MANAGUA.- El caos en Nicaragua alcanzó la capital ayer lunes con bloqueo de calles, tiroteos y detonaciones de morteros, mientras el presidente Daniel Ortega se mantiene en silencio sobre una salida negociada a la crisis propuesta por obispos.

El gobierno lanzó una ofensiva entre el domingo y la madrugada del lunes para levantar los bloqueos de vías, llamados «tranques», con ataques de grupos de civiles armados junto a policías antimotines, denunciaron manifestantes.

La capital estaba semiparalizada por falta de transporte y el temor de ciudadanos a quedar atrapados en el fuego cruzado en los tranques.

Los ataques a manifestantes atrincherados en Sébaco, 90 kilómetros al norte de Managua, dejaron el domingo un muerto y daños en la unidad de policía, según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) y la policía.

La Policía Nacional reportó ayer tres muertos más, dos de ellos agentes, en el municipio de Mulukukú, después de que un puesto policial recibiera por la madrugada un ataque con armas de fuego por parte de un «grupo delincuencial conformado por aproximadamente quince sujetos encapuchados».

Las protestas contra el gobierno estallaron el 18 de abril contra una fallida reforma al sistema de pensiones, y se extendió a otros sectores tras la represión, que ha dejado 139 muertos y más de mil heridos, según Cenidh.

Las acciones represivas han continuado con igual o más intensidad luego de un encuentro el jueves entre la jerarquía católica y Ortega, a quien le plantearon una agenda para anticipar las elecciones y reformas la Constitución y ley Electoral. El mandatario pidió 48 horas para reflexionar y dar una respuesta a los obispos, pero hasta ayer no se había pronunciado.

Por el contrario, en los últimos días han arrreciado las denuncias por amenazas de grupos paramilitares armados a sacerdotes, en el interior de las iglesias.