El pintor mexicano Diego Rivera pintó al líder bolchevique de 1917 en el mural “Man on the Crossroad” (El Hombre en la Encrucijada) La obra, finalmente destruida, presidía la entrada de una de las ‘catedrales’ del capitalismo, cerca de Trump Tower, en la Quinta Avenida de Nueva York…

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Por televisión y redes sociales sigo en directo las oscuras advertencias y una relectura de la crisis del coronavirus marcan la primera noche de la Convención Nacional del partido en Nueva York. Donald Trump es “lo único que está entre la libertad y el socialismo” y quien está frenando la invasión inmigrante y recuperando la “grandeza” de este país, son los mensajes centrales de la Convención Nacional Republicana que arrancó en la última semana de agosto. El espectáculo político podría haberse llamado mejor la Convención Nacional Trump. El multimillonario de Manhattan sorprendió al ofrecer un primer discurso en la convención poco después de ser ratificado como candidato republicano y no ofreció un proyecto de gobierno, sino cuestionó la legitimidad del proceso electoral, acusando que “los demócratas están usando el Covid para robarse la elección”. También advirtió que si gana la agenda de la “izquierda radical” de los demócratas, “tu sueño americano estará muerto”. El tema oficial de la convención es “Honrar la gran historia estadunidense” y a lo largo de la semana se enfatizará lo tan “grandioso” que se ha vuelto el país después de cuatro años de su gobierno, afirman. El programa se ha cumplido a rajatabla. El guión oficial de la convención presenta a Trump como “lo único” que puede defender “la libertad contra el socialismo” en este país. Se calificará a Joe Biden “como un recipiente vacío relleno por la izquierda radical” promovida por figuras como el senador Bernie Sanders, la diputada Alexandria Ocasio-Cortez y la candidata demócrata a la vicepresidencia Kamala Harris, según oficiales de la campaña. La verdad es que estos pasados días oyendo a los republicanos, algunos de ellos me parecían salidos de los años 50 y del mundo estético, cultural, social y político, cuando el mundo vivía los años más duros dela ‘Guerra Fría’, tras la Segunda Guerra Mundial, derrotado el nazismo y el fascismo en Europa de los dictadores Adolf Hitler y Benito Mussolini y la ideología nacionalista japonesa del emperador Hirohito. Las relaciones internacionales encontraron en la ex Unión Soviética de José Stalin y su sistema comunista el nuevo enemigo a derrotar por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, salvo el régimen falangista de Francisco Franco, aliado de las Potencias del Eje, en la Contienda Mundial: Alemania, Italia y Japón.

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El lenguaje del peligro socialista ha sido una constante entre los oradores de peinados tupé, corbatas estrechas, chaquetas americanas de twiggy, pantalones de bajos estrechos, zapatos negros de chúpame la punta, y perfumes pasados de pachuli… Los biotipos cercanos a la anorexia mormónica. En algunos casos me hacían recordar a la serie estadounidense ‘Los Invasores’, donde los marcianos eran reconocidos por tener un dedo meñique quebrado. No llegaban en un Ford sino que lo hacían en un platillo volante. En España, fuera de las discotecas donde te daban alcoholes no lejanos al mortal metílico, ya en la madrugada, uno salía de la sala de fiestas y la verdad que veía Ovnis, objetos voladores no identificados. Eran terrícolas pues olían al perfume Varón Dandy. Tenía una línea de productos perturbadoramente masculina creada por la marca Parera, con sede en Badalona, Cataluña, España. “La fragancia contenía notas orientales, notas amaderadas, notas especiadas, bergamotas y musgo de roble…”, recalcaban en sus sueltos publicitarios. La verdad es que ese “bergamotas” no dejaba de llamar la atención en la histriónica y sospechosa masculinidad catalana.

Donald Trump y sus seguidores se han hecho dueños del Partido Republicano y sin rubor alguno comparan a Joe Biden con Lenin, Stalin, Mao o el propio Fidel Castro. Lo peor de todo es que el ‘cónclave’ demócrata de los Biden, Obamas, Clinton…, nos presentaban al actual presidente Donald Trump, como si estuviera en el Despacho Oval los mismísimos Hitler, Mussolini, Hiroito, Franco… A los que dirigieron los destinos del mundo y sus relaciones internacionales y guerras en el siglo XX es mejor que los dejemos en paz. Debemos aprender de aquellos sucesos el no repetirlos e intentar que el mundo del siglo XXI no cometa errores que costaron a la humanidad incontables millones de muertos. Ni Estados Unidos, ni México, ni España… van a desaparecer si es reelegido Donald Trum, ni todos los problemas del mundo se van a resolver si gana Joe Biden. El mundo seguirá y dependerá del esfuerzo de los propios ciudadanos el que logremos normalizar las relaciones internacionales, muy deterioradas, ante el enfrentamiento de Estados Unidos y China, en un principio comercial y ahora ni se sabe. Está claro que China es la nueva Unión Soviética del siglo XXI, el enemigo a batir…

