Obispos compartían información con los líderes de la Iglesia en Roma, afirma fiscal general
de Pensilvania; exnuncio dijo la verdad al acusar al Papa, dice arzobispo estadounidense
AGENCIAS
WASHINGTON.- El fiscal general de Pensilvania, Josh Shapiro, aseguro que el Vaticano
estaba al corriente del encubrimiento de abusos sexuales a menores cometidos por
sacerdotes católicos en el estado norteamericano, tras tener acceso a una serie de archivos
secretos que recogen que varios obispos locales compartieron información al respecto con
los líderes de la Iglesia en Roma.
Aunque los obispos católicos en Pensilvania negaron sistemáticamente los abusos sexuales
a miles de niños ocurridos durante un período de 70 años, documentaron secretamente los
casos y frecuentemente enviaban información sobre ellos al Vaticano, dijo Shapiro a dos
programas de noticias.
«Hay ejemplos específicos en los que cuando ocurría el abuso, los sacerdotes iban, los
obispos iban y le mentían a los feligreses, le mentían a las fuerzas de la ley, le mentían al
público, pero luego documentaban todo en archivos secretos que compartían
frecuentemente con el Vaticano», recalcó en el programa «This Morning» de la cadena
estadounidense CBS.
Por otra parte, monseñor Jean-François Lantheaume, ex asesor de la nunciatura en
Washington, Estados Unidos, respaldó el documento del arzobispo Carlos Maria Viganò en
el que se acusa al Papa Francisco de estar al tanto de los abusos sexuales en ese país y no
hacer nada al respecto.
«Viganò dijo la verdad, eso es todo», expresó Lantheume a la agencia de noticias católica
CNA.
En una carta de 11 páginas divulgada el domingo, Viganò, ex nuncio en Estados Unidos,
señaló que numerosos obispos y cardenales estaban al tanto de las acusaciones de abuso
sexual que recaían sobre el cardenal Theodore McCarrick y lo encubrieron.
Incluso, Viganò asegura haber informado al papa Francisco en 2013, poco después de ser
elegido pontífice, sobre la «corrupción de generaciones de seminaristas y sacerdotes»
incurrida por McCarrick y las sanciones que su predecesor, Benedicto XVI, le había
impuesto.