@_chipocludo

¿Qué sería del paisaje sin esos personajes que ven en el servicio público su boleto a la opulencia? Si algo nos ha enseñado la política mexicana es que siempre hay una manera de sacar provecho, ya sea mediante contratos, campañas, o la manipulación del sistema laboral. 

¿Quieres saber más? Aquí te van los cuatro tipos de rapiña más comunes en nuestro querido país, y cómo cada uno es una obra maestra de la desfachatez. 

1. Contratos de salud: “El Paquete Básico… de Billetes” Empecemos por lo básico: la salud pública. Cuando uno piensa en hospitales, se imagina doctores con batas blancas, enfermeras atentas y, bueno, pacientes recibiendo atención, ¿no? Pues no. En México, el sistema de salud pública es el escenario perfecto para la rapiña, esos contratos millonarios para comprar medicinas o construir hospitales tienen más huecos que una coladera. Primero, se hace el contrato, por supuesto con una empresa que resulta ser del primo, del sobrino de un político influyente. El presupuesto asignado para comprar 10,000 dosis de medicamentos se gasta en unas 3,000… porque el resto va a parar a una bodega “misteriosa” (esa misma bodega donde se pierden los votos). ¿Y los hospitales? Ah, bueno, si te va bien verás que la primera piedra la colocaron… hace cinco años. Y nada más. 

2. Campañas políticas: “Todo es Marketing, Incluso la Corrupción” ¿Quién dijo que la política no era un buen negocio? Hacer una campaña es una forma perfecta de “distribuir” dinero público entre amigos cercanos y simpatizantes. El truco está en inflar todo: la impresión de carteles, la organización de eventos y hasta los “voluntarios” pagados. Uno de los mayores secretos es el viejo truco de los proveedores inflados, necesitas 1,000 playeras para tu equipo de campaña, pero curiosamente la factura es por muchísimo dinero… y el proveedor resulta ser el cuñado del jefe de finanzas de la campaña. La otra mitad del dinero se destina, por supuesto, a esos adorables “gastos operativos” que nadie cuestiona porque, claro, las campañas cuestan, ¿no? 

3. Beneficios laborales: “Promesas Vacías, Bolsillos Llenos” Ahora entremos en el mágico mundo de los derechos laborales. Cuando oyes que van a “mejorar las condiciones de los trabajadores”, ya sabes que algo raro se está cocinando, los políticos logran hacer reformas laborales que suenan a un paraíso en papel, pero que en la práctica son como pedirle a un taco de suadero que no chorree grasa. Todo un arte. 

Las reformas que prometen aumentar el salario mínimo o mejorar las condiciones laborales suelen ser la tapadera perfecta para hacer ajustes fiscales a medida. Sí, el salario sube (¡hurra!), pero, sorpresa: los impuestos también y no hablemos de las horas extras no pagadas ni de las condiciones laborales deplorables que parecen sacadas de una novela distópica. Eso sí, los líderes sindicales (como el dictador de la SNTSA 45 de Chetumal) están bien cómodos en su oficina de lujo, bebiendo un café importado que probablemente pagaste tú con tu nómina, un maestro en el juego del poder que usa el tablero sindical para mantenerse firme en el trono (o dejar a un familiar, como a su hijo, por ejemplo), sin importar lo que cueste a los demás. “¿y porque querrían cambiar algo que funciona tan bien?”

4. Educación: “Aprender es Poder… Para los Políticos” Y aquí viene mi favorito: la educación. Claro, todos estamos de acuerdo en que la educación es clave para el futuro de cualquier nación. Pero en México, la educación es también una de las mayores fuentes de rapiña. Los programas para “mejorar la calidad educativa” son un pretexto genial para desviar fondos hacia consultoras y asesores que no han pisado una escuela en su vida, pero que cobran como si hubieran diseñado el sistema educativo de Finlandia. Los libros de texto gratuitos, las computadoras que “donan” a las escuelas con windows xp en este 2024… Todo eso está muy bonito en las noticias, pero en la realidad, las escuelas siguen cayéndose a pedazos y los maestros siguen esperando pagos que nunca llegan. Ah, pero no importa, porque la rapiña aquí es más creativa: se venden plazas (esos sindicatos son unos loquillos), se hacen negocios con las cuotas escolares, y se reparten beneficios entre los funcionarios educativos que tienen más de empresarios que de pedagogos. ¿Y qué nos queda? La rapiña política es casi una tradición en México. Es el “sálvese quien pueda” en su versión más institucionalizada, y lo más triste es que parece que nunca hay suficientes ojos para vigilar tantas manos ávidas de aprovecharse del sistema. 

Lo irónico es que estos robos, desfalcos y desvíos se hacen con una sonrisa y una promesa de “cambio”, pero al final solo cambian de cuenta bancaria. ¿Y nosotros? Nosotros seguimos esperando que alguien realmente haga su trabajo. Así que la próxima vez que veas una promesa de mejora en salud, educación o derechos laborales, no te sorprendas si detrás de cada anuncio grandilocuente hay un político frotándose las manos, listo para llevarse su parte del pastel.