La paranoia electoral anticomunista de Donald Trump le hace creerse el Gary Cooper de ‘Sólo ante el peligro’. Del género western de 1952, dirigida por Fred Zinnemann y protagonizada por Gary Cooper la acción se centra en un sheriff que se debate entre su sentido del deber y el amor por su nueva novia, y que debe enfrentarse solo a una banda de asesinos. Hoy no hay chica -interpretada por Grace Kelly- sino asesinos. Es muy conocida en Nueva York, la ciudad donde nació Donald, la participación que tuvo el muralista mexicano Diego Rivera en la historia del Rockefeller Center. El presidente que quiere seguir justifica su ‘contrarrevolución’ la anécdota del mural ‘leninista’ del peligroso pintor esposo de Frida Kahlo. En 1931 el recién creado Museum of Modern Art, MoMA, organizó una exposición sobre el trabajo de Diego Rivera. En esa época la cabeza del movimiento muralista mexicano -en el momento en que el país comenzaba su reconstrucción política, económica y cultural tras los embates de la Revolución-, era uno de los artistas internacionales preferidos por el joven Nelson Rockefeller y su madre Abby. Rockefeller, declarado admirador del trabajo de Rivera, lo contactó en mayo de 1932 y le propuso realizar un mural. Rockefeller había invitado también a Pablo Picasso y Henri Matisse para plasmar sus lienzos en los muros del vestíbulo del nuevo rascacielos, pero ambos rechazaron la oferta. Después de meses de insistencia y negociaciones con Nelson Rockefeller, finalmente, Rivera aceptó el la comisión y firmó el contrato de trabajo. A finales de ese mismo año Rivera viajó a Nueva York acompañado por su esposa, Frida Kahlo, e inmediatamente comenzó a dibujar los primeros bocetos. Después de estudiar las dimensiones del vestíbulo principal del Rockefeller Center, Diego Rivera diseño el mural “Man on the Crossroad” (El Hombre en la Encrucijada), en donde el hombre del siglo XX, representado por un corpulento obrero, se encontraba en medio de la encrucijada entre los vicios del mundo capitalista y el incipiente avance del fascismo, así como la esperanza de la emancipación del proletariado. En el extremo izquierdo del mural se muestra el mundo capitalista, con sus contrastes y vicios. Así tenemos los excesos de los poderosos que buscan placeres mundanos a costa del hambre de los obreros desempleados, los cuales son reprimidos por la policía, así como el incipiente fortalecimiento del fascismo, pero también sus elementos positivos: los progresos científicos, culturales y tecnológicos, la lucha por la integración racial y el mosaico interracial y multicultural de la cultura estadounidense, que recibe a lo mejor del pensamiento occidental, y en donde destaca la figura de Albert Einstein, así como Charles Darwin explicando la teoría de la evolución a través de un aparato de rayos X. Además, destaca una enorme figura de piedra simbolizando la religión. El extremo derecho del mural nos muestra el mundo socialista, también con sus progresos y sus excesos, los progresos en el campo de los deportes, la ciencia, la agricultura y el proceso de la emancipación proletaria, pero también nos muestra tanto la presencia del Ejército Rojo como de figuras políticas de la que una de ellas hará estallar el escándalo… El mural causó polémica desde el principio por las convicciones políticas de Rivera, pero el escándalo estalló debido a un simple detalle: la figura de Lenin en uno de los extremos del mural.

La actitud de Rivera al plasmar la figura de Vladimir Illich Lenin, líder del sector bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, y principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917, fue principalmente provocadora. Su objetivo era en esencia que los Rockefeller, especialmente, el joven Nelson viera el rostro de Lenin en el muro principal, camino a su oficina. Inmediatamente, en abril de 1933, Nelson Rockefeller envió una carta a Rivera invitándolo cordialmente a modificar algunos puntos del mural, especialmente eliminar la figura de Lenin. La respuesta de Rivera fue tajante: no quitaría a Lenin de su mural, pero propuso a su patrón incluir la figura de Abraham Lincoln en el mural, pero su propuesta fue rechazada por Rockefeller. El 12 de mayo de 1933, convocó a una conferencia de prensa donde informó que momentáneamente la obra no sería destruida, pero sería cubierta por un velo por tiempo indefinido, hasta que se decidiera cuál sería su destino final. Finalmente, el 12 de febrero de 1934, a pesar de las protestas de la comunidad artística y ante una opinión pública muy divida, los ejecutivos del Rockefeller Center, Inc., decidieron remover el mural, significando su inminente destrucción. Finalmente, en 1937, Rockefeller encomendó al pintor español José María Sert (ideológicamente opuesto a Rivera: conservador, clasista, simpatizante de Francisco Franco y conocido por estar constantemente codeándose con la realeza), llenar la pared central con la figura de Abraham Lincoln.

Diego Rivera regresó a la Ciudad de México, siendo contratado por el Gobierno mexicano para realizar un mural en uno de las galerías principales del Palacio de Bellas Artes. Rivera vio la oportunidad de volver a realizar el mural destruido en la ‘Gran Manzana’. Basándose en los bocetos y fotografías rescatados del proyecto del Rockefeller Center, pintó ‘Man at the Crossroads’, rebautizado como ‘El hombre controlador del Universo’. Conservó casi todos los elementos alegóricos de la obra original, y no sólo plasmó la figura de Lenin en el panel derecho dedicado al comunismo, respetando la obra original; también plasmó, en el panel izquierdo dedicado al capitalismo, la figura de John D. Rockefeller, Jr., padre de Nelson, sosteniendo una copa de champaña y rodeado de prostitutas y jugadores de casino, en una clara representación de los vicios del sistema capitalista americano. Era una clara venganza en contra quien fueron sus mecenas. Donald Trump no olvida lo que hizo Diego Rivera y no se fía de ningún mexicano, incluido su ‘carnal’ Andrés Manuel López Obrador, de label ‘AMLO’. Sus muchos ex asesores –algunos en la cárcel o camino de ella como Steve Bannon, por mangarse la lana del Muro fronterizo– le tachan de paranoico. El máximo mandatario que no quiere dejar la Casa Blanca les responde, muy lúcidamente, que a los paranoicos también les persiguen. Y más si los perseguidores son los ‘guerrilleros’ del peligroso socialista Joe Biden. Diego Rivera y Frida Kahlo carcajean desde su eternidad. No es para menos.

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