La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos siempre ha contemplado en la Ley General de Bienes Nacionales que las playas son de todos los mexicanos y que nadie puede negar su disfrute, ni privatizarlas o prohibir su acceso por cuestiones de color de piel, condición económica, raza, sexo o religión.

Cuando el Gobierno del Estado y/o Fonatur vendieron los predios de playa para la construcción de hoteles y autorizaron la venta de otros, debieron dejar o considerar los pasos de servidumbre o accesos al público. Sin embargo, en aquel entonces las mentes brillantes del turismo en México dijeron que por seguridad y por cierto grado de «exclusividad», Cancún, no sería un destino para pobres. Habría una ciudad «de apoyo» de 30 mil habitantes que albergaría meseros, garroteros, camaristas y demás empleados turísticos.

Cancún fue un éxito redondo a nivel turístico y para los hoteleros y prestadores de servicios turísticos, pero un desastroso fracaso para la ciudad de apoyo, lo demás es historia.

El comentario en ese entonces trataba de «excluir» a cierto tipo de turismo nacional que por su conducta y folclorismo ya había hecho un daño irreparable en la imagen de otros destinos turísticos famosos como Acapulco, cercano al entonces DF.

Duele decirlo, pero así fue, se dijo que se trabajaría en dirección del turismo de mayor poder adquisitivo, para millonarios, más exclusivo y mejor planeado. El asunto es que ahora es un poco más difícil que suceda pero no imposible el disfrute de las playas por parte del turismo nacional, así como para todos los cancunenses, pero no por el decreto del presidente López Obrador, que por cierto algunos ignorantes con obediencia ciega celebraron, como si fuera un hecho consumado o un logro histórico. Digamos que aunque el decreto contenga un texto para que la Semarnat garantice lo que ya estaba en la Constitución, las autoridades tendrían que hacer un esfuerzo titánico para lograr este añejo anhelo de todos los que aquí vivimos y del turismo nacional; para que sirva de algo «el decretazo» de AMLO.

Es decir, las playas siempre las hemos podido utilizar, el problema son «los accesos», a ver quién obliga a los hoteleros a abrir para todos estos «accesos al mar».

Diría doña Esa: «No se hagan ilusiones, ese cuento de las playas de Cancún para todos es una mamada, digna de Morena, llevamos muchos años escuchándola como promesa de campaña, el problema no son las playas ¡SON LOS ACCESOS!» Y la discriminación, los hoteleros no quieren ver a los autobuses de segunda de todo el país bajando en marabunta con todo y la abuelita, el anafre, las garnachas, perros, gatos y hasta el perico en nuestras prístinas playas y sobre todo la basura del pueblo bueno y sabio». Se acabó el papel.

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