Siempre que una obra se remonta a los orígenes de un proceso histórico, a las fuentes germinales de una intuición o a los móviles de una potencia renovadora, su compromiso con los lazos que recompone le hacen participar de esencias ocultas pero reales, con poder sobre la memoria y el entendimiento. El arte de la vida ilumina valores que anidan en los flancos de la experiencia para bien de quienes reconocen su potencial de plenitud.

Cuando un autor encuentra una veta de significados que lanzan destellos a su mirada, la frecuenta indagando los cruces de sus raíces y ramificaciones, haciéndola parte de sí y transformándola en materia de creación, le destina tiempo y empeño hasta alojarla en un fruto depositado en otras manos para incitar curiosidad y producir efectos sensibles que desprendan ecos donde parecía haberse perdido su huella.

Cuando Carlos Martínez Bolio halló en las inmigraciones asiáticas un punto de referencia para mirar de cerca la historia de Yucatán, decidió abordarlas mediante un tratamiento literario distanciado de los estudios académicos y de los textos de divulgación que se ocupan de estos temas. De tal impulso resultó la novela De puerto a puerto (2023), en que incorpora nociones emanadas de su ejercicio profesional como oftalmólogo, acaso como un guiño solidario con pacientes, colegas y amigos suyos. En su momento, el tema nutrió también la pluma de Tatiana Buch en su cuento Tarciso Cantón (2003) y la de Kim Young-ha en su novela Flor negra (2021, en su traducción al castellano), que con enfoques dispares estrecharon vínculos emotivos con el suelo yucateco sin haber nacido en esta tierra. Los hechos del pasado prolongan sus trazos en letras de hoy, abriendo perspectivas nuevas en torno de vivencias lejanas.

El libro del doctor Martínez Bolio brinda espacio a las reflexiones que el maestro Roldán Peniche Barrera plasma en su prólogo, en las que rememora la tradición novelística de Yucatán, sus periodos de auge y la importancia que los investigadores de otras partes del país y del extranjero conceden a las muestras de este género como forma expresiva de asuntos locales. Por su parte, el autor de la obra comentada enlista algunos factores que repercutieron en su desarrollo y registra las inquietudes que se propuso atender al elaborarla. Estas claves compositivas podrá corroborarlas cada lector al adentrarse en sus páginas.

Entre sus cualidades más notables, De puerto a puerto se vale de una llaneza narrativa que favorece su lectura en la relativa brevedad que la arropa. Los diálogos, remembranzas y pensamientos que dan sentido a los sujetos de la acción se combinan para dejar rastros que sustentan el espíritu unitario del argumento hasta aclararse por completo en las cartas incluidas al final de la novela. Las circunstancias en que acaecen los episodios decisivos del relato se sitúan en las postrimerías de la dictadura de Porfirio Díaz y en los primeros decenios del régimen que nació para sepultarla con nuevos actores y contradicciones inéditas.

El destino de personajes que, tras emigrar de Corea a Yucatán dan cuerpo a los acontecimientos, en cierto modo evoca complejas pautas de integración cultural en medio de un sistema económico sustentado en abusos que apuntalaron los privilegios de minorías enriquecidas a expensas de una masa de peones, autóctonos y foráneos, cuya carencia de derechos se reflejó en el estancamiento de sus expectativas de movilidad social. Un aspecto de mucho peso en la trama es, por consiguiente, el de las distinciones de clase y, en alguna medida, las diferencias étnicas como signo de rechazo en un contexto familiar lastrado por la fuerza de prejuicios, atavismos y otras rémoras que fijan límites en las relaciones interpersonales y en las formas de representarlas en el lenguaje ordinario, lo mismo que en las actitudes nacidas de convenciones tácitas.

Las aportaciones que los inmigrantes de distintas procedencias trajeron a estas regiones no se constriñen a su fuerza de trabajo que resintió prácticas opresivas en beneficio de una oligarquía criolla, ni a la riqueza de sus tradiciones nativas que se mezclaron con la cultura local, sino que inciden también en la ampliación de la memoria histórica, núcleo simbólico en que la diversidad humana reluce como elemento dinámico en medios sociales que aspiran a reconocerse en las profundidades de su ser colectivo, a semejanza de los médicos que indagan en el fondo de las pupilas provistas de secretos preciados.