Canto del Gallo

Estos días se han soltado algunos demonios para los recién nombrados funcionarios de la transformación, quienes por motivos de la embriaguez del triunfo no están viendo claras las consecuencias y reacciones de sus propuestas en el plan general de Andrés Manuel López Obrador.
Las propuestas, en teoría, buscan conseguir un régimen igualitario justo y que garantice la congruencia democrática aspiracional. Empero, se cierne entre los trabajadores tanto de base como de confianza de las secretarias federales un movimiento de resistencia que –legitimo o no– pretende combatir lo que ellos mismos llaman “resaca del desencanto”, “caudillismo de la transformación” o “nuevo presidencialismo autoritario”.
Lo cierto es que la burocracia dinosáurica dará su primer coletazo a la propuesta de AMLO, que entre otras cosas plantea reducir los salarios de los empleados de gobierno, desaparecer la figura de asesor, desaparecer los bonos, viáticos, gastos médicos privados, viajes al extranjero, el uso de guardaespaldas, partidas para vestuario, despachos externos, consultorías, hacer delito grave el tráfico de influencias, entre otras. Pero la propuesta que más ha molestado a la burocracia es la aplicación del artículo 28 de la Ley Federal del Trabajo, que en teoría es de observancia en todo el territorio nacional y cita que los trabajadores deben cumplir seis días de trabajo por uno de descanso.
En Quintana Roo, al parecer, se avizoran movimientos de olas bravas y viento de tempestades, dado que el artículo 32 de la Ley de los Trabajadores al Servicio de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, de los Ayuntamientos y Organismos Descentralizados del Estado de Quintana Roo contradice la Ley Federal, ya que plantea que por cada cinco días de trabajo se disfrutará de dos días de descanso. “Haiga sido como haiga sido”, los trabajadores del servicio público en la entidad lo consideran un derecho, o más bien, una conquista sindical; no extrañaría que los empleados sindicales (de base) tengan esta prerrogativa, pero los trabajadores de confianza las han adoptado como propias. Lo anterior significa que la burocracia tendrá que laborar de lunes a sábado y eso en Quintana Roo para los funcionarios públicos es un pecado inaceptable.
El caldo de cultivo para esta rebelión se cocina también en el marco de la descentralización de las secretarías federales, ya que familias completas tendrían que cambiar su residencia, su modo de vida, hábitos alimenticios, clima, escuelas para los chamacos y demás logística. En radio pasillo se habla de paros laborales, amparos y el uso de otros instrumentos de resistencia y protección de los derechos que les brinda a los mismos trabajadores la propia Ley Federal.
Luego entonces, el tema se entrampa en un círculo vicioso que inicia y concluye en un mal cálculo y en la consecuencia de la propuesta; es decir, Miguel Torruco se equivoca al decir que “el que no esté de acuerdo, que se vaya”. Se le olvida un criterio básico de las grandes transformaciones: “el proceso paulatino”, sobre todo cuando éste implica el traslado de una dependencia tan importante como la Sectur desde la Ciudad de México hasta nuestra capital, Chetumal. Como diría doña Esa: “Mae chavo, se les olvida que todo lleva su tiempo; hasta el huevo abotonado necesita sus tres minutos para estar en su punto». Me caigo al mar.