Roberto Guzmán

Quienes solapan la negligencia en una estrategia de salud,

son corresponsables del fracaso.

Clemente Castañeda

En México, de acuerdo a datos publicados la semana pasada por el INEGI entre enero y marzo del 2022, se contabilizaron en forma preliminar 55,448 defunciones registradas por el virus del SARS-COV-2, lo que representó una disminución de 117,678 respecto a las registradas en el mismo periodo del año  anterior, que ascendieron a 238,730 fallecimientos, cifras que hoy no desmienten que a cuatro años de la actual administración federal se pueda decir que este gobierno se está distinguiendo por su ineptitud, ineficacia y corrupción, así como por una demagogia que recae solo en retóricas huecas y sin sentido, llevando en el acontecer del día a día un cúmulo de mentiras y de facciosas fantasías que en el ámbito de la salud son mayores, y que por las malas decisiones de una Subsecretaría que manejó la pandemia del COVID-19 equivocadamente, ocasionó que murieran en dos años 480 mil mexicanos de acuerdo al INEGI.

La cifra no solo ha resultado ser lo más grave, sino el sacrificio a la salud que enfrentan los más pobres, quienes hace dos años no tuvieron recursos para alcanzar una atención digna, decorosa y profesional en alguna institución de salud, y quienes hoy, después del desmantelamiento de un Seguro Popular, siguen estando desprotegidos ante la clara intención que intentaba construir un monopolio público en el discurso como lo es el INSABI, que puso al descubierto que los hechos carecían de una planeación estratégica y de múltiples capacidades que actualmente están resultando a costa de la salud y tranquilidad de muchas familias un desastre a la atención por la búsqueda de un servicio de salud. Después de cuatro años siguen faltando en muchas localidades y zonas de pobreza extrema del país tanto medicamentos como profesionales de la salud, carencias que colocan a los que menos tienen en un estado de indefensión y vulnerabilidad por un proyecto que a casi cuatro años se asegura ha transformado al país.

Como si la pandemia de COVID no hubiese sido devastadora para México, la semana pasada en reunión del CONASIDA quienes integramos el grupo de Vocalías de la sociedad civil confrontamos a la Subsecretaria de Prevención y Promoción de la Salud por el deficiente actuar a una inmediata respuesta que debe estar atendiendo la viruela símica y la compra de vacunas, que es y ha sido por meses demanda de muchos activistas y organizaciones de la sociedad civil de todo el país. 

Pero como es su estilo, el titular de la misma, presumiendo sus capacidades con claridad y decisión, puso el tema contraviniendo lo que solicitamos a nombre de nuestras poblaciones que atendemos y trabajamos, señalando que atender el monkey-pox no era una prioridad urgente, pese a los impactos que se está teniendo por el alza de los nuevos contagios en México, sobre todo en cuatro estados, entre ellos Quintana Roo.

Hoy de nueva cuenta el titular de la SPyPS minimizó una alerta que, de no reaccionar asertivamente, puede convertirse en una nueva pandemia y alcanzar a más poblaciones claves, identificadas a través de un estudio representativo que indica que son los sectores de hombres, algunos con múltiples parejas sexuales, otros que toman profilaxis preexposición al VIH (PrEP) o que viven con el VIH y reciben tratamiento antirretroviral los que se están viendo más afectados. Por ello, no se está comprendiendo que si los grupos clave ya están identificados, por qué no intervenirlos e inocularlos como una prioridad de la Subsecretaria para evitar más contagios.

No olvidemos, estimado lector, que México ocupó los primeros lugares a nivel mundial en número de muertes por COVID, alcanzando alrededor de 800 mil de ellas, de acuerdo a propias estimaciones del sector salud, muchas de las cuales se pudieron haber evitado si no se hubiese minimizado la amenaza de la pandemia.

Hoy parece que la Viruela Símica nos vuelve a poner en el semáforo y en un “reto ciego”, el cual considero que si se desestima el utilizar una vacuna para quienes ya están identificados y que ya se aplica en otros países, y seguir también de nuevo actuando de forma negligente con medidas que muchas son ocurrencias, seremos nuevamente señalados por un actuar deficiente que con dolo y con una homofobia institucional por los que están aconsejando los organismos internacionales como la (OMS) se atiendan y vacunen.

Pero al parecer la soberbia está por encima del dolor de quienes hoy padecen cuadros y episodios de molestia y para quienes será difícil poder acceder a la vacuna, y todo por un capricho y ocurrencia nuevamente de quien también será señalado por su arrogancia y minimización de una alerta que puede ser nuevamente una amenaza y convertirse en pandemia.