medida que combina el peso de la uva (kilo) con su contenido de azúcar (grado). Este término se obtiene multiplicando los kilogramos de uva por los grados Brix o Baumé, que son escalas utilizadas para medir la concentración de azúcar en la uva. Los grados Brix indican el porcentaje de azúcar en el mosto, mientras que los grados Baumé miden la densidad del mosto y se utilizan como indicativo del potencial alcohólico del vino que dará esas uvas.

El uso del kilogrado en lugar del kilogramo tiene una razón importante: permite una evaluación más precisa de la calidad de la uva. Al considerar tanto el peso como el contenido de azúcar, los productores de vino pueden determinar el valor de la uva de manera más equitativa y ajustada a la calidad final del vino que se producirá. En otras palabras, el kilogrado proporciona una medida más completa de la materia prima, reflejando no solo la cantidad de uva cosechada, sino también su capacidad para producir un vino de determinada calidad y con cierto grado de alcohol.

Esta medida es fundamental para establecer el precio de la uva porque el contenido de azúcar es un factor determinante en la producción de vino. Uvas más maduras resultarán en mostos con mayor densidad o concentración de azúcar que pueden producir vinos con mayor contenido alcohólico y potencialmente de mejor calidad, lo que las hace más valiosas. De esta manera, el uso del kilogrado favorece tanto a los viticultores, que pueden obtener un precio más justo por su producto, como a las bodegas, que aseguran la adquisición de uvas adecuadas para elaborar vinos de alta calidad.

El kilogrado se emplea ampliamente en regiones vinícolas donde la precisión y la calidad son esenciales, como en muchas zonas de España, Francia e Italia. Al aplicar esta medida, se promueve una agricultura más orientada a la calidad, incentivando a los viticultores a cuidar mejor sus viñedos y a producir uvas con características superiores. Así, el kilogrado se convierte en una herramienta fundamental para mantener estándares altos en la producción vitivinícola y para asegurar que el precio de la uva refleje fielmente su valor real en el proceso de vinificación. (Vinetur.com)