Canto del Gallo
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Como resultado de las elecciones federales 2018 y en espera de los cómputos distritales que oficializan las versiones preliminares, podemos observar que hay una posibilidad real de que cuatro partidos políticos pierdan su registro, al no alcanzar al menos el 3% de la votación total requerida. Estos partidos, PV, MC, Panal Y PES, fueron castigados con el látigo del desprecio ciudadano y, desde luego, por el fenómeno morenista. El INE siempre los ha favorecido, interpretando la Ley Electoral a conveniencia. Es decir, no pierden su registro de ganar al menos una de las tres posiciones federales a elegir, Presidente de la República, Senadores y Diputados Federales, aunque la Ley diga que para mantener su registro estos partidos deben ganar en las tres opciones elegibles obligadamente, pero lo que realmente les preocupa es que las millonarias prerrogativas que otorga el INE a los partidos políticos es directamente proporcional al porcentaje de votos alcanzados, y dados los resultados se verán disminuidas a niveles equiparables a la pobreza extrema de nuestro país. ¿Se acabará el reparto de despensas? ¿Exigirán cuotas a sus militantes? ¿Con qué mantendrán sus estructuras? ¿Con qué comprarán sus liderazgos? ¿Continuará la compraventa de candidaturas? Como diría doña Esa: “Úh peluná”.

Gallo Giro

El fenómeno morenista tuvo un efecto devastador en las monarquías regionales legalmente instauradas en gubernaturas de los estados, las que, unidos por un pacto federal, representan el común denominador: la mayoría de los gobernadores no tiene relación alguna con el nuevo presidente electo, tampoco ganaron sus candidatos federales y para colmo de males, tampoco ganaron sus candidatos a presidentes municipales, por lo que habrá que ser “oposición” en su propio estado. Con todo, algunos incluso tendrán que ponerse las rodilleras ante un Presidente de la Republica que pregona el amor y la paz, y les estará pisando los callos, poniendo el piso parejo. Desde hace 18 años los gobernadores se convirtieron en aristócratas déspotas, que se pasaron la ley por el arco del triunfo, haciendo de la corrupción y la impunidad el quehacer cotidiano, factura que fue cobrada por el pueblo el 1 de Julio.
Veamos: con Fox, por primera se vez probó la alternancia, los gobernadores fueron tratados con amor y les fue entregada la licencia para matar; con Felipe Calderón fueron empoderados, convertidos en príncipes y se les permitió sentarse en tronos de oro y plata, también los ayudó a abrir la puerta a los grupos del narco diferentes a los ya establecidos en sus reinos. Peña Nieto los convirtió en bárbaros sordomudos, permitió el nacimiento de nuevas tiranías a las que luego traicionó, negando de esta forma el andamiaje de gobernadores de la Conago que él mismo presumió o fomentó; el fracaso fue tan contundente, que quedó demostrado en esta elección. Hoy su propio partido, el PRI, enfrenta la peor derrota en su ya larga historia, en busca de una nueva refundación, en un acto de contrición o más bien un acto de fe. Como dijo doña Esa: “¿Morena ya es el nuevo PRI?”. Se acabó el papel.

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