El divisionismo entre los mexicanos aumenta cada día, podemos incluso decir que hasta entre familias.

Esta polarización no es nueva, nos la vienen dando a cucharadas todos los días en la televisión y el cine desde los años 70. Desde luego en forma atractiva, casi como manual de vida. Recordemos las películas de emancipación y lucha de clases del inmortal Pedro Infante, «Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos”, en las que el pueblo sabio y bueno se enfrenta al poder infinito y «despiadado» de la abuela millonaria –fifí– que pretende arrebatarles a sus parientes pobres el amor perdido de algún hijo natural perdido por ahí.

Luego, con el mismo hilo conductor, nos adoctrinaron para emanciparnos en el tema de la migración de los pueblos a la ciudad, desde nuestras románticas, coloridas y autóctonas comunidades hacia las urbes modernas en las que, con el tiempo, nos fuimos convirtiendo en «provincianos» o en «citadinos», era muy común referirse despectivamente a los pobres o migrantes como «indios», y fue por mucho tiempo mal visto «el origen de las personas», «ser campesino» o «no tener un apellido».

Así, la polarización en México se arraigó; en teoría en la ciudad encontraríamos «el progreso», es decir, la vida de la joven costurera pobre, pero bella que es «descubierta» por el amor de un joven rico que la rescata en contra de su propia familia, bajo encarnizadas luchas para su aceptación, a pesar de su origen; esta es sólo una más entre miles de historias de polarización y clichés, en las cuales los ricos ríen y los pobres lloran, aunque al parecer «los ricos también lloran».

Este es el manifiesto mensaje de justicia de la 4T. Bajo esta premisa melodramática se adoctrinó a varias generaciones, por si acaso aquí quieren culpar al pasado neoliberal.

México transitó de ser un país postrevolucionario a estacionarse por mucho tiempo en lo que hoy se pretende justificar en el discurso presidencial, y la famosa cuarta transformación con su ya famosa frase de «primero los pobres» es una farsa, un melodrama y un mal mensaje social, ya que no vivimos dentro de una telenovela de Televisa, una película de Pedro Infante o de María Félix.

Hoy los mexicanos estamos bombardeados, además de por la polarización, divisionismo y discurso de revancha, por el descarado y peligroso entreguismo a los militares, es decir, así como construyen aeropuertos, refinería, tren maya, también se hacen cargo de aduanas y puertos, integran la guardia nacional, combaten el narcotráfico, la inseguridad, entre muchas tareas más como es la de combatir incendios forestales y desastres naturales, encima cuidan la soberanía nacional; si todo lo encomendado por este presidente no es una militarización, entonces que alguien me lo explique.

Se sabe, según consta en informes de agencias internacionales, que hay una muy peligrosa inconformidad en mandos importantes de la Sedena y Semar; desde luego, el discurso del presidente es candoroso y hasta «concupiscente», por decirlo de alguna forma, en México cada vez es más claro que todo puede pasar, nunca como hoy los militares han manejado tantos recursos económicos, obra pública y poder administrativo que además debe ser asignado, licitado y ejecutado por el poder civil o ciudadano, no por militares, la ley es más que clara.

Cuando al grito de «media vuelta» el país corrija el rumbo y los militares regresen a sus cuarteles, los políticos que caminan adelante quedarán como los huevos de perro, «hasta atrás», y las consecuencias podrían ser catastróficas.

No podemos dejar de señalar que no es descabellada la idea de que fomentar el odio y la división entre los mexicanos puede degenerar en acciones trágicamente violentas, incluso en un magnicidio, es por eso que aplica la advertencia de la vieja fórmula que dice: polarización (odio), más empobrecimiento, más militarización, igual a magnicidio.

Como diría doña Esa: “Mira chel, el presidente está pisando culebra, se le olvida que como con el Ejército, ‘el amor y el interés fueron al campo un día, pudo más el interés que el amor que le tenía’”. Se acabó el papel.