El cielo de la oposición

Roberto Guzmán

¡Pensar acerca de la enfermedad!

—Calmar la imaginación del inválido,

de manera que al menos no deba, como

 hasta ahora, sufrir más por pensar en

su enfermedad que por la enfermedad

misma— ¡eso, creo, sería algo! ¡Sería

mucho!»

Friedrich Nietzsche

Mientras cada año se registran miles de muertes en todo el planeta, los seres humanos las hemos venido interpretando de diferentes maneras. Mientras les damos un significado a cada una de ellas, también imaginamos cosas y supuestos acerca de ellas mismas, ya que las enfermedades o eventos que las pudieron provocar, no siempre han sido hechos biológicos, sino también hechos sociales como culturales, al interponerles y darles significados a sus diversas formas que de acuerdo a una red que se teje y se ha tejido, han permanecido socialmente a lo largo del tiempo y en diferentes espacios.

Al seguir esta idea, una infección como el SIDA ha estado plagada de significados que le han dado sentido a su existencia como a la relación de los sujetos y grupos que lo han desarrollado y vivido con él. Y si bien el sida es la etapa terminal de una enfermedad infecciosa provocada por el VIH, hoy también es un fenómeno sobre el cual continúa recayendo la imaginación humana cuando lo interpretamos de acuerdo a factores distintos y procesos involucrados tales como el cuerpo, el miedo, la sexualidad, la muerte y los prejuicios.

Ante estos factores podríamos decir que las enfermedades si bien han acompañado al hombre desde siempre, el SIDA nunca ha significado lo mismo ya que las diferentes interpretaciones de la infección han estado dadas por contextos históricos y culturales de cada grupo humano y de cada sociedad. Por lo que ante estas diferencias puede surgir si nos preguntáramos, ¿qué es lo que a lo largo de la historia y en diferentes latitudes hemos imaginado no solo del sida sino también de las enfermedades que han sucumbido a lo largo del tiempo?

La peste por ejemplo fue socialmente señalada como una podredumbre y horror, al igual como una maldición y peligro al grado, que evitaba a toda costa que se tuviera contacto con los enfermos y con los apestados, situaciones de pánico que, si hoy estos escenarios los colocásemos en el ámbito del arte, veríamos representadas multitudes de gentes muriéndose en las calles y colocando a los sanos huyendo al contagio. Tratar de deslindar de estas escenas de horror al SIDA durante los años 80´s seria engañarse hoy de como los medios y autoridades culparon a los hombres Gays quienes morían en las calles y en los hospitales, sin que familiares y médicos hicieran algo por ellos.

El SIDA no es un asunto rosa ni tampoco una sentencia. De aquí mis estimados lectores que el VIH no podemos continuar relacionándolo en el ámbito de lo privado luego de haberse conquistado derechos y libertades en muchas legislaciones que hoy atienden la salud el estigma y la discriminación condenando la criminalización del mismo. Los derechos humanos son prerrogativas en el ámbito público que ya no pueden permitir se lastime la dignidad humana.