Son muchos los pros y los contras en torno a la propuesta de descentralización de las secretarías federales hacia los estados, y es que algunos puntos son aspiracionales y otros descalificables. En el caso de la Sectur hay voces inocentes como la de don José Ramírez y Pech, de 68 años y oriundo de Barrio Bravo, en la capital, quien muy mesurado habló del temor de la gente local con respecto a los «fuereños», o como se les dice en la península, «huaches», y que en diferentes épocas han llegado a Chetumal “en cantidad”, y por diferentes causas:
–No esperamos un milagro de bonanza económica como la de la época del comercio, cuando existía la zona libre aquí en Chetumal, ni siquiera la bonanza de la época de la exportación de maderas preciosas como el palo de tinte –explicó don José–; esta vez se trata de la llegada de la Secretaría federal de Turismo junto con una invasión de «huaches» que más que a echar raíces vendrán a saquear lo que puedan de esta tierra –añadió–. Y no es para menos: todas las veces han venido acompañados por «la delincuencia», «los malandros», inclusive con su llegada aumentan los robos, los asaltos, los fraudes y las luchas culturales, todo un desorden –dijo, y un poco excluyente y xenofóbico, enfatizó–: por eso nadie quiere a los huaches; aquí no hay condiciones para albergar a tanta gente presumida que cree que viene a conquistar a los indígenas de provincia.
Más sereno, don José continuó diciendo:
–No es tan fácil el cambio de territorio y costumbres, inclusive de clima. En Chetumal apoyamos  a López Obrador, mi deseo es que funcione, que gobierne bien, pero ¿que se modernice Chetumal…? Vayámonos entendiendo, sin mentiras ni falsas esperanzas, ni exageraciones románticas como eso del «diamante del sur», al menos «de buena madera” tiene su historia… Lo que se necesita aquí es que haya trabajo, que haya seguridad, que la gente tenga qué comer, que los chamacos vayan comidos y fuertes a la escuela, pero sin que se pierdan la paz y la tranquilidad a la que estamos acostumbrados, sin que la modernidad degenere en lo que actualmente les está sucediendo a Cancún y Playa del Carmen con sus ejecutados y su delincuencia. Ya es hora de que se le haga justicia a Chetumal, que del norte sólo hemos recibido mala paga y arrogancia, y de los políticos puras promesas y mentiras; ahora nos gobiernan como si fuéramos huérfanos sin historia, sin memoria…
Entonces sí se le nublaron los ojos a don José y ya no dijo nada más. Simplemente se levantó y se fue caminando solo, rumbo al bulevar, descalzo, despeinado, con paso lento aunque erguido, fuerte, firme, orgulloso, como si tuviera la esperanza de que algo bueno está por venir; por eso entiendo a don José y su resistencia a los «huaches». Se acabó el papel.

Esa pregunta ni se pregunta

¿Por qué no instalan el alcoholímetro en la zona hotelera también? ¿Las personas que circulan ahí no causan accidentes por alcohol? ¿Por qué los agentes encargados ponen sus manos para que «soples», lo que constituye una clara violación a tu derecho a la salud? ¿Por qué sólo aceptan billetes de 500 pesos y no de 200? ¿Por qué las grúas que trasladan los vehículos cobran cinco mil pesos? ¿Por qué es la caja chica del corrupto y muy borracho presidente municipal? En lugar de ser un órgano que aplique la multa de cortesía, o sea amigable con las y los conductores, se ha convertido en un chiquero de asquerosos intereses. Pues, señoras y señores, a protestar y a desquitarnos con el voto. Para muestra ya hubo un botón, con el castigo al corrupto Partido Verde que gobierna Cancún durante la pasada elección, así que continuemos poniendo la basura en su lugar. Como diría doña Esa: “¿Volverías a votar por el Partido Verde? Yo primero muerta, voté por Morena”. Me caigo al mar